El sinsetido y la ridiculez del “lenguaje progre”

El sinsetido y la ridiculez del “lenguaje progre”

Al intentar usar ese lenguaje, mi mente estuvo al borde del colapso. Después de años de evolución de nuestro lenguaje nos vemos en una franca involución del mismo

Por: Juan Carlos Camacho Castellanos
julio 21, 2022
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El sinsetido y la ridiculez del “lenguaje progre”
Foto: Canva

“Querides amiguxs, hoy lxs escribo desde la neolenhua progrx. Ayer, al escuchar a une niñe hablar en progrx me dio de tode… Al final mi cabeza (¿cabece?) explotó al darme cuenta que el lenguajx se está yendo (¿yenda?) por el caño (¿cañe?) ... Vaya uno (¿unx?) a saber…”

La verdad al intentar usar ese lenguaje mi mente estuvo al borde del colapso y esto me lleva a creer que después de años de evolución de nuestro lenguaje nos vemos en una franca involución del mismo. A algunos que crecimos en medio del ocaso del boom de la literatura latinoamericana, que navegamos de la mano de Borges, Vargas Llosa, Sabato, García Márquez, Uslar Pietri y todos aquellos monstruos de las letras, y, además conocimos otros autores como Poe, Conan Doyle, Víctor Hugo, Alexandre Dumas, Dostoyevski o Gogol que eran motivo de excelentes traducciones a nuestro hermoso idioma esta perversión nos asquea y preocupa.

Es un reto enfrentar a los progres que ahora, por decreto o por ley, desean cambiar la pureza de un idioma tan hermoso, por una serie de componentes idiomáticos que ellos consideran que, mágicamente, de acuerdo a sus disparatadas ideas, cambiaran la realidad y nos harán vivir en un mundo de fantasía donde “hades, unicornies y angelites” volaran por el cielo mientras la humanidad se une en un “abrace de pez y amer”; la verdad toda esa estupidez y el silencio de los medios de comunicación que, por miedo o por apoyo a los progres, se quedan “callades” frente a semejante atrocidad.

Releyendo la aterradora (y a veces tan vigente) obra de George Orwell, 1984, me reencuentro con el término “neolengua”, que era la herramienta usada por el partido para suprimir palabras y crear nuevas formas de comunicarse para, así, llevar al individuo al pensamiento único, para evitar la crítica desde la manipulación del pensamiento y para reducir, poco a poco, la capacidad lingüística de los seres humanos llevándolos a mantener la línea de pensamiento del “Gran Hermano” y para solo actuar sin tener en su vocabulario más palabras que aquellas que sReleyendo la aterradora obra de George Orwell, 1984, me reencuentro con el término “neolengua”. ¿Va por esta línea el lenguaje incluyente?e adapten a lo que desea una pequeña minoría adoctrinadora, que desea, con su “lenguaje inclusive” despejar a la mente, paradójicamente, de todo tipo de pensamiento libre y crítico, para dejar solo el disco rayado de lo “adecuado” y de lo “políticamenteReleyendo la aterradora obra de George Orwell, 1984, me reencuentro con el término “neolengua”. ¿Va por esta línea el lenguaje incluyente? correcto”.

Así le explica uno de los personajes de 1984 al protagonista la finalidad de este nuevo lenguaje (la neo lengua) “¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabamos haciendo imposible todo crimen del pensamiento”; por tanto, al limitar el lenguaje, al hacerlo afín a una ideología, al pensamiento de una “minoría” que se siente “atacada” o “excluida”, convertimos en un delincuente a cualquiera que no se atenga a los deseos de estos grupúsculos o comunidades, algo absurdo, cuando hoy en día prima la libertad de una manera muy amplia respecto a factores que hace un siglo eran excluyentes, por componentes religiosos o de políticas conservadoras, respecto a cómo cada cual asumía su sexualidad.

Cuando se desea pervertir el lenguaje  al intentar establecer una agenda que desea incorporar ideas extremistas en la mente de los niños, niñas y adolescentes para, en medio de la confusión que hay hoy en día en esas cabecitas, proponerles comportamientos que, es posible, terminen afectando sus inclinaciones naturales e impidiendo que asuman críticamente ciertos componente en relación a su identidad sexual se llega a un objetivo realmente perverso, claramente limitante de una orientación más real y critica frente a la universalidad del pensamiento y a la generación de una crítica basada en la ciencia, los hechos y la aplastante realidad.

Más allá de pervertir el lenguaje la agenda progre desea, junto a esto, llegar a hacer creer que comportamientos, entre otros, como la pedofilia (agresión sexual a menores) son normales aun cuando terminen abusando inmisericordemente de pequeños seres impúberes; o, por otra parte, obligar a un niño, niña o adolescente a ejercer roles ajenos a su genética natural en pro de una supuesta apertura sexual educativa defendiendo que esto es algo que les resultará de utilidad y los hará más tolerantes; sin dejar que sean los padres o tutores responsables quienes decidan si sus hijos e hijas deban recibir o no dicha formación, eso es claramente invasivo, perverso y fuera de cualquier discusión. Si el Estado progre llega a esos extremos estará violentando la libertad que dice defender; estará pasando por encima de la decisión de la célula fundamental de toda sociedad, la familia.

En definitiva, a mí no me molesta con quien te acuestas, como lo haces o cuál es tu visión íntima de esta vida, es tu libertad última, personal e incontrovertible. Pero, así como yo no te impongo mi forma de asumir mi propia sexualidad o de comportarme de acuerdo a los parámetros que considero normales no creo que se pueda violentar la esencia de lo natural, de la genética que nos ha construido fisiológicamente, de los impulsos sexuales que privan en la continuidad de la especie y de la conformación de la personalidad en la que influyen muchos factores. Pero que traten de imponer creencias u posiciones minoritarias por ley, por presión mediática o porque otros consideran que su “verdad” se debe imponer sobre la “verdad” del otro, eso no lo puedo aceptar.

El lenguaje evoluciona, cambia de acuerdo al avance técnico y tecnológico, y evoluciona para que sea preciso y mantenga la belleza de las palabras; pero forzarlo por caprichos de un grupúsculo que cree que ultrajando las reglas de la gramática y la lingüística van a lograr cambios en el mundo real es algo absurdo.

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