No se trató de una pandemia global ni con el arrollador nivel de contagio del Coronavirus pero quienes contraían el VIH o SIDA eran considerados unos condenados a muerte
Hubo un momento, a finales de los setenta, en que ser gay estaba de moda. La música, el cine, las fiestas, todo tenía una onda queer. Pero apareció el SIDA y todo cambió. De un momento a otro ser homosexual era sinónimo de degeneración, de decadencia, una abominación que se condenaba en los atrios de todas las iglesias. El ano era una tumba.
La desinformación era total. Decían que se transfería sólo con tocar a un infectado, que los heterosexuales estaban a salvo. Proscritos, despreciados, la comunidad gay vivió una mortandad bíblica. Los heterosexuales, en silencio y muchas veces encubriéndose en el cáncer de páncreas, también sufrieron el rigor de la enfermedad. Entre 1980 y el 2019 han muerto 37 millones de personas. Es un contador que jamás para.
La enfermedad se cebó con las estrellas, con los artistas. Estos sólo son algunos de los personajes que cayeron derrotados por el VIH
Luis Caballero: No hay nada más potente que esos torsos castigados pintados por Luis Caballero. Enigmático, vivió en París desde 1969. En 1994, cuando ya la muerte le colgaba en los hombros, se devolvió a Bogotá a morir en el lugar donde nació. Tenía 52 años, era abiertamente homosexua, se consideraba un discípulo de Bacon y cuando murió dijeron que lo había consumido un síndrome cerebeloso. Nadie sabía qué era eso pero todos sabían que era SIDA.
Lorenzo Jaramillo: Pintor, escenógrafo, arquitecto, no había una pintura más indomable que Lorenzo Jaramillo. En el París donde fue feliz desarrolló una de las obras más interesantes y menos conocidas de la pintura colombiana. Cuando se supo que el demonio del Sida lo había tocado regresó a Bogotá. Allí Luis Ospina grabó el documental Nuestra Película en donde se ve, hermosa y descarnada, su agonía. Tenía 37 años.
Michel Foucault: El más importante de los pensadores de la modernidad tenía gustos exóticos: irse, por ejemplo, al París Musulmán vestido de cuero y taches a recibir palizas que calmaran su sadomasoquismo galopante. Era abiertamente promiscuo y sus orgías bañadas en LSD llegaron a ser célebres. Murió en París el 25 de junio de 1984. Tenía 58 años
Miles Davis: Adicto a la heroína desde que tocaba en los bares de Nueva York con Charlie Parker, Davis vivió los rigores de la plaga que se llevó a tantos adictos a los que no la importaba compartir agujas en cada chute. Murió en Nueva York por una neumonía derivada del VIH. El trompetista más grande del jazz tenía 65 años.
Rock Hudson: Los que tienen más de cincuenta años lo recuerdan. El escándalo duró meses. En 1985 Rock Hudson, el héroe de tantos westerns, moría de SIDA y se convertía en la primera estrella de Hollywood en morir por la enfermedad maldita. Sus fans republicanos, además, descubrían que habían idolatrado durante años a un homosexual. Tenía 60 años.
Rudolf Nureyev: Los millenials no lo entenderían, pero hubo un momento, en plena década de los setentea, en el que un bailarín clásico se convertía en una figura pop. A Nureyev lo deseaba todo el mundo, desde la Princesa Margarita hasta Mick Jagger. Era la estrella del ballet de Kirov de Leningrado, en los tiempos de la Unión Soviética, cuando decidió emigrar a Francia en 1961. En 1992, cuando murió a los 54 años, pidió ser enterrado en su ciudad amada, París.
Freddie Mercury: Nadie sabía que tenía la enfermedad hasta que murió en octubre de 1991 a los 44 años. Su voz siempre sonó fuerte. La promiscuidad de ser una estrella de rock consagrada terminó apagándolo. Casi treinta años después de su muerte su leyenda está más viva que nunca.
Anthony Perkins: Si, el actor que encarnó al Norman Bates de Sicosis, el sicópata más recordado del cine, murió por complicaciones derivadas del VIH: Murió en Los Angeles en 1992 a los 60 años.