Los líderes evangélicos de Colombia parecen estar leyendo otra Biblia, y parecen estar leyendo otra realidad distinta a la que se está viviendo hoy en el país. Son selectivos, y juiciosos a la hora de repetir algunas mentiras que salen del seno de la extrema derecha colombiana, aliados naturales en la legislatura actual en el Congreso de la República.
A los sectores del fundamentalismo evangélico colombiano, se les olvida que, Los Profetas del Antiguo Testamento tienen en común una cosa, la denuncia contra todo tipo de dominación, abuso de autoridad y abuso contra los marginados de la tierra.
En numerosos pasajes de las escrituras se invita a aquello, se insta a denunciar a los malos gobernantes y lo hacen con vehemencia. El profeta Isaías, por ejemplo, dice: “No saben obrar con rectitud, sus palacios están repletos del fruto de su violencia… Odiáis el bien y amáis el mal, arrancáis la piel a la gente y dejáis sus huesos al desnudo". Por su parte, el profeta Amós pone de manifiesto la barbarie de algunos y dice: “Esto es lo que dice el Señor. Son tantos los delitos de Gaza que no los dejaré sin castigo. Por haber deportado a poblaciones enteras entregándoselas a Edom… Son tantos los delitos de Edom que no los dejaré sin castigo… por perseguir a su hermano y no haber tenido compasión manteniendo un odio implacable y perpetuo” (1:6-7,11).
Amós es un profeta que al igual que Jesús, se juega la vida por denunciar la crudeza de aquello que no estaba bien en sus gobernantes, “oprimís a los pobres, maltratáis a los necesitados… Hay de los que cambian el derecho en amargura y arrastran por tierra la justicia… odian a quien pide un juicio justo y detestan al que testifica con verdad… aplastáis al inocente, aceptáis sobornos, atropelláis al desvalido en el tribunal”.
Volviendo a los evangélicos colombianos, específicamente a los que hacen parte de la legislatura, preguntamos: ¿qué biblia leen?, ¿de qué lado de la historia están?, ¿del lado de los pobres?, ¿o del lado de los que oprimen, de aquellos que prevarican, reciben sobornos, tuercen el derecho, oprimen al necesitado para satisfacer sus deseos?
Los políticos evangélicos de Colombia Justas y Libres olvidan pasajes del Nuevo Testamento que recogen la misión de Jesús en la tierra. El Evangelio según San Lucas dice: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos. Y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos".
Usted, que llegó a este punto de la lectura, sepa que existimos creyentes comprometidos con el desarrollo de las comunidades, que pedimos que haya un diálogo que sea intercultural, intergeneracional, interdisciplinar, abierto y plural porque así fue el movimiento de Jesús, no una secta excluyente y mucho menos aliado al poderío militar.
Hacemos una invitación a que la Confederación Consejo Evangélico de Colombia (Cedecol), en cabeza de su presidente (el pastor Edgar Castaño Díaz), haga un pronunciamiento en contra de toda forma de violencia venga de donde venga, reclame por la vida de los jóvenes detenidos hasta el día de hoy y que no se sabe absolutamente nada de ellos.
Aprovechamos también para acoger el pronunciamiento hecho por teólogas, teólogos, biblistas, educadoras y educadores de distintas comunidades y confesiones religiosas que hicieron pública su posición denunciando y advirtiendo:
1. El asesinato, desaparición, persecución, represión, violaciones y estigmatización estatales que están sufriendo muchas personas en las calles de Colombia, especialmente jóvenes, quienes protestan contra el gobierno presidido por Iván Duque y su grupo político, contra las medidas que ha implementado y propone en detrimento de la vida, dignidad, salud, educación y trabajo de la población; la generación de violencia y destrucción al interior de las marchas por parte de actores externos infiltrados que empañan las justas peticiones y reivindicaciones de quienes marchan. Les rogamos que cese la violencia y represión que ha costado vidas de civiles, policías y muchos heridos.
2. El asesinato y persecución de lideresas y líderes sociales, indígenas y campesinos por parte de diferentes grupos armados en todo el territorio nacional y la indiferencia, invisibilización y estigmatización hacia su labor.
3. El asesinato y persecución de firmantes del acuerdo de paz.
4. La persecución y estigmatización de maestras y maestros, especialmente quienes trabajan en zonas de conflicto y presencia de grupos armados.
5. La corrupción enquistada en las diferentes esferas del poder (político, militar, policial, empresarial, social y de medios de comunicación, entre otros) que se convierte en destructora de vida y dignidad.
Rogamos a Dios que la violencia cese, que la corrupción sea castigada y que prime el respeto a la vida.