La industria alimenticia no ha sido todavía capaz de diseñar un batido con las propiedades alimenticias, dietéticas y psicológicas del semen. Auténtica chispa de la vida y no, como presumía, Coca Cola. Para empezar, el líquido encargado de trasportar los espermatozoides esta lleno de nutrientes y la larga lista incluye glucosa, calcio, magnesio, zinc, fósforo, sodio, vitaminas C y B12 o proteínas. Todo con un bajo poder calórico. Los manuales de supervivencia aconsejan que si se está en una situación extrema, sin comida ni nada que llevarse a la boca, se recurra a esta sustancia de fabricación propia y marca blanca para retrasar la desnutrición. Con la ventaja de que se puede elegir la vía de administración que más guste.
Las propiedades alimenticias y culinarias del semen no pasaron desapercibidas al chef Fotie Photenhauer que ha escrito Natural Harvest, un compendio de recetas con este ingrediente. Como escribe este cocinero en su libro, “el esperma no solo es nutritivo sino que además tiene una maravillosa textura y unas propiedades sorprendentes en la cocina”. “Como el buen vino y los buenos quesos, el sabor del semen es complejo y dinámico”, añade Fotie. Otras de las ventajas de este ‘preparado’ es que es económico, está presente en la mayoría de los hogares y sigue la nueva tendencia culinaria del Kilómetro 0, que aboga por productos locales y muy frescos.
Pero quizás uno de los mejores beneficios de este fluido sea su potente acción antidepresiva, gracias a un conjunto de sustancias que revivirían hasta a un muerto: oxitocina, molécula del amor y afrodisíaca; serotonina, el más popular de los neurotransmisores con la función de regular el ánimo; cortisol, que aumenta la sensación de afecto entre dos personas; estrona, mejora el ánimo; prolactina, un antidepresivo natural, o melatonina, que mejora los tiempos del sueño. Todo infinitamente más barato que un psicólogo o terapeuta.
Como apunta Ana Fabregat, farmacéutica, analista clínica con máster en reproducción asistida y doctora en medicina clínica del Instituto Bernabeu, en Alicante; especializado en técnicas de reproducción asistida, “hace once años la proporción media en una muestra de semen era de entre 70 y 100 millones de espermatozoides por milímetro. Ahora la media ha descendido hasta los 30- 50 millones. En nuestra clínica los donantes de semen deben ser varones jóvenes, sin hábitos tóxicos, con una calidad seminal entre los 50 y 60 millones de espermatozoides y que además, éstos tengan una movilidad del 50%”. La calidad de este fluido ha empeorado considerablemente en los últimos años, ya que no solo contiene menos espermatozoides, sino que éstos son más perezosos y se mueven más lentamente. La Organización Mundial de la Salud ha bajado sus parámetros en 2010, y lo que antes era considerado como patológico, ahora está dentro de lo normal.
La razón de esta peor calidad hay que buscarla, según indica Fabregat, en la contaminación y en la alimentación. “La polución aumenta la producción de radicales libres, sustancias que afectan a los espermatozoides. El aire que respiramos está lleno de sustancias químicas con estructuras muy parecidas a los estrógenos, que están ‘feminizando’ al varón. Hay peor calidad de semen y en el hombre hay rasgos secundarios propios del otro sexo, como puede ser la menor presencia de vello. Este es un problema difícil de combatir, como no sea trasladándose a vivir a zonas rurales y con menor contaminación atmosférica. Con la alimentación pasa lo mismo. Habría que renunciar al agua –el plástico de las botellas altera el sistema hormonal-, a las latas de conservas –los revestimientos internos que llevan son perjudiciales- y a otros productos de uso frecuente y cotidiano”.
Si unimos el hecho de que la calidad del semen es cada vez peor con la tendencia de las mujeres a decidirse a ser madres cada vez más tarde, tendremos un cóctel molotov para acabar con la raza humana sin necesidad de esperar demasiados años. “Los embarazos espontáneos empiezan a ser cada vez más complicados”, reconoce Fabregat. “La primera opción a la que se recurre es la de la inseminación artificial del cónyuge. Por una parte se estimula el ovario de ella, y por otra se mejora la calidad del semen del padre. Esto se complementa con una inseminación en el momento más adecuado para la mujer. Si esta fórmula falla, siempre se puede recurrir a otras más sofisticadas, como la fecundación in vitro”. Tal vez sea esta la estrategia del planeta Tierra para desembarazarse de la raza humana, que tantas veces ha demostrado su poca inteligencia y estupidez. Impidiendo, poco a poco, que se reproduzca y, por lo tanto, que contamine y que interfiera con el resto de vida inteligente.
