El sonido del agua empieza a envolvernos, están cerca los nacimientos: hay agua por todas partes: cae de las montañas, nace del suelo, brota de las plantas.
Más adelante nos encontramos con el nacimiento del río Chuza, son burbujas de agua y un hilito, al saltar salen más burbujas. De ese pedacito, de esa burbujita nace un río.
Además de agua, podemos observar líquenes, agraz, uva camarona, frailejones con flores amarillas, bromelias, chusques, árnica y pagodas el alimento del oso de anteojos: le raspan las pullas a las hojas para llegar al centro y comerse una piñita. Queríamos ver un oso, pero no salieron a saludarnos, debemos parecerles bien impertinentes.
Llegamos al mirador: dos lagunas se imponen frente a nosotros, custodiadas por montañas y neblina. En ese instante, frente a las Lagunas de Buitrago, empieza a llover, a nadie la importa, esto es tan alucinante que todo lo demás parece trivial.
El páramo nos enseña lo que es el respeto y la armonía. El páramo nos provee de lo más importante: el agua. El camino es largo, pero el del frailejón también.