El sirirí del petróleo, modelo 2015
Opinión

El sirirí del petróleo, modelo 2015

Por:
julio 02, 2015
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No me acuerdo del nombre exacto de la campaña, en la universidad la llamábamos “El sirirí del petróleo”: un pajarito bañado en crudo, tan negro y reluciente como una escultura de Botero —e igual de inerte—, que desde una piedra, también embadurnada, parecía llorar el paisaje de bodegón en el que se habían convertido su bosque y sus quebradas, por cuenta de las voladuras del tubo que en esos años —finales de los ochenta—, eran la performance predilecta del ELN.

Contada así, esta pequeña historia dice muy poco, como no sea que en Colombia los temas son de nunca acabar. Pero vista en avisos de página entera en los periódicos, además de impactante, la campaña —patrocinada por Ecopetrol si no estoy mal— fue el encendedor que millones de conciencias necesitaban. La población, por fin, lanzó el grito de protesta que tenía atrancado en la garganta: ¡no más sirirís del petróleo! Para los estudiantes se convirtió en una consigna.

El rechazo a la devastación que esos vertimientos espesos y caminadores producían en el medio ambiente y los seres vivos, fue general. Y el ELN pareció captar el mensaje. Coincidencia o no, le bajó a la obsesión de sus frentes con los oleoductos. (Las torres de energía también los seducían).

Y el sirirí se los agradeció.

Pero ahora cambió de imagen. Y de bando.

Ya no es más el símbolo de las especies afectadas por este tipo de atentados guerrilleros: pequeño, pechiamarillo e indefenso, la imagen misma de la desolación. Desde mayo, cuando las Farc se volvieron a sumergir en las turbulencias de la tierra arrasada, dizque para sustentar la necesidad de un cese bilateral del fuego, el sirirí del petróleo comenzó a serlo en sentido literal: tirano y de mal carácter (En latín: Tyrannus melancholicus).El tormento de los gavilanes. Y de los ríos, las bahías, el equilibrio ecológico, el medio ambiente, la seguridad alimentaria de miles de pescadores, campesinos e indígenas…

Ahora no canta, trina estridente. En inmediaciones de Nariño, Cauca, Chocó, Putumayo, Santander, Meta… En Colombia entera.

(Se unió a las filas de Timochenko).

Los daños que han ocasionado las Farc, desde que levantaron el cese unilateral del fuego, sobrepasan cualquier medición. Catorce mil barriles de petróleo derramado se dice pronto, pero se padece lento y a futuros. Porque más allá de las consecuencias inmediatas, que son aterradoras, los efectos colaterales pueden durar más que lo que ha durado la subversión en el monte: una eternidad.

De las cuarenta acciones violentas contra carrotanques y oleoductos que las autoridades han registrado en la primera mitad del año, la de la madrugada del pasado 22 de junio en la vereda Pinde de Tumaco ha sido calificada como la peor de la historia, por el presidente Santos; como la peor de los últimos diez años, por el ministro de Ambiente. No importa cuál de los dos sea el exagerado, el daño está hecho y no hay derecho.

Ejército del Pueblo… Si lo fuera, no hubiera dejado a 160.000 habitantes del municipio de Tumaco sin agua; ni a miles de familias de pescadores y agricultores sin pesca ni cultivos; ni hubiera puesto en riesgo la supervivencia de mamíferos en vías de extinción, ni contaminado humedales, ni envenenado corrientes, ni asfixiado hectáreas de vegetación endémica, ni…, etcétera y etcétera.

Cuatrocientos mil galones de petróleo corriendo por los conductos apropiados,hubieran causado menos problemas a la gente que en versión mancha negra pisándoles los talones. Eso seguro.

¿Y entonces?

Pues… Pastor Alape, a la mañana siguiente de la gran explosión, aplaudió la encíclica del papa Francisco. Iván Márquez manifestó que “por fortuna la naturaleza se recupera solita”. Los defensores a ultranza de los diálogos de La Habana, que a todo lo que hacen las Farc le encuentran explicación, presionan al Gobierno; los detractores ciegos de los mismos, que en todo ven motivo para dar portazo a la esperanza, igual lo presionan. Humberto de la Calle, cuya presencia en la mesa es una garantía para los que seguimos queriendo la paz negociada, pero nos morimos de la rabia y del susto con las Farc, clama coherencia a la contraparte. Y así.

Mientras, la gente en la calle sufre en carne propia la inseguridad, el frenazo de la economía y la fatiga de unos diálogos sin fin. Y los picotazos fuertes y dolorosos del sirirí del petróleo, modelo 2015.

COPETE DE CREMA: ¿Dónde están los pontífices del ambiente? ¿Por qué no ha sido viral en las redes sociales ningún hashtag de rechazo a los recientes atentados de las Farc? ¿Por qué no se ha convocado a ninguna marcha ni plantón ni pitorreo para exigir —aunque sea simbólicamente— el cese de estas acciones que hieren de muerte a Colombia y al planeta? ¿Se les comieron la lengua los ratones?

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