Colombia, como es de saber de todos, es uno de los países más culturalmente diversos. Una delimitación geográfica que pareciera más bien un conjugado de un sinfín de pequeños países, cada uno con costumbres, acentos, comida, y características muy particulares. Uno de los emblemas de esa variación cultural que en Colombia habita es la música, es mucho lo que hay por escribir acerca de esta riqueza que afortunadamente nos correspondió.
Sin embargo, algo como esto, que debería ser motivo de completo regocijo, se ve continuamente manchado por factores que están completamente fuera del ámbito musical. Quizá la mancha que más percude está en un mundo completo que quizá para muchos es aún desconocido, el de las bandas sinfónicas. Según el Ministerio de Cultura, en Colombia, existen 1250 de estos procesos, que albergan alrededor de 50.000 jóvenes y niños, números que todos los años incrementan, así como la importancia de este movimiento.
Si bien el problema no radica en las agrupaciones como tal, ni tampoco en los procesos de formación que se adelantan en cada uno de los municipios y ciudades que tienen la posibilidad de contar con ellas. Existe desde hace varios años un sinsabor dentro de los espectadores, miembros de las agrupaciones y maestros a cargo de las mismas, y es en la manera en la que se intentan calificar estos procesos. Desde hacía varias décadas, año tras año, se llevan a cabo cerca de un centenar de "encuentros pedagógicos" musicales, los cuales dan el aval para que, según una clasificación dada, bandas sinfónicas de 11 de los departamentos del país participen en la multiplicidad de concursos nacionales, donde cada una de estas agrupaciones tiene la oportunidad de dar muestra del resultado de su proceso y recibir por parte de los organizadores un reconocimiento en especie o monetario, dependiendo el dictamen de un jurado designado.
Dentro de lo musical a nivel nacional los procesos evidencian una continua mejoría, sin embargo, el reconocimiento que debería darse dentro de los concursos y encuentros deja mucho que desear, no por la cuantía que se da, sino a quienes se da. Y esa pesadumbre no proviene de parte de un mal perdedor, por el contrario, viene de un espectador más, un amante de la música que se decepciona al percibir que no se premia siempre a los procesos que lo merecen. Aunque no se equivocan al decir que la música es subjetiva y que es normal que los resultados varíen según quien la califique, hay pilares conceptuales y prácticos que son universales, por lo mismo inexorables.
Son muchas las suposiciones que es posible crear alrededor de este flagelo, pero es para muchos cada vez más evidente que existen intereses o conflictos, ya sean políticos, comerciales o personales, completamente fuera de la música y que están afectando en los resultados de estos certámenes. Es motivo de consideración el hecho de que sea tan distinto lo percibido entre 3 o 4 personas que estén en el jurado y el conjunto de todos los músicos al frente de cada uno de los procesos. Lo que no da más a concluir que pasa algo más allá de lo que el público puede ver y escuchar.
El llamado de atención va de muchos músicos y espectadores hacia organizadores, entidades como Idecut, Corbandas, Asodibandas, entre otras. Además, de los jurados que siempre coinciden con estas indebidas situaciones, quienes muchas veces aprovechan en mala medida la influencia que puedan tener, y también para aquellas personas que se prestan de "veedores", mientras lo único que hacen es acolitar lo que pase bajo la mesa. Es necesario que pongan por encima de sus pretensiones las de muchos jóvenes y niños que hacen parte de esos procesos, que van con la ilusión de un encuentro objetivo, justo y completamente imparcial, donde se vea recompensado todo el tiempo y trabajo que han invertido para lograr dar esa pequeña muestra que les permiten presentar en los concursos nacionales.
Por último, vale decir que lo que están logrando es entorpecer el espectáculo y alejar a las personas de estas demostraciones culturales. Es buen momento para que todos recuperen la confianza en estas participaciones y el único camino es que prevalezca y se valore lo único que debería, la buena música.