Vicky está sola en la tarima. Está vestida de azul oscuro. Da indicaciones con firmeza a una de sus asistentes. Desde que tomó las riendas del mediodía en La W lo convirtió en un horario esperado por los oyentes y logró colonizarlo con su sello.
Hace un sol de justicia sobre el techo de cristal de Hacienda Santa Bárbara. Todos nos achicharramos, todos sudamos, menos Vicky, a pesar de la presión que le sobreviene y que carga en sus espaldas.
Hacia las 10:30 a.m. canceló Iván Duque y una hora después empezó la catarata de cancelaciones: De la Calle, Vargas Lleras y Gustavo Petro, quien fue el último de ellos en decir que no asistiría y que además, según ella, estaba a dos cuadras del lugar.
El único que llegó fue Sergio Fajardo, quien saludó con cariño a una Vicky a la que solo le empezó a hablar al mediodía, el horario donde empieza siempre su programa.
A Vicky se le notaba la incomodidad, especialmente con Iván Duque. No disimluó la rabia. Tanto, que uso su micrófono para hablarle claro al candidato del Centro Democrático: "Usted no puede decirle al presidente Santos que no tiene palabra cuando usted había dado la suya de venir y no solo no lo hizo sino que generó un boicot con los otros candidatos para que no vinieran acá".
Una señora mayor, sentada en primera fila y con una visera naranja de Duque, le gritó a la periodista: "Vicky estás equivocada, Duque no llegó porque hay trancón en la séptima". Vicky no la escuchó, nadie pudo escucharla.
Con aplausos y consignas las cien personas que llegaron a escuchar el debate presidencial aplauden al único que cumplió: Sergio Fajardo. Y mientras el candidato de la Coalición Colombia habla, Vicky Dávila revisa sus apuntes en su iPhone. Parece en otra parte.
Sobre la tarima cambia con habilidad el plan que tenía listo para el debate que no lo fue. Todo su cuerpo se mueve, menos sus tacones color piel. Alza la cabeza cuando parece aclarársele el pensamiento. Suelta dos preguntas en donde se enfatiza su rabia: ambas están centradas en la palabra férrea que debe tener el próximo presidente de la República.
Sin embargo, la noticia de la abrupta cancelación de los candidatos no tomó tan de sorpresa a la gente de La W, confirmó la advertencia que el viejo zorro del poder y de los medios Julio Sanchez, el director de la W, le habia hecho con anterioridad a su equipo.
En primera fila, Lucrecia Ramírez, la esposa de Fajardo, observa atenta las respuestas del candidato profesor. Tiene una camisa manga larga roja, jeans y zapatos negros bajitos. Lleva el pelo recogido y las gafas negras la ocultan entre la multitud. Ana Lucrecia, en caso de que se dé una sorpresa el próximo domingo, sería la única primera dama —primera mujer diría ella, porque no es un adorno de nadie— en no vivir en la Casa de Nariño.
25 minutos corridos. Sin ir a comerciales. Ya no hay sol. El público celebra cada salida de Fajardo. Hay un reconocimiento con el candidato profesor. “Me dicen tibio porque no ataco a mis rivales, pero mire a donde está este tibio, a punto de ser presidente de la República". Una ovación estremece una sala a la que el bochorno hace sudar a más de uno.
Con su experiencia, Vicky Dávila le saca punta a la situación sin amedrentarse por la ausencia de los demás candidatos decide robarse el show y darle todo el espacio a Sergio Fajardo. El único serio, como reconoció en varias oportunidades. Es una estrella y ella lo sabe. Habla y el pelo se le mueve, inconscientemente seductora, el público la reconoce, está con ella, la quiere. Su público en Facebook live aumenta a 20 mil, da la cifra, el público lanza otra ovación.
El tema ahora es Popeye y Guacho, los dos alias más famosos de Colombia. Pero el tema para Vickie es otro: las redes sociales. Cascada de trinos y seguimientos a estadísticas de su audiencia en vivo.
Vicky lo interrumpe y sin seguir el hilo natural de la respuesta, la periodista le dice: "¿Sabía, doctor Fajardo, que somos la segunda noticia del país?". Fajardo queda desubicado y Vicky, con habilidad, ubica la atención sobre Lucrecia.
"Doctor Fajardo, acá en primera fila está Lucrecia, su esposa, ¿qué le quiere decir a ella?". Fajardo habla de su compromiso con las mujeres, la llena de flores. Lucrecia, con gesto teatral, casi sobreactuada, se quita las gafas oscuras y se limpia una lágrima que no tiene.
Vicky, ya dueña de un debate que se convirtió un reality alrededor ella, invita a Lucrecia a subir al escenario. Abandona su atril, lo mueve, le da el espacio suficiente para que llegue al clímax de su show y al coro de "beso, beso". La pareja responde, se abraza con cariño.
Fajardo vuelve a tomar la palabra, explica, farragoso, difícil de seguir, qué hará con la extradición de Santrich. Creo que sí lo hará, aunque no está seguro. La señora de ochenta años, que está activa desde el inicio del debate que no fue, grita " que paguen esos criminales, ¿dónde están las armas?”. Fajardo la ignora, Vicky, pegada a su celular, vuelve a interrumpir: "¿Sabe, señor Fajardo, somos tendencia número 1?". El público grita, aunque nadie lo hace tan estruendosamente como lo hace la señora del bastón.
Vicky deja el celular a un lado y se mete en la entrevista. Ya es número 1 de tendencia. Lo ha logrado. Lo demás pareciera no importarlo, peor para los candidatos que no cumplieron con su cita. Vicky le pregunta a Fajardo qué hará con los venezolanos en Colombia y él le responde que los tratará con humanidad como lo hicieron los venecos con millones de colombianos hace unas décadas. La señora del bastón grita: " tampoco tanto". Al lado dos periodistas de La W parecen estar de acuerdo. Cuchicheando se cuentan historias sobre lo terrible que se ha vuelto los barrios en donde viven por culpa de los venezolanos, ya lo que piense Fajardo del problema no importa.
Fajardo se despide diciendo que voten por él para derrotar a Duque y Uribe en primera vuelta. Estallan los aplausos, cuatro escoltas entran por la parte derecha del escenario. Vicky vuelve a hablar de la grosería de los otros candidatos que no fueron. Los esquemas de seguridad se activan. Alguien se acerca a mí y a Leonel, quienb me acompaña con su cámara. Nos piden documentos, nos exigen que nos muestren las fotos que tomamos. Cinco minutos bastan para que nos dejen en paz.
Los esquemas de seguridad se activan, pero Vicky no se resigna a que sea más que un debate fallido. Se atreve a decir públicamente que votará por Fajardo. El público estalla.
Se acaba la transmisión, una nube de fotógrafos se acerca a Vicky y a Fajardo. La presentadora es abrazada y fotografiada por curiosos. Con dificultad se va alejando de ellos por entre los flashes y las cámaras. "Vicky presidente", le grita un espontáneo en la tarima y ella sonríe con un brillo en los ojos, como si se lo creyera.