Si no acabamos con la polarización la polarización acaba con nosotros.
En algún momento algún congresista dijo ‘o cambiamos o nos cambian’, refiriéndose al desprestigio que por el clientelismo y la corrupción parecía caracterizar a los miembros de nuestro parlamento.
Más se aplica esto a la situación a la cual nos está llevando la intolerancia con la opinión ajena, es decir la polarización que cada vez se vuelve más marcada y en consecuencia más peligrosa.
Lo grave es que esa intolerancia se retroalimenta en el sentido de que no nace del sentimiento propio sino de la calificación que damos a la actitud de los demás. El punto de partida no es la posición que cada cual asume sino la que le atribuye a lo que acaba siendo la contraparte.
Eso sucede al no reconocer que las motivaciones para que una persona actúe en forma diferente a algo que uno cree que es correcto es simplemente unas convicciones o condiciones diferentes a las propias. Se adjudica entonces el origen de las acciones que uno no comparte a la mala naturaleza de la otra persona; se descalifica y estigmatiza a quien no participa de la misma visión que uno tiene como si esto fuera porque una mala naturaleza lo induce a buscar lo que nosotros consideramos indebido y no se toma en consideración los motivos por los cuales esa persona piensa y actúa así.
Una buena ilustración es la forma en que se pueden interpretar los esfuerzos del expresidente Belisario Betancur por buscar la Paz.
Se ha hecho mucho énfasis en el ánimo pacifista y bondadoso de su naturaleza sin destacar que fue más el fruto de un análisis lo que lo llevó a ese propósito.
En todo lo que se escribió con motivo de su deceso no encontré lo que pudo ser su contribución más importante: él justificó el inicio de los diálogos con la insurgencia con el reconocimiento de que había lo que llamó “causas objetivas” para la existencia de la guerrilla. Es decir que admitió que quienes se habían alzado en armas no lo habían hecho por pertenecer una especie de gente perversa y de mala índole sino porque sus vivencias y/o convicciones los motivaron a ello.
Y no se trata de ensalzar o dar mayor o menor mérito a su memoria. Pero sí de invitar a que nuestra admiración vaya más a su capacidad de análisis que a su temperamento; que ya que no todos nuestros dirigentes -y tal vez más los actuales- tienen las mismas virtudes de carácter por lo menos hagan el esfuerzo de seguir el ejemplo de su capacidad analítica: nada sacamos con insistir en que quienes viven en el delito son delincuentes; lo que se necesita es entender por qué lo son.
Ser periodista se convirtió en ser capaz de volver agresividad
el rechazo que sentimos
por alguno de los males que vivimos
Es eso lo que permitiría corregir las causas de nuestros males y en especial morigerar la polarización que no nos permite avanzar como colectividad; solo la tolerancia y la comprensión de que cada cual actúa porque tiene razones que a su juicio son válidas para tomar el camino que siguen nos puede llevar a remplazar con el diálogo la opción de la guerra y la represion, es decir, la idea de que cualquier decisión debe montarse sobre la base de que para ganar toca derrotar a alguien.
Y quien encabeza estos procesos son los medios de comunicación. Ser periodista se convirtió en ser capaz de volver agresividad el rechazo que sentimos por alguno de los males que vivimos. Hasta cierto punto se reemplazó el ‘síndrome d ella chiva’ en el cual los comunicadores competían por ver cuál daba una noticia primero, por algo como el ‘síndrome de la cizaña’ en el cual quien tiene más éxito es quien más logra convertir en un circo la vehemencia con la cual se expresan las diferentes posiciones.
Sean como entrevistas o como paneles, los formatos buscan la audiencia a través de la agresividad del entrevistador o de los participantes. No es casualidad que hoy en el ‘carrusel de los medios’ más que reciclar lo que dicen en ‘Julito’, o en Hora 20, o en Semana TV, o Mañanas Blu, etc., se compite por cuál consigue la notIcia o la declaración que más alimenta los enfrentamientos.
Otra vez está de moda en el Japón el negocio de cobrar por entregar un bate al cliente y permitirle que desahogue sus frustraciones rompiendo televisiones y aparatos viejos. Nuestro periodismo está cumpliendo una función parecida; cuando oigo repetir que describen a Vicky Dávila como ‘la más cizañera’ no puedo sino pensar que lo que es es la mejor y mayor exponente de este ‘Nuevo Periodismo’.
Quienes describen a Vicky Dávila como ‘la más cizañera’, posiblemente no se dan cuenta que es la mayor exponente del ‘Nuevo Periodismo’. Foto: Instagram Vicky Dávila