Lo que sucedió en Chile me hace recordar lo que presenta la película No de Pablo Larraín, protagonizada por Gael García: cuando el pueblo chileno, luego de vivir una larga dictadura —que trajo consigo el modelo neoliberal a la región, la denominada doctrina del shock, como bien lo describiera Naomi Klein—, dijo no más a la figura de Pinochet, el dictador que luego del golpe a la casa de la moneda —donde callera Allende— se hizo con el poder con el apoyo de los Estados Unidos.
En el año 1988, la dictadura se debilitaba y tuvo que acceder a un plebiscito en el cual la gente diría sí a la alternativa que Pinochet siguiera asumiendo la presidencia por ocho años más. Sin embargo, el no resultó ganador, y el dictador tuvo que abandonar finalmente la presidencia en el año 1990. Pero aquella no era una victoria total: si bien salía el dictador que no pagó pena alguna por sus crímenes (Operación Cóndor, campos de concentración, desapariciones forzadas, entre otros), las políticas neoliberales siguieron y siguen marcando el derrotero de la nación chilena, que sirvió de ejemplo para su implementación en otros países del orbe.
Sin embargo, hoy surge un segundo no en Chile, puesto que tal constitución redactada por la dictadura —en medio de violencia y el terror— seguía vigente y se votó para acabarla. De verdad, continuar teniendo esta carta magna implicaba continuar avalando la presencia del dictador, puesto que su proyecto político subyace allí (aunque sin la violencia directa del régimen, sí con su esencia). De esta manera los gritos y movilización ciudadana de los años posteriores a la dictadura está representada en la oposición a esta constitución, bien sea por la visión de la educación como bien de consumo, la precariedad del sistema de salud, la imposibilidad de una jubilación digna, las reivindicaciones del pueblo mapuche, entre otros.
Esta victoria por transformar la constitución da la posibilidad de que todo aquello que había sido concebido como un servicio mediado por la capacidad adquisitiva pueda ser visto como un derecho para la ciudadanía. Además, con la transformación constitucional que se avecina para el pueblo chileno, el impedimento para que leyes que beneficien al pueblo puedan ser implementadas se abre. Chile toma las riendas de su realidad histórica y termina por decir no definitivamente al dictador.