Nunca olvidaré el día que recibí la noticia. Yo estaba en mi casa en un almuerzo de trabajo. Empezó a sonar el teléfono, pero por alguna razón me falló. Yo contestaba y no hablaba nadie. Cuando vi que Mercedes, la empleada de Fernando, me había llamado tres veces me pareció raro. Pero como estaba en el almuerzo de trabajo, no me paré. Luego era David Espinosa, amigo de Fernando. Y contesté… Me dijo que estaban en la Clínica del Country porque Fernando estaba mal.
Ahí mismo pedí un Uber. Recuerdo perfectamente que dije a modo de broma “Si sale de esta le voy a pegar una regañada ¡lo voy a cascar!”. La noticia fatal la recibí en el carro. Volví a llamar a David y él, llorando, me dijo: murió. Me bajé en la mitad de la carrera 15 como una loca. Corrí, corrí y corrí hasta que entré a Urgencias. Vi a sus hijas llorando, a la mamá de sus hijas llorando, a los maridos de sus hijas llorando y a todo el mundo llorando. Cuando llegué a la UCI, Fernando estaba muerto.
Después supimos por la autopsia que fue muerte instantánea. Cuando lo encontraron probablemente ya tenía una hora de muerto. Además, con Fernando pasó que de la misma Clínica les avisaron a los medios y por eso despidieron a varios empleados después. El celular se me congestionó. Yo no terminaba de entender lo que estaba pasando cuando ya tenía a todo el mundo llamándome. En un momento de esos el teléfono se vuelve un problema. Yo no sabía a quien contestarle y a quién no.
De hecho mi hermana cuenta -porque yo no tengo mucho recuerdo- que la llamé porque en realidad mi preocupación era que mi hija mayor se enterara por los medios para pedirle que la trajera del colegio y que evitara que se enterara de esa forma. Yo la llamé y ella empezó a hablar casualmente, me iba contando dónde estaba... Y ahí le dije "necesito que me hagas un favor, es que Fernando se murió". Ella entró en colapso y no podía creer lo que estaba sucediendo. A mí me pasa que en las situaciones más tensas el cuerpo tiene como un mecanismo de tranquilidad que me estabiliza. Con Fernando me duró tres días. Al cuarto empecé a delirar. Recuerdo que me fui a vivir a su apartamento. En algún momento me puse sus zapatos y empecé a caminar por la casa así. Hay muchos momentos de esos primeros días que no recuerdo. Me sentía como si me hubieran metido en una escafandra y estuviera bajo el agua.
Las veces que he intentado describir lo que sentí en ese momento es difícil. Lo recuerdo perfecto, pero cuando he querido ponerle palabras a esa sensación me cuesta mucho. Es como un sueño. Lo más loco de todo es que soy actriz. Mi trabajo tiene mucho que ver con el manejo de las emociones. Y llevo muchos años teorizando también como docente sobre cómo manejar emociones. Pero cuando es un zarpazo así de fuerte no hay técnica física ni emocional que valga. Ni la respiración ni el manejo del cuerpo; no hay nada. Entender su partida fue muy difícil, y aun hoy lo sigue siendo. Aunque uno sabe que todos nos vamos a morir, cuando se le muere a uno la pareja es como si se te muriera un pedazo interno de ti... No era tan absurdo pensar que a Fernando le podía pasar, pero se fue en un momento donde esa posibilidad parecía muy remota porque había empezado a cuidarse en serio.
Por más que hubiesen 17 años de diferencia entre nosotros, Fernando fue la persona con quien construí los últimos casi diez años de la vida. Cuando Valentín, nuestro hijo, me dice “y cuando papá vuelva”… Hay días en que soy capaz de decirle que papá no va a volver y días en que hasta yo misma creo que va a aparecer.
El trabajo me ha ayudado mucho a salir adelante. Tuve la suerte de tener un ángel de la guarda que me ayudara, alguien que quería mucho a Fernando. Soy yo y mis hijos. Suena cliché, pero los hijos son la fuerza que uno tiene. En esos momentos hubo mucha gente que me dio la mano de una manera muy bonita: Jorge Enrique Abello, Dago García, Alejandra Azcárate, Gabriel Reyes, José Antonio de Brigard, Daniel Pichoto y muchos más. Recibí apoyo tanto de amigos como de colegas, como de RCN y la familia Ardila. Y todavía quedan muchos amigos de Fernando. Pero obviamente la vida sigue y uno no puede pretender que todo el mundo tenga el mismo dolor que uno. Este fue un muerto que le dolió a toda Colombia, pero a la que le hace falta todos los días es a mí -y no dudo que a sus hijas también-; pero a mi me hace falta su cuerpo, su presencia, su compañía. Cuando llegan las siete de la noche y yo soy la que se acuesta sola… Eso solo me pasa a mí.
