El Congreso de la República debate actualmente la aprobación del protocolo de adhesión del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, luego de la invitación que hiciera este organismo tras cinco años de escrutinio y exigencias. Es la reforma al Estado más profunda que ha tenido lugar desde la Constitución de 1991 y quizás el mayor legado antinacional del gobierno Santos: 230 instrumentos, 23 comités, 135 lineamientos, 168 temas en el Plan Nacional de Desarrollo y 40 artículos en los proyectos de ley de dicho plan, que incluyen reformas a las regalías, salud, educación, aumento del IVA, Ley Lleras, propiedad intelectual y chatarrización, entre otros.
Como la política es dinámica, lo que hasta hace unos años era un “subdesarrollo mental”, al aceptar imposiciones de la OCDE en materia tributaria, en palabras del entonces senador Iván Duque, ahora está a punto de aprobarse con el apoyo de su bancada. En campaña Duque cuestionó que el ingreso a la OCDE iba a “destruir sectores que generan desarrollo para Colombia, como el sector camionero”. Asimismo, Duque se quejó de lo evidente: que no nos parecemos a los países de la OCDE, afirmando: “Queremos entrar a la OCDE pero Colombia se demora 9 veces más en tiempos de exportación que el promedio de la organización”.
Los ponentes del proyecto conocen más de maternidad de gallinas que de las exigencias de la OCDE, por eso el representante del Centro Democrático, Juan David Vélez, se atrevió a decir en el Congreso que el ingreso era una estrategia para ser más competitivos y “jugar en las grandes ligas”. El representante del mismo partido, César Eugenio Martínez, fue más allá y comparó las políticas de la OCDE con la certificación en calidad de una empresa, agregando que el cambio de posición de su partido era pragmático.
Hacer parte de un club siempre es visto como un acto de distinción. Lo grave es, cuando se analiza a fondo, si nos parecemos a los demás miembros y, sobre todo, si siguiendo sus lineamientos nos vamos a parecer. Lo evidente es que Colombia no se parece a los países de la OCDE: tenemos el peor desempeño en las pruebas PISA de educación. En materia de cobertura de servicios básicos de saneamiento, Colombia está de último y es el único país que no tiene cobertura total en electricidad. En competitividad estamos en el puesto 66 y los principales rivales entre los 15 primeros. Y en solicitudes de patentes Alemania tiene 48 480 al año, Corea 163 424 y Colombia 545.
Las supuestas buenas prácticas de la OCDE también son un engaño. Sus principales socios, Estados Unidos y Europa, fueron los causantes de la crisis de 2008 que todavía no se ha superado. Las recomendaciones de la OCDE quebraron a Grecia con sus medidas de austeridad, las recomendaciones sobre pensiones en Chile la tienen en una profunda crisis social y en Colombia han dicho que el salario mínimo es muy alto y que el IVA debe ser igual al de Alemania, aunque tengamos la desigualdad de Zambia.
El modelo de país, propuesto en el club de la OCDE al que ahora se quiere ingresar, no es nuevo ni ha funcionado. Según los principios de la institución, consiste en la defensa del libre mercado y el estímulo a la inversión extranjera, aplicado por Colombia en los últimos 28 años y cuyo resultado ha sido mayor dependencia de las materias primas, menor capacidad de producción agrícola e industrial y un ingreso por habitante 6 veces más bajo que el promedio de la OCDE.
El Congreso de la República debe frenar esta aprobación que impone exigencias imposibles de cumplir y que las mismas potencias no siguen. El resultado no será acercarnos más a los países desarrollados, sino –por el contrario- patear la escalera del camino que deberíamos seguir y cuya membresía a la OCDE nos impedirá aplicar.
Twitter: @mariovalencia01