Y arrancó la campaña por la Presidencia de la República; aunque hacen falta algunas definiciones, como es el caso de la consulta de los Verdes y Cía., las que tienen que ver con la pluridivisión de la izquierda —que se da por descontado, no llegará a la unidad para la presentación de candidato y, aún menos propuestas; propuestas que se encuentran en el cariño de cada uno, sin reflexionar en la proximidad del otro—; el total desinterés por la opción a vicepresidente que llene el vacío que ofrece el candidato a la Presidencia por el Centro Democrático y, otros detalles menores. A pesar de todo, ya se dio largada a la contienda por la Presidencia de la República; en el entretanto, las elecciones al Congreso, como de otros cuerpos colegiados, se desarrollan a la espera de umbral y adjudicación de curules: nada nuevo, nada revelador, como nada sorpresivo se espera, insisto, umbral-adjudicación.
Lo único de interés, que la denominada Unidad Nacional, compuesta por varios ‘partidos políticos’, en rarísima sumatoria, será barajada, rehecha y, por supuesto, presentada con especial maquillaje que suponga una visión diferente, con los mismos intervinientes, es decir, los mismo rostros, con embellecedores recién aplicados. Nada más. La atomizada izquierda, en oposición; la novedad estará, en la oposición que a la Unidad Nacional se le aplique por la fuerza de derecha, esa sí unida y con peso. En su momento, el 20 de julio, el reflejo de la contienda por el Congreso de la República se reflejará en la integración de sus mesas directivas y, en el control político que, se vislumbra difícil. Es un hecho: el gobierno y la crítica en empeños rotundos: ojalá sea, como es lógico, entre ideas y no entre contendientes, cuasienemigos. Un pacto nacional se impone. La Constitución Política a prueba.
Pero volvamos a la contienda electoral por la Presidencia: un debate sin cuartel, se mezclarán en lo que se intuye, realizaciones de gobierno —algunas imaginarias—; planteamientos reiterativos casi adanistas —de tendencia refundacional—; reformulaciones de imposible realización —algunas populistas—; manejo de las cifras, algunas reales otras creadas, tanto en las tendencias de opinión, como de gestiones de una y otra fuerzas; todos a una, por el premio mayor: la paz —que se convirtió, lamentablemente, en bandera de Gobierno y no en fin del Estado— y, algunos, en la propuesta de la obtención de la paz por diversos canales y vías, por la guerra; el debate sobre la impunidad, será el acuerdo en el desacuerdo, obvio; en fin, los odios, los viscerales odios que harán de la propaganda negra el punto de quiebre de la contienda y, de pronto, del debate electoral. Arranca así la carrera por la primera magistratura del Estado.
Un detalle que no se puede pasar por alto es el fenómeno del voto en blanco. Una expresión democrática, un compromiso con la conciencia, una forma de expresión de la voluntad; en suma, el voto como derecho que se debe respetar, como se ha de hacer, frente al voto designado. Algunos lo catalogan como un atentado a la democracia, como un comportamiento inútil, como una expresión insulsa. Nada de eso. ¡Por el contrario, alerta! No es despreciable la postura.
Y, en el entretanto, dos campañas se perfilan con intensidad, con vocación: la del presidente candidato y, la del Partido Conservador; esta última, con grandes preocupaciones de existencia al encontrarse en curso un planteamiento de incorrección de la asamblea del partido que produjo la candidatura. Nada más peligroso para la candidatura del presidente candidato que el Consejo Electoral deshiciera lo hecho por la Convención Conservadora pues, el sabor no sería de guarda de la legalidad y de los fundamentos estatutarios, sino de desposesión de opción de poder.
Dos campañas robustas hacen bien al debate y, por supuesto, a la legitimidad del ganador. Argumentos que tienen un delicado equilibrio, si se tiene en cuenta que en la orilla del presidente candidato está, como en el dicho de secundaria, el mejor de los alumnos para que ayude a pasar el segundo debut, de ser ganadora la fórmula.
En otros términos, la contienda está en avance, su observación a ojos vista; ¿la calentura está en las sábanas? No. Por el contrario, se juega el futuro del Estado. La suerte está echada.