Apenas ayer me pregunté en qué etapa del duelo estoy un año después. Siento que estoy un poco más sólida, no mucho, pero sí un poquito. Me siento más tranquila, siento que algo pasó en diciembre que me tranquilizó. Mario Ribero, que era el director de Betty la fea, perdió a su mujer hace cinco años. Él me dijo que primero se cuenta en días, luego en meses y luego en años. Cuando empiezas a contar en años, aunque el dolor queda perpetuo, es más llevadero. Lo que pasa es que hay que seguir respirando y la vida sigue.
La nuestra fue una relación compleja. Al principio tuvimos que luchar para amarnos pese a nosotros mismos. Y después, cuando decidimos que ya no nos amábamos, no lográbamos separarnos. Entonces siempre volvíamos por cualquier razón. Sin embargo, esta última vuelta, sí era la más firme. Algo había ocurrido, tal como le decía yo a mi hermana. En esta última etapa Fernando era un señor maravilloso, increíble, que me decía que quería estar conmigo, que quería casarse después de casi diez años de relación. Él quería seguir construyendo sobre lo que ya teníamos construido.
A nosotros nos unían dos cosas. La primera, la música. Podíamos pasar viernes, sábado y domingo escuchando música, tomando Whisky y fumando cigarrillo. Mucho jazz, mucha música brasilera, mucho funk. La música sí era su gran pasión, mucho más que la escritura y la tv. Él siempre decía que debió ser director de orquesta. El trabajo era lo otro que nos unía. Nos conocimos trabajando. Fernando confiaba mucho en mí. Yo leía de primera mano todo lo que escribía. Trabajamos tres años juntos en el proyecto de La Trama, el teatro al norte de Bogotá que él montó. En los últimos años quería dar unas Master Class y estábamos viendo cómo organizarlas. También quería escribir teatro y que lo dirigiera yo. A su lado tuve diez años de mucha música y mucho trabajo… Pero no como actriz de tv por ser su mujer, sino que en mi actividad pedagógica y creativa siempre estaba él.
Fernando era un genio. Que Betty haya sido el programa más visto de la tv el año pasado lo corrobora. Veinte años después es una telenovela que sigue sorprendiendo. Es lo mismo que cuando un joven de 20 años lee Cien Años de Soledad y se enamora del libro. Lo que pasa es que se supone que la tv es un medio light donde no hay espacio para grandes cosas, pero artísticamente hay cosas inmensas y estoy convencida de que Betty es una de esas.
Lo que tenía Fernando, que era increíble, era su capacidad de observación y entendimiento de la naturaleza humana. Solo hay que revisar lo que escribió cuando se murió Gabo, Celmira Luzardo o Mónica Agudelo para constatar su capacidad para descifrar a ser humano. En tres minutos podía agarrar la naturaleza del comportamiento humano y te describía a alguien con solo verlo, sin siquiera hablar con esa persona. Eso es algo raro. Él también tenía un lado de genio autista y socialmente a veces le costaba. Sin embargo, tenía un montón de amigos y eso es porque marcaba a la gente. Quienes se lo cruzaban quedaban enganchados con él. Todavía quedan muchos amigos de Fernando que me siguen acompañando.
Cuando Fernando murió yo quedé un poco en el aire. Dos meses antes había terminado de trabajar en Casa E, donde había estado por muchos años. Económicamente fue muy duro. Me dieron un papel chiquito en una serie, pero ese papel se volvió más grande. Saldrá por Caracol próximamente. Es en La Reina de Indias y el Conquistador, donde seré la antagonista. La serie cuenta la historia de la India Catalina y Pedro de Heredia. Yo seré la esposa de Pedro de Heredia. Pero es una mala buena porque es a mí la que le ponen los cuernos jajaja; seré la cornuda más elegante del nuevo mundo. Fueron seis meses que me salvaron la vida, el corazón y el bolsillo. Y como que la cosa funcionó porque quedaron contentos con mi trabajo. Ahora estoy empezando también para Caracol y Netflix una serie que se llama El Cartel: los inicios.
En estos momentos estoy enfocada en mi trabajo como actriz. Quiero dedicármele y ver hasta dónde puedo llegar, sin dejar a un lado la pedagogía a la que le he dedicado mucho tiempo de mi vida. También estoy escribiendo un musical infantil y viendo si logramos montarlo el otro año. Además, tengo ganas de volver a estudiar. Quisiera hacer una maestría en estudios de género que es otra gran pasión. Pero por lo pronto sigo viviendo. Vamos a ver qué nos depara la vida.
Texto por @enriquecart