El diccionario define síndrome como un “conjunto de síntomas que se presentan juntos y son característicos de una enfermedad”. Este término es usado popularmente en psicología como una manera de determinar el padecimiento que vive una persona en el ámbito mental. En tal sentido, Epa Colombia es la representación individual de un padecimiento colectivo, el cual no se caracteriza por la posición económica o social que se tiene; más bien por la baja solidez en la formación de las ideas políticas, la falta de memoria colectiva y la ruptura del pensamiento sistémico.
Pero como toda enfermedad tiene unos antecedentes, detonantes y elementos contextuales que hacen que se consolide el padecimiento de este síndrome, en primera instancia la persona enferma debe carecer de los nutrientes necesarios para enfrentar la manipulación, dado que en su formación intelectual no se le brindó, en los momentos adecuados, las herramientas para realizar análisis de la realidad social en la cual se encuentra sumergido el sujeto.
En segunda instancia, dado ese déficit el paciente no puede comprender las relaciones de causalidad existentes entre su vida personal y colectiva, entre el mundo particular y el general, y mucho menos las relaciones dialógicas, polifónicas y complejas que van determinando el contexto del que hace parte. Esto provoca que se presente la ruptura fundamental, dando lugar a pensar de manera desterritorializada, que es en buena medida el primer síntoma de este síndrome, llevando a ser reactivas a las personas a la hora de explicar cuál es el problema social que viven, ubicándolo siempre en el otro que se encuentra a su nivel o subordinado a él, y no en las estructuras, las elites y sectores políticos que históricamente los han gobernado.
Todo ello es importante porque Epa Colombia sufrió la pobreza estructural a lo largo de su vida, tuvo un golpe de suerte, cometió el error de tomar en un momento de efervescencia colectiva una acción a favor de la protesta social, que en palabras de ella fue motivada por sus amigos del barrio, y se le descargó de manera ejemplarizante el poder que tiene el Estado, para enviar el mensaje que todo aquel que se insubordine correrá el costo de la represión jurídica. Pero no hay que dejar de lado la última noticia que recibió, y fue que a su padre lo hirieron por robarle una suma importante de dinero, elemento que fue capitalizado por los medios de comunicación, con la intención de posicionar el tema de la seguridad como elemento central a debatir en las próximas elecciones.
Es así que ella tiene tres presiones que le inoculan el miedo como herramienta de dominación. La primera, su condición jurídica; la segunda, los hechos de delincuencia común a los cuales se ve expuesta por su emprendimiento; y la tercera, que es tal vez la más importante, que sus “privilegios” sean arrebatados ubicándola de nuevo en un nivel inferior al que ya se encontraba.
Todo este coctel le impide leer de manera clara su situación, distinguir que su pobreza es en buena medida causada por las élites políticas que han gobernado el país históricamente, que su verdugo en la Fiscalía General de la Nación es amigo íntimo del presidente, quien bajo reformas tributarias ha empobrecido aún más a la gente, y que el señor de las tinieblas la va a utilizar como comodín para postular su propuesta de “amnistía general”, que traducido en palabras claras es como decir impunidad total para los parapolíticos, militares envueltos en crímenes de lesa humanidad y empresarios financiadores de la violencia política del país.
Con esto se cierra el síndrome de Epa Colombia como enfermedad colectiva de la nación, y es que se puede creer que aquel que con sevicia hizo daño, golpeó, maltrató y subyugó, con un buen ejercicio de manipulación puede volverse un aliado frente al panorama de crisis social que se tiene. Pero como toda enfermedad no se puede olvidar que existen virus o bacterias que pueden potenciar los efectos de lo que se padece; es así como surge la figura del manipulador mayor, quien aprovecha la situación para construir escenografías perfectas, con tiempos teatrales meticulosamente planificados, en actos que no se escapan a su capacidad creativa que tiene como director de obra, donde Epa Colombia entró creyendo ser actriz y terminó siendo un público ingenuo del espectáculo que estaba viviendo.
Con esto finalizo el análisis teatral y de la enfermedad. Uribe entiende el síndrome de Epa Colombia como enfermedad colectiva, por ello montó en el primer cuadro de la obra la manipulación a los comisionados de la JEP, donde envió varios mensajes. El primero es que él como sujeto y como símbolo no se va a doblegar a un proceso de justicia transicional; segundo, que la narrativa del conflicto él la va a disputar; tercero, que la propuesta de “amnistía general” o de impunidad total es el borrón y cuenta nueva para mantenerse en el poder, y que va a utilizar como una espada de Damocles a todos aquellos que tengan delitos comunes, morales y políticos para presionar su intención de impunidad.
Estamos en el interludio de la obra. Epa Colombia, como sujeto individual y símbolo de la nación, puede seguir siendo un espectador bobalicón, o puede comenzar a juntar las piezas del rompecabezas y levantarse del teatro barato que le están dando para abrir la puerta de manera crítica a otros espectáculos donde sea actriz de su propia historia, amiga.