Cuando en marzo de 2016, se presentó en público la agenda Gobierno-ELN creímos que empezaba el proceso de lleno, pero no fue así. Cuando se instaló la Mesa, en febrero de 2017, pensamos que el primer punto, el de participación política, tendría una mayor relevancia, pero tampoco fue así. Ahora el primero de octubre se dio un tercer hito en la historia de estas negociaciones: la declaración de un cese al fuego bilateral, temporal y nacional. Esperamos que el cese sí desate el proceso de paz.
El cese al fuego, per se, demuestra varias cosas: las partes sí están hablando en serio, sí es posible firmar acuerdos concretos, es posible ir firmando e ir implementando, la Delegación del ELN tiene todo el respaldo de sus comandantes en el terreno, el cese favorece la legitimidad y, en su marco, se desatasca el tema de la participación. Esto no es poco. Pero el cese tiene un problema que trasciende a la Mesa: ni la sociedad ni lo medios de comunicación le han dado el puesto justo en la coyuntura política.
El cese se basa en tres criterios: es nacional, temporal y bilateral. Para su precisión geográfica hay identificadas 20 regiones y 13 localidades, donde hace presencia el ELN. Así las cosas, estamos ante un proceso acotado a la realidad del conflicto y que mira a los territorios y a sus comunidades.
La temporalidad no es una camisa de fuerza sino un momento obligado para una evaluación de fondo: los primeros días de enero. Si la tarea se ha hecho bien, el cese no solo se mantiene sino que se amplia. Y lo bilateral: el ELN tiene una larga lista de ceses temporales unilaterales, siendo uno de los últimos el que declararon con motivo del plebiscito sobre los acuerdos de La Habana. Ahora, por primera vez en la historia, el cese es bilateral.
El cese parte de que el ELN no se concentra pero tampoco amplía su radio de acción: mantiene su ubicación y su movilidad. Y la Fuerza Pública no pierde su capacidad de operar en todo el territorio; pero esto no es una contradicción pues en muchas zonas del país, los actores de la guerra, para su supervivencia, han creado fronteras imaginarias que no traspasan para evitar la guerra: un río, una carretera, una quebrada. Ahora se hace lo mismo.
Desde Bogotá la cosa se ve compleja,
pero los guerreros saben dónde están sus enemigos,
basta decidir, en serio, no atacarse
Desde Bogotá la cosa se ve compleja, pero los guerreros saben dónde están sus enemigos, basta decidir, en serio, no atacarse. He conocido zonas donde la policía y el ejército patrullan “por los laditos” para evitar la confrontación. Y conozco casos en que la guerrilla también evita el combate: no saliendo uniformados a los centros poblados, no usando carreteras principales. Ahora, es algo parecido pero a nivel nacional y bajo la orden de sus comandantes.
Hay tres garantías para que el cese funcione: los compromisos firmados en una decena de protocolos, que permanecen confidenciales; los acompañantes: la ONU y la Iglesia católica; y, sobre todo, la voluntad política de las partes.
La ONU sabe de verificación, luego de haber cumplido ese tipo de labores en muchas otras guerras y, en Colombia, por su experiencia en el proceso con las FARC. Ese componente internacional sería, digamos, el “corazón” del mecanismo de verificación al cual se suman otras tres partes: la iglesia, el Estado y sus Fuerzas Armadas, y el ELN.
La Iglesia pone sus diócesis al servicio de la verificación. Este país es mayoritariamente católico y, hay que resaltar, que unos de los mayores constructores de paz son esos curas de vereda, esos que conocen como pocos el país. Ellos también tienen una larga experiencia de acompañamientos a comunidades, atención a desplazados, mediación y ayuda humanitaria en medio de la guerra.
El puesto de la sociedad: la sociedad no tiene formalmente un puesto, pero los protocolos sin duda deben incluir mecanismos de comunicación pública. Se trata entonces de crear con espacios plurales, democráticos y participativos que reciba esa información sobre los avances del cese y sobre cómo va el proceso en general, y desde esos espacios irradiar la información a la sociedad.
El cese, duele decirlo, tendrá incidentes. Pero estoy seguro que las partes están comprometidas a que un incidente no será la ruptura del cese ni mucho menos del proceso de diálogo. Es también esperable que hayan establecido los mecanismos de atención de los incidentes, dentro de lo que cabe: el manejo de la información, los canales entre lo local-regional-nacional, posibles desplazamientos a terreno, informes a la opinión pública, etc.
En últimas, la instancia de responsabilidad es la Mesa de Quito: ellos crearon el mecanismo, ellos lo diseñaron y debe corresponder, solo a ellos, en dar la última palabra sobre cómo va el proceso. Y todos esperamos que, de cuando en cuando, nos den buenas noticias. De que el cese va bien y de que, a la par, avanza la participación que es la médula espinal de los diálogos de Quito.
P. D. El sábado 30 de septiembre se produjo la muerte de varios policías por el ataque de un grupo armado. Y en la noche entre el 30 de septiembre y el 1 de octubre, murió en combate el jefe del Frente del ELN, José David Suárez. Es curioso que con relación a estos actos, la prensa tuvo dos versiones diferentes: sobre lo primero, inmediatamente y sin ninguna prueba, los enemigos de la paz salieron a culpar al ELN, pero, sobre lo segundo, nadie mencionó una posible violación del cese al fuego por la muerte del líder guerrillero. Sería loable que los medios piensen si van a contribuir al cese al fuego desde una lectura más objetiva y cuidadosa de los incidentes o al contrario van a servir de eco a los enemigos de la paz.
@DeCurreaLugo