Las convocatorias a los paros nacionales de los últimos años las ha realizado el Comité Nacional de Paro, que se encuentra conformado principalmente por el Comando Nacional Unitario, en donde están agrupadas las centrales obreras sindicales más representativas del país. Aunque estas muchas veces llaman a la protesta, desafortunadamente las convocatorias han sido instrumentalizadas por la grupería marxista de manera oportunista: algunos se valen de esas iniciativas para pescar en río revuelto e impulsar su proyecto político insurreccional, como ha ocurrido recientemente con la denominada Asamblea Popular y la Primera Línea (a las que no les interesan las reivindicaciones de la ciudadanía, sino la desestabilización nacional).
Se ha llegado a decir que para las fuerzas extremistas marxistas en Colombia el sindicalismo es una especie de calanchín que se usa para convocar a los paros nacionales y después se desconoce diciendo que no las representa; claro que esa disculpa la usan principalmente por la pérdida de influencia que algunos movimientos y partidos totalitarios de la llamada izquierda han tenido en el sindicalismo. De ahí que apelan a organismos de fachada para aparecer como grandes protagonistas de la protesta, en donde se combinan el vandalismo, el terrorismo, la lumpenización y el narcotráfico. Sin embargo, son incapaces de hacer una convocatoria a una movilización nacional por su propia cuenta y por eso emplean al sindicalismo de mascarón de proa.
La capacidad de convocatoria del sindicalismo es un hecho irrefutable, pues hay que recordar que el año pasado (antes de que la pandemia se propagará por la nación) Gustavo Petro, con todo y su electorado, convocó para el 24 de febrero a un paro nacional, y no sabemos todavía después de casi año y medio en qué terminó dicha citación; en atención a lo cual se demuestra que en las últimas 6 décadas al sindicalismo con todo y sus dificultades es al que vastos sectores de la ciudadanía le prestan atención cuando llama a la protesta, pero la secta comunista lo que hace es aprovechar con sus diferentes disfraces, la legítima movilización para desarrollar sus abyectos planes conspirativos.
Subrayando que la lucha social no es patrimonio exclusivo de un partido político determinado ni responde a una doctrina ideológica definida, sino que es inherente a todas las personas que buscan una mejor calidad de vida, algo que no le interesa al comunismo totalitario, que con ocasión del paro nacional no permitió negociar el pliego de emergencia que se le presentó al gobierno; debido a que la miseria de las masas es la condición necesaria de la existencia del comunismo, ya sea para buscar el poder o cuando se encuentra en él.
En los últimos tiempos, las relaciones laborales han cambiado notoriamente, por eso el sindicalismo no se puede aferrar a viejos esquemas, especialmente impulsados por el marxismo que busca el enfrentamiento irreconciliable de los trabajadores en contra de los empresarios y el gobierno, para sus fines políticos burocráticos, con el sofisma de la lucha de clases, cuyo camino es la destrucción y la muerte, pretendiendo que una camarilla comunista se tome el poder político y así someter mediante la fuerza bruta a la población.
Una de las tareas del sindicalismo democrático colombiano es presionar para que el Congreso expida el Estatuto del Trabajo, correspondiente al artículo 53 de la constitución nacional que fue producto de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, pero que después de tantos años no se ha podido implementar, por lo que este es una necesidad para fortalecer la estabilidad laboral y el crecimiento de las organizaciones de las sindicales, para un trabajo decente con una vida digna.
Precisamente la jerga manejada por los mamertos acerca de que el sindicalismo debe de seguir las orientaciones del marxismo o comunismo totalitario, no permite su crecimiento y desarrollo, claro que para el caso colombiano la situación es todavía más confusa, pues en los llamados grandes medios de comunicación hay “líderes de opinión” cuyo desconocimiento en la materia es absoluto, con lo cual la falta de discernimiento no permite que estos temas se aproximen a la realidad.
No se puede olvidar que el comunismo totalitario ha sido enemigo de la lucha de los trabajadores, y Lenin consideraba a los sindicatos como una simple correa de transmisión del partido o sea que eran un objeto para la toma del poder. Precisamente, siempre habrá que recordar que lideres anticomunistas como Ronald Reagan y Lech Walesa, quienes fueron presidentes de EE. UU. y Polonia respectivamente, antes de asumir la más importante dignidad de sus naciones habían sido sindicalistas destacados, y al ser enemigos acérrimos del comunismo, se convirtieron junto al papa San Juan Pablo ll en los protagonistas de la caída del muro de Berlín que condujo a la debacle de la Unión Soviética.
La incompatibilidad entre sindicalismo y marxismo es inocultable, sin dar lugar a encuentros, porque desde la aparición del engendro comunista totalitario, siempre este aspiró a tener el dominio de las organizaciones de los trabajadores, no para propiciar las reivindicaciones sociales y económicas de los obreros, sino para utilizarlos de masa de maniobra, buscando asaltar el poder político para aplicar una dictadura en donde a los primeros que se atropella es a los trabajadores, por ello fue que se repudiaron las tesis absolutistas de Karl Marx en el siglo XIX por parte de los obreros.
El primer mandamiento del sindicalismo democrático es el pluralismo, porque la independencia y la democracia sindical son el centro de gravedad del accionar de los trabajadores, ya que no se puede permitir que sectas como el marxismo manipulen la lucha obrera. Por ello no deben existir vínculos entre las organizaciones de los trabajadores y el comunismo totalitario, porque eso lleva a una situación confusa. Y un nuevo sindicalismo es posible, pero mediante el rechazo sin ambages del comunismo que por su accionar inhumano y violento se constituye en enemigo de los trabajadores.