Kundera bien lo decía en El libro de la risa y el olvido que la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido. Hoy en pleno siglo XXI pareciera que el olvido le ganó esa batalla a la memoria, es evidente la cultura de indiferencia que los ciudadanos mayormente latinoamericanos profesan a lo largo de la vida frente temas de gran relevancia nacional, se ignora la historia, incluso la reciente muchas veces por decisión propia. Esta enfermedad cultural del olvido puede ser la causante en repetidas ocasiones de legitimar la corrupción de los llamados países en vía de desarrollo.
Como daño colateral del olvido queda una sociedad vulnerable no solo hacia el fracaso, también se convierte en una sociedad manipulable, y esa es la razón de las dictaduras o de los constantes abusos de poder que atentan la democracia. Una de las grandes mentes del siglo XX Michel Foucault en la Genealogía de la Historia, hace referencia a líderes políticos y gobernantes que usan convenientemente hechos pasados para legitimar sus gobiernos e ideales y como resultado, la sociedad, la cultura y la nación desemboca en la oscuridad y en un síndrome que es peor que el del olvido, la ceguera y la constante ignorancia, porque aquel que no conoce la historia está eternamente desarmado.
En el olvido y ceguera por elección, está la ausencia de un futuro próspero y democrático, sólo quedará reivindicado el totalitarismo y el despotismo, donde no habrá fuente alguna de justicia.
En un país como Colombia caracterizado por su riqueza cultural y natural, resulta contradictorio el escepticismo en el que vive su gente, marcados por la ignorancia de lo que su patria ha vivido y de las instituciones que la definen, sumidos en la inmediatez, se enfrentan a la inevitable pérdida de identidad, donando la garantía de lo que podría ser un mejor futuro a gobernantes vanidosos, perdiendo la oportunidad de luchar por todos esos valores democráticos que les da su libertad. Su indiferencia los convierte en prisioneros a manos de líderes con poder de decisión que prometen “Paz” a cualquier precio, porque se justifica, y, poco a poco los ciudadanos ostentadores del poder supremo en un Estado Social de Derecho se reducen a ser marionetas promotoras de intereses particulares.
El olvido parece ser la respuesta a un país que ha estado marcado por la violencia y la ignorancia promovida por muchos sectores populistas durante décadas.