Mientras celebraba la noticia de la sentencia de 40 a 175 años por abuso sexual para el exmédico de las gimnastas norteamericanas, me enteraba a cuenta gotas de las denuncias de violación que hacia una querida y respetada periodista colombiana a través de una, para mí, sentida y dolorosa columna.
Los desgarradores testimonios de las jovencitas que con valentía contaban en detalle los desmanes y locuras del hombre que escondido detrás de un sistema aprovechaba su estatus para profanar el inocente cuerpo de las preadolescentes, se contrastaba con las diversas interpretaciones y juicios que desconocidos hacían en las redes y los medios sobre la pavorosa experiencia de Claudia Morales.
Agradecí entonces, con algo de culpa, estar lejos de la cultura machista, miedosa, poco preparada y más lista al juicio que a la solidaridad.
Reconocí la posibilidad que tengo hoy, acá, de conversar con mis hijas usando ejemplos reales sobre la importancia de expresarse sin miedo y de señalar con firmeza y nombre propio a quienes usan su poder, su posición, o su profesión para amedrentar, abusar o debilitar.
Esperé con ansias, la solidaridad de otras víctimas que como en otros países se han levantado cuando ven que una de ellas logra, con una valentía indescriptible, no solo elevar la voz y tratar de liberarse de los terribles efectos que tienen el abuso y la violencia, sino abrirle el camino a otras para que se expresen y se deshagan por fin de un secreto que carcome y enferma.
Y aún hoy la espero.
El contraste de las dos noticias por la reacción de los lectores, la calidad de los titulares, el tono de los escritos al respecto, y los comentarios en las redes, me demuestra que aún estamos muy lejos de lograrlo.
No veo la hora de que en Colombia
surja un movimiento liderado por hombres y mujeres
como el famoso #Metoo
No veo la hora de que en Colombia surja un movimiento liderado por hombres y mujeres como el famoso #Metoo, con el fin de iluminar la prevalencia y repetición de estos actos irracionales que dejan cicatrices de por vida, para que algún día podamos sanar las graves falencias que permiten que actos como estos sucedan, se protejan y se escondan.
Espero que mis hijas puedan en un futuro cercano decir que son ciudadanas de dos países en donde guardar silencio no es la norma, si no la excepción.
