No cabe duda de que el berenjenal que se armó en Venezuela en los últimos días no es fortuito. Es el nefasto producto de un modelo insostenible, caduco y contradictorio. Aquel que llegó en 1999, enarbolando la bandera de un supuesto demócrata que negaba el ser socialista, defendiendo muchas de las cosas que posteriormente condenó y aniquiló (parecía todo un neoliberal en esa entrevista con Bayly en el 98'). El Socialismo del Siglo XXI masacró la iniciativa privada (4700 empresas desaparecidas), exacerbó la violencia (24,763 muertes violentas en el 2013) y la corrupción (el 160 de 177 de los países más corruptos), truncó la inversión, y desató una crisis económica insondable. Para colmo de males, ancló una nueva clase social al poder, y no la que pensó alguna vez un errado pseudo economista del siglo XIX, aquí no es la dictadura del proletariado, sino la de los "boliburgueses". Una dictadura de hipocresía flagrante, la cual condenaba el ser rico o apoyar al "imperio" pero que robaba descaradamente el dinero para gastarlo con fruición en los deleites gringos. Así procedió el aparato gubernamental bolivariano y el mismo Chavez durante un buen rato, este último, dejando una herencia grosso modo de 2000 millones de dólares. El reconocido intelectual Noam Chomsky hace unos días dictó 3 claves para arruinar una economía, una era recortar el gasto en investigación y las otras dos sobre promover y generar confianza en las instituciones financieras. Tal vez Chomsky olvida (por algún sesgo ideológico) cómo economías Latinoamericanas se han desbordado por la condena arbitraria a la iniciativa privada y la inversión, los deficit, la devaluación, la emisión masiva de dinero y la aciaga inflación. Pasó en Chile en los 70s y en Cuba durante media centuria (ahora le ha tocado recurrir al libre mercado y reducir sus exiguas políticas alimenticias), y hoy en Argentina y Venezuela. Allá en el último año, la guerra económica contra los empresarios (la forma mas contradictoria de combatir la escasez), el "pan y circo" en plenos comicios electorales que manipuló los precios de electrodomésticos con cifras irrisorias, entre otras fatídicas decisiones, no han ayudado en nada a subsanar la crisis. Es que el problema no es que Maduro sea un camionero (eso es una concepción ignorante y prejuzgada), el problema es que el tipo esta ofuscado añorando al "pajarito" e improvisando en medio del abismo con su populismo de pacotilla. Su única arma ahora es la represión y la búsqueda inane de culpables. Nos queda comprender que la cuestión aquí es de empatía y solidaridad, de buscar soluciones perdurables, no de justificar un régimen autoritario y equívoco, ni de aducir a una falaz autoridad moral que supuestamente no tenemos los colombianos, por más mal que estemos. Es simplemente ponerse en los zapatos del otro, imagínese no tener ni con que limpiarse el ojete.