“La Joya de la Corona”. Ese fue la “chapa” que el expresidente Juan Manuel Santos le puso al Sena. Y no falta razón. En todas las encuestas que se han hecho para medir la favorabilidad de las entidades públicas, el Sena siempre aparece como la más querida.
¿A qué se debe esa percepción? A que más de 20 millones de colombianos han sido formados en esta entidad.
Lo que les ha cambiado la vida a millones de personas, porque un diploma del Sena equivale a un certificado de calidad. Todo el que pasa por esa institución sale bien formado.
La historia del Sena es única. Esta entidad no nació por iniciativa de un congresista, de un ministro o de un presidente. Su inspirador fue Rodolfo Martínez Tono, un joven estudiante de la Universidad Nacional que, en su tesis de grado para optar por el título de abogado, titulada La Formación Profesional en el Marco de una Política de Empleo, planteó la creación de una entidad que fuera capaz de formar a los jóvenes rápidamente y en oficios útiles, para que tan pronto egresaran pudieran ponerse a trabajar.
En sus inicios, El Sena se llamó Instituto de Capacitación Obrera y funcionaba en una pequeña oficina de la Nacional. Para captar los primeros aprendices, Martínez Tono se desplazaba a la entrada de las fábricas, se paraba sobre un viejo bus y, megáfono en mano, invitaba a los obreros a formarse.
Tuvo la suerte Martínez Tono de que durante la Junta Militar que reemplazó al dictador Rojas Pinilla fungió como ministro de Trabajo el también cartagenero Raimundo Emiliani Román, que creyó en el sueño de su paisano y lo promovió ante la Junta. Así, en 1958 nació el Sena. Su nombre fue tomado del río que atraviesa Paíis porque Martínez Tono amaba esa ciudad.
Durante 17 años Martínez Tono dirigió el Sena con mano de hierro. Gracias al aporte de los empresarios que daban el 2% de la nómina de sus empresas para financiar la entidad y a la tenacidad de este cartagenero, en pocos años el Sena se convirtió en una institución ejemplar.
No solo por la cantidad de gente que formaba sino por su modelo administrativo, transparente y eficaz. En el Sena nadie era nombrado por intrigas políticas. Todas las designaciones se hacían por concursos de méritos. Martínez solía ufanarse de que los políticos no se atrevían a ir a su oficina a recomendar a nadie porque sabían que él los sacaba corriendo.
Cuatro presidentes entendieron la importancia del Sena y mantuvieron a Martínez en su cargo. Pero llegó Alfonso López Michelsen, que no aceptaba que una entidad tan importante por su presupuesto y por la cantidad de puestos que manejaba, fuera inmune a la política.
Y decidió remover a Martínez del cargo para reemplazarlo por un burócrata de cuyo nombre no me acuerdo. Y que, por supuesto, abrió la puerta de par en par para que los políticos entraran a la entidad.
A pesar de esa politización, el Sena mantuvo su importancia gracias a que por su dirección pasaron funcionarios lúcidos, que entendieron la importancia de la misión de la entidad y la manejaron con pulcritud y criterio técnico.Entre esos directores resalto a Gilberto Echeverry, Enrique Low Murtra, Darío Montoya, Gina Parody y María Andrea Nieto.
Conozco esta historia de memoria por la sencilla razón de que soy hijo de ese abogado cartagenero. Por supuesto, un hijo muy orgulloso de la inmensa obra que Martínez Tono construyó.
Ese vínculo familiar y el cariño natural que le tengo al Sena me obligan a denunciar la forma vil como algunos dirigentes políticos, que no le han aportado nada a esa entidad, han explotado su nombre en propio beneficio.
El hoy senador Wilson Arias, llegó al Congreso gracias al apoyo de los sindicatos del Sena y al proselitismo que ha hecho en la entidad
El principal de ellos es el hoy senador Wilson Arias, que llegó al Congreso gracias al apoyo de los sindicatos del Sena y al proselitismo que ha hecho en la entidad. Incluso, en una elección, cuando mi padre aún vivía, Arias no tuvo empacho en venderse como el “candidato del Sena”.
En ese entonces, Arias empapeló un puente ubicado en una vía estratégica de Cali son pancartas en las que aparecía como el “hombre del Sena”. Mi padre casi muere de la rabia cuando vio semejante utilización abusiva de la entidad que él creó. “Si yo hubiera hecho eso, habría sido presidente de Colombia”, aseguró.
Una rabia similar me produjo ver a Arias adoctrinando a unos aprendices del Sena y obligándolos a sumarse a la marcha que promovió el petrismo para protestar por el hundimiento de la reforma laboral. Eso no solamente es un abuso sino que le causa a un grave perjuicio a los aprendices.
Por culpa de Alfonso López la política llegó a la administración del Sena. Pero Arias hizo algo mucho peor: politizar a centenares de aprendices del Sena y llenarlos de odio en contra de la empresa privada y de los empresarios.
Consecuencia: los empresarios que antes recibían con gusto a los practicantes del Sena han comenzado a mirarlos con desconfianza. Y muchos ya no quieren contratarlos.
De ese tamaño es el ‘servicio’ que Arias le ha prestado al Sena.
Arias no quedará en la historia del Sena. En unos años nadie recordará la utilización abusiva que hizo de la entidad. El que sí quedó para siempre impreso en la historia de la institución fue Rodolfo Martínez, quien nunca usó su obra para su propio beneficio.
Como dijo el expresidente Belisario Betancur, en la bella carta que escribió a propósito de la muerte del fundador del Sena: “Rodolfo nunca pensó en pedestales propios, ni pasó cuenta de cobro, apenas fue un espectador de su propia satisfacción”.
Qué tristeza que esa cuenta de cobro la pasen personajes como Wilson Arias que nada le aportó a la construcción del Sena, pero sí está haciendo mucho para destruirlo.
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