Tengo por costumbre salir a esperar Transmilenio en la estación de la granja por la calle 80 de lunes a viernes a eso de las 7 a.m. para ir a mi lugar de trabajo. Hoy como siempre me dirigía a esperar el bus, mientras iba caminando para llegar al segundo vagón, donde hace la parada el B10, observé que por una de esas puertas la gente abría espacio para que un muchacho ingresara sin pagar el pasaje, indignada por la ausencia de policía me ubique en la “fila” para esperar.
Después de 40 minutos aún seguía esperando, habían pasado cinco buses B10 y tres B55, pero fue imposible subir, ni se abrían las puertas de lo llenos que estaban. Cuando pude llegar a mi destino, la estación de la calle 100, una mujer me da el periódico oficial de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Solo faltaba que Carlos Bacca me diera un empujón para escribir.
La movilidad en la ciudad siempre ha dado de que hablar y más si es del Sistema Integrado de Transporte, que los buses van muy llenos, las rutas se demoran en pasar, no tenemos el espacio mínimo vital, los vendedores ambulantes, que la tarjeta no me sirve en esta troncal y para qué mencionar la seguridad si hasta el pasado 30 de abril se habían registrado 841 denuncias por actos de inseguridad en Transmilenio, siete denuncias diarias, sin sumar los actos que no son denunciados.
Antes de que se diera en marcha el proyecto de Transmilenio, podíamos trasladarnos en transporte público un poco más cómodos, contábamos con 20.764 vehículos, entre buses, micros, busetas y camionetas. ¿Será qué la población no ha aumentado? Hasta 2005 el DANE reportaba una población de más de seis millones de habitantes, en este año las cifras son de más de siete millones y medio sin sumar la población de las zonas aledañas y aún así la alcaldía pretende entregarnos un poco más de 12.000 vehículos, un desfase de más de ocho mil buses, frente a los registrados por CEPAL (2002) en su informe Evaluación del impacto económico del transporte urbano en la ciudad de Bogotá.
No puedo negar que el SITP nos ha brindado beneficios y se ha esforzado por la inclusión de las personas en condición de discapacidad, pero ¿en realidad podemos llamarlo más humano?, o debemos preguntarnos ¿en qué condiciones viajan los beneficiaros? ¿Nos merecemos esta clase de transporte? Si seguirá siendo el transporte público de la mayoría, dejaremos pasar el tiempo viendo conductores irresponsables, largas filas, robos múltiples, ventas ambulantes, incendios de buses, como fue el día de hoy en la Boyacá con calle Novena. Quedarnos esperando a ver cómo se sigue moviendo nuestra ciudad, cruzados de brazos, ha sido nuestro pan diario.
@lau_snchz1