Así como la mujer tiene su ciclo menstrual, en el que se produce la ovulación, maduración del óvulo y fertilización o, en caso de que no se de este fenómeno, eliminación del mismo por la menstruación; el equivalente masculino a este proceso sería la espermatogénesis. Es decir, la producción de espermatozoides, que dura entorno a los 75 días. Durante ese tiempo estas pequeñas células, destinadas a fecundar al óvulo, se producen en los testículos, crecen, se hacen fuertes y ágiles y, con el tiempo, se oxidan y mueren. Si hay eyaculación son expulsados y, si ésta no se produce, una vez muertos son reabsorbidos por el cuerpo.
Este ciclo hace que, como apunta Fabregat, “las calidades de un eyaculado varíen, ligeramente, de un día a otro”. Según Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga, directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona y directora del Instituto Iberoamericano de Sexología, “para tomar una muestra de semen y comprobar el nivel de fertilidad del hombre, se piden cinco días de abstinencia –individual y en pareja-. Así se puede medir mejor la cantidad de espermatozoides, su movilidad y el nivel de malformaciones. Hoy en día si una pareja tiene dificultades para tener un hijo, las estadísticas dicen que en un 50% será problema del hombre y en otro 50%, de la mujer”.
Existe una diferencia esencial entre los dos sexos que reside en el hecho de que las mujeres, llegadas a una edad, dejan de fabricar óvulos; mientras los hombres siguen produciendo espermatozoides. Sin embargo, los años también pasan factura a la gran mayoría del género masculino, salvo raras excepciones como el padre de Julio Iglesias, que tuvo descendencia cuando ya había cumplido los 80 años.
Aunque la planta de producción continúe abierta durante más tiempo para los varones, el acabado del producto ya no es el mismo y su capacidad de fertilidad disminuye considerablemente. Según Molero, “con los años, la calidad del esperma se ve afectada, sobre todo porque los niveles de testosterona bajan y esta hormona tiene un papel decisivo en la espermatogénesis. Un octogenario puede eyacular pero la cantidad de semen será mucho menor, contendrá menos espermatozoides y éstos serán muy lentos o inmóviles. Podemos decir que el inicio del declive, en términos de fertilidad masculina, podría situarse a partir de los 50 años. Especialmente si tiene lo que se llama el déficit de testosterona del varón maduro. Por otro lado, si partimos ya de una peor calidad de semen en hombres jóvenes -respecto a la que tenían nuestros abuelos-, debido a determinadas sustancias químicas presentes en el aire y en los alimentos, es muy probable que cuando las nuevas generaciones alcancen la madurez estén en una situación peor que las de ahora”.
Como apunta Molero, “otro de los factores que empeoran la capacidad reproductiva del hombre son los slips o ropa interior demasiado ajustada, ya que el calor excesivo no es bueno para los testículos, que deben estar frescos y aireados”. Ya saben, se impone la falda escocesa al modo de los rudos habitantes de las Highlands. Es decir, sin nada debajo.
En el sexo, la respuesta fisiológica y cerebral no siempre están coordinadas. Por eso algunas mujeres, aunque físicamente presenten los síntomas de haber llegado al clímax, no llegan a interpretarlos como un orgasmo. Esto, aunque en menor medida, y como apunta Francisca Molero, “puede suceder también en el hombre por razones psicológicas o por la toma de determinados fármacos psicotrópicos o antidepresivos. El placer es una valoración de un hecho y en estas personas hay una falta de conexión entre la eyaculación y la sensación del orgasmo. Cada vez hay más casos de este tipo y, generalmente, van unidos a una eyaculación retardada. Es típico de personas que no reconocen sus sensaciones y que, probablemente debido a un trauma en la infancia, han bloqueado su parte emocional. Con la edad es frecuente que la eyaculación se retrase, pero lo que estamos viendo en consulta es que cada vez hay más problemas de falta de eyaculación en varones jóvenes. La causa de esto es casi siempre psicológica y tiene que ver con el cambio de roles en los géneros; un excesivo altruismo en la relación sexual, que hace que se esté demasiado pendiente del otro, o la presión por acabar el encuentro con nota”.
El estrés es otra de las causas que puede eliminar la capacidad eyaculatoria, incluso en hombres jóvenes. Según Fabregat, “nosotros lo vemos a menudo en la clínica. Hay casos de pacientes que cuando vienen a dejar una muestra de semen no pueden eyacular. Les resulta imposible porque están nerviosos. Muchos deben hacerlo en casa o, incluso, algunas veces hemos tenido que hacer una punción testicular para obtener la muestra”.