Es lamentable la nota-denuncia que trae la revista Semana sobre el sistema de adopciones dentro del que se están violando los derechos a 21 mil niños, porque hemos pasado de ser considerados uno de los mejores del mundo, a violar continuamente, y en nombre de la ley, los derechos fundamentales de los niños consagrados en el artículo 44 de la Constitución.
A un niño que crece institucionalizado dentro del Sistema de Bienestar Familiar, se le niega el derecho a tener una familia, es un niño que corre altísimo riesgo de no desarrollarse normalmente, todo por problemas de una burocracia ineficaz que, o está soberbiamente equivocada, o quiere sacar pecho y a veces hasta cosechar una fugaz aparición en los medios, a costa de la felicidad y de afectar la psiquis de lo más grande que tenemos: nuestros niños.
Corregir esta absurda situación no es difícil, basta adelantar con gran celeridad tres medidas muy básicas, a saber:
- Una urgente gestión humanitaria ante la Corte Constitucional. Hay que hacer caer en cuenta a los magistrados de la Corte Constitucional, el daño que han ocasionado y siguen causando con la controvertida Sentencia T-844 de 2011, y ellos entienden, especialmente si se les habla con razones de peso, cifras y estadísticas, comparando el antes y el después del fallo. Los magistrados no tenían por qué saber que, en su afán de ser garantistas, su decisión de exigir a los defensores de buscar a los parientes del niño hasta el sexto grado de consanguineidad, tendría tan fatales consecuencias.
Corresponde al Bienestar Familiar, presentar una tutela en contra de esta decisión, solicitando regresar dicha búsqueda hasta el cuarto grado de consanguineidad, como era antes. Aún mejor, para favorecer la celeridad, sería identificar una que vaya en ese sentido, ya seleccionada por la dicha Corte, y hacerle la gestión. Los magistrados constitucionales, no solo son personas inteligentes y abiertas, sino muy compresivas.
- Procuraduría demasiado inquisitiva. L@s defensor@s de familia están paralizados del pánico, según ellos, por las acciones de la amenazadora garrocha de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos de la Infancia, cual Pentesilea los tiene arrinconados como aquella a los troyanos. A la doctora Ilva Myriam Hoyos hay que contarle, que por experiencia propia, sé que l@s defensor@s son muy eficientes cuando actúan por estímulos y reconocimientos, pero a nadie le gusta sentir la espada de Damocles encima, con la consecuencia de estar violando los derechos a nada menos que 21 mil niños indefensos.
- El ICBF tiene que cambiar. Ya es hora de cambiar esa norma interna sobre la adopción, que solo permite a los extranjeros adoptar a niños de difícil adopción y mayores de 10 años. A los colombianos no les gusta adoptar niños grandecitos, aunque esto esté cambiando poco a poco, porque cada vez la gente se casa mayor y tiene problemas de infertilidad; pero he escuchado que cada vez que se llevan un niño mayor de 10 años, hay festejo, lo que sin embargo resulta a veces muy doloroso para el propio niño, les es muy difícil adaptarse, se aferran a hilitos afectivos como aquel hermanito que veían cada año o a una abuela que les llevaba un regalito en cada Navidad.
La adaptación de un niño tan grande a un nuevo sistema, con otro idioma, una familia que miran como a extraños, a veces causa gran daño emocional, cuando se trata de un adolescente de 14 o 15 años, que si bien algunos creen que les están resolviendo la vida, pero no todos los seres humanos reaccionan igual ante las mismas circunstancias.
Doctora Cristina Plazas, en sus manos está que esto no siga ocurriendo.