Janie Lizeth Guevara intentó dejar el medicamento que la ayudaba a conciliar el sueño, pero no pudo. Este medicamenteo iba a ser la fórmula para vencer el insomnio, pero se convirtió en su peor pesadilla: se volvió una drogadicta que necesita de una orden médica para internarse en el hospital y someterse a terapia de desintoxicación.
En el 2008, Janie, una contadora pública, empezó a tener dificultades para dormir por lo que un médico le recetó en ese entonces Zolpidem, que pertenece a una clase de medicamentos denominados sedantes hipnóticos que facilitan el sueño. Le fue muy bien porque con la cápsula lograba fundirse toda la noche. Durante un año lo compró sin exigencias de fórmula médica en las droguerías hasta que lo restringieron, pero el boticario le recomendó un genérico que surtía el mismo efecto: Zopicloma, de la misma familia de somníferos, que aunque se utilizan para el tratamiento a corto plazo del insomnio, Janie se volvió dependiente y no ha logrado suspender sus uso después de tantos años.
El doctor Maurixe Rojas, jefe de la Unidad de Toxicología del Hospital Universitario del Valle, explicó que ambos medicamentos surgieron en el mercado promovidos para el tratamiento del insomnio como nueva opción para reemplazar el mal uso de las benzodiacepinas, utilizados también en los cuadros de ansiedad y trastornos del sueño, que debido a su bajo costo y fácil acceso se convirtieron en una alternativa para mucha gente. El Zolpidem y la Zoplicloma se han considerado seguros por la comunidad médica.
De acuerdo con la literatura científica, lo que toma Janie produce pocos efectos secundarios y un riesgo mínimo de producir tolerancia, abuso, dependencia o síntomas de abstinencia, pero el supuesto medicamento “seguro” para combatir la falta de sueño hizo que esta mujer pasara de tomar una dosis diaria a 20. Cada noche, y de un solo puñado, ingiere lo único que logra alejarla de la vigilia y a las ocho de la mañana se levanta como si nada. Ella sabe que lo que hace no está bien, y para nada normal. Por eso cuando cae el día y la hora del sueño amenaza se sienta al borde de su cama para poner a prueba su voluntad, pero recuerda los temblores, mareos, el vómito, la sudoración excesiva y el tic nervioso que hace corto circuito en su cuerpo, síntomas que sentirá en la mañana si no recurre a su coctel nocturno.
Janie tiene 43 años, no tiene hijos, pero sí un matrimonio que fracasa igual que ella cada noche intentando alejarse inútilmente de la medicina. Quiso ganarle la pelea a la adicción y acudió a la EPS, que dispuso un lugar llamado Mente Sana. Llegó a uno de mujeres, con camas unidas unas a otras, sin privacidad y rodeado por una reja.
Al indagar sobre Zoplicloma y Zolpidem, las revistas médicas reportan casos clínicos documentados de abuso y dependencia de dichas sustancias, con síntomas de abstinencia graves, que puede compararse a los síntomas que producen opioides como la heroína o el alcohol y las benzodiacepinas. Janie ha encontrado en sus indagaciones sobre personas en situaciones similares casos en que se ingieren hasta 60 pastillas diarias y además en la desesperación las mezclan con alcohol.
La situación de Janie Lizeth no es fácil. La relación matrimonial atraviesa dificultades y profesionalmente no está rindiendo porque el medicamento ataca el sistema nervioso y la ha convertido en una persona emocionalmente frágil quien, además, ha ganado 20 kilos. Son muchos millones los que ha empleado en la adquisición obsesiva de Zopicloma. La solución que le dio un psiquiatra particular es la de internarse para asumir un tratamiento de desintoxicación de mínimo un mes y cuyo costo puede ascender a los nueve millones de pesos.
Janie busca ayuda legal para emprender acciones judiciales contra los laboratorios MK, Genfar, La Santé y Humax que producen el medicamento en Colombia. Ella solo busca que respondan por las consecuencias que le ha causado y espera documentar su caso para la restricción del uso del fármaco que definitivamente le robó el sueño y le dañó la vida.
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