El silencio de Carolina Sanín con el asesinato de Yuliana Andrea Samboní

El silencio de Carolina Sanín con el asesinato de Yuliana Andrea Samboní

Una fan de la escritora, desilusionada, se pregunta "Sanin y Uribe Noguera ¿No pertenecen ambos a la élite colombiana, esa que tiene acceso a las mejores universidades del país y del extranjero?"

Por: Monica García
diciembre 12, 2016
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El silencio de Carolina Sanín con el asesinato de Yuliana Andrea Samboní

Suceden cosas horribles en este mundo. Suceden cosas horribles en mi país. Hemos visto en el transcurso de muchos años homicidios, masacres, descuartizamientos, violaciones y empalamientos. Acabamos de pasar una semana plagada de noticias cada vez más escalofriantes sobre el rapto, maltrato, abuso sexual y asesinato de una niña indígena desplazada de 7 años, al parecer, perpetrado por un individuo perteneciente a una familia prestante. Los detalles son aberrantes. La rabia y el afán de venganza expresada en el muro de lamentaciones en que se han convertido las redes sociales no se ha hecho esperar.

En el trasegar por mi página de facebook tropiezo con un estado que dice: "A los colombianos se nos va la vida de indignación en indignación". Nada más cierto y también el que nos sintamos aliviados sólo por el hecho de expresarla sin pensar siquiera en que algo debe hacerse para que esto no siga sucediendo. No nos pasa por la cabeza que las cosas deben cambiar. Que todos debemos hacerlo.

Entonces yo, una de esas tantas indignadas, desde hace un buen tiempo me he convertido en hincha furibunda de una mujer fuerte, aguerrida, a quien no le tiembla la mano para señalar, desde su facebook, la ignorancia, el machismo y la bajeza que nos caracterizan como sociedad. Esta mujer, de nombre Carolina Sanín, entre otras causas defendió como la que más el Nobel de Literatura entregado a Bob Dylan e insultó a todo el que se atreviera a contradecir las decisiones del Comité, atreviéndose a tildar de "parido por el ano" (aunque luego se enredara tratando de negarlo) a uno de los huérfanos más ilustres de esta guerra nuestra: el señor Héctor Abad Faciolince.

Pero, para mi sorpresa, mi heroína ha guardado un silencio sepulcral (frase que tildará la susodicha de lugar común si algún día se dignara a leer este humilde escrito) sobre el caso de Yuliana. Desde el 4 de diciembre me he dedicado a revisar con atención su perfil y nada; ahí están sus reflexiones profundas sobre cosas importantes, como la última película de Oliver Stone; frases inteligentes de quien debe ser su alter ego masculino, el poeta maldito (bautizado así por mí), Girolamo Vico Acquanera, de quien desconozco si sea un personaje real o ficticio, mi ignorancia supina en casi todos los temas del mundo me impiden saberlo.

Al principio creí que se trataba de un tema muy doloroso para ella como para ventilarlo en un estúpido muro de facebook, pero recordé que es una auto declarada feminista, que hace un par de semanas denunció un caso de acoso contra ella misma por parte de una página de matoneadores habituales en estas redes, exigiendo a las directivas de la universidad en la que es profesora a pronunciarse y rechazar de manera contundente la publicación de unas fotos suyas, una de ellas alterada para que apareciera con un ojo morado, demanda a la que me sumé por considerarlo un acto violento y degradante; y de pronto pensé: ¿no será amiga o conocida de la familia o del mismo imputado? ¿No pertenecen ambos a la élite colombiana, esa que tiene acceso a las mejores universidades del país y del extranjero? ¿Hará parte del círculo de amigos y familiares del presunto asesino que han decidido hacer un pacto de silencio para no contribuir a dañar aun más su ya maltrecha imagen?

No pretendo con esto acusarla y menos contando con el único argumento de que, por pertenecer ambos a una clase privilegiada, deban conocerse o tener alguna relación; sólo pretendo expresar mi decepción ante lo que para mí es un abandono por parte de una de las grandes luchadoras por los derechos de la mujer en nuestro país. Espero que nunca llegue a leer esto, porque estoy segura de que sus críticas girarían entre otras cosas, en torno a mi pésimo uso del gerundio, tema en el que suele ser un poco reiterativa. Aun así, pienso correr el riesgo. Al fin y al cabo la señora Sanín es también una abanderada de la libertad de expresión. ¿O no, Carolina?

 

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