Cuando Vicky Dávila se casó en el 2008 con el médico José Emiro Gnecco sabía que su suegro, Lucas, había sido el gobernador del Cesar en los periodos 1992-1995 y 1998-2000, años en los que las tropas de Salvatore Mancuso y Jorge 40 se asentaron en el departamento. Sabía que su apoyo a los paramilitares le costó la destitución en su último periodo cuando la Corte Suprema lo condenó a 42 meses de cárcel. Vicky, quien por esa fecha azuzaba el fervor uribista desde su ‘Cosa Política’ —que perdió por la llegada de Claudia Gurisatti como directora de noticias del canal RCN—, sabía que Lucas Gnecco se parrandeó 10.000 millones de pesos que iban destinados a la educación de los niños más pobres del Cesar, que tuvo negocios con el narcotraficante Jorge Hernández, alias Boliche, relación que le valdría al exgobernador otra condena de 24 años. Sin embargo se casó con su esposo a sabiendas que la relación con su padre era distante, que reprochaba todos esos actos.
Lucas y sus hermanos, Nelson y Jorge, empezaron a amasar una fortuna cuando, a comienzos de la década del setenta, se iban por largas temporadas a robar carros en Venezuela, vehículos que repatriaban a Colombia atestados de contrabando. A estos torcidos se suma la incursión de la familia a la explosión marimbera de finales de los setenta, como señala una investigación de la Fundación Paz y Reconciliación. En los ochenta los Gnecco, que habían llegado de Sicilia a mediados del Siglo XX con una mano adelante y otra atrás, eran ya tan poderosos y temibles como los Corleone en Nueva York.
Teniendo el poder en los noventa alcahuetearon masacres y saquearon el Cesar. Mientras tanto, Kiko Gómez, familiar del esposo de la periodista, hacía lo mismo con La Guajira.
A Vicky no le gusta que le recuerden a su suegro. En el 2010 cuando, durante una entrevista, interrogaba con rudeza a Juan Carlos Martínez sobre su papel en la parapolítica, el exsenador le preguntó por Lucas Gnecco y ella, después de tartamudear unos segundos, se quedó en silencio. La emisión del noticiero se interrumpió abruptamente.
A Vicky se le devolvió como un bumerán
el grotesco video de las intimidades de Ferro
que ordenó publicar
Ahora, a Vicky se le devolvió como un bumerán el grotesco video de las intimidades de Ferro que ordenó publicar. Ojalá que este rechazo nacional que despertó su homofobia, le haya hecho entender que el país cambió, que ya sus palabras no tienen el poder que tuvieron en la década pasada cuando celebraba, como si de un partido de fútbol se tratara, la inminente guerra que tendríamos con Venezuela.
Por actuaciones tan reprochables como la del video, es que se hace imperativa una nueva ley de medios en Colombia, si en realidad queremos salir del pozo infesto en el que estamos.