A sus 75 años Paulo Coelho está lejos de ser una reliquia de museo. Está listo para dar todas las batallas posibles. La última que dio fue contra Bolsonaro. Coelho pertenece a esa porción de brasileros que detesta a Bolsonaro, que lo considera el símbolo de todo lo malo, de todo lo que tiene que cambiar. Lejos de ser un escritor de autoayuda acomodado a Coelho no le da miedo asumir posición. Por eso no tembló a la hora de escoger un candidato y darlo todo por él. Y ganó con Lula Da Silva.
No fue fácil para Paulo Coelho de Souza haber nacido en un hogar de fuertes creencias católicas. Pedro Queima, su papá, era ingeniero y su mamá Lygia Araripe, era museógrafa. Lo pusieron a estudiar en un colegio de Jesuitas, el San Ignacio y allí, violando el celo con el que los curas intentaban preservar las buenas costumbres, empezó a leer libros tan subversivos, casi pornográficos como Trópico de Cáncer de Henry Miller. Estas memorias del escritor norteamericano perdido en casas llenas de piojos en el París de los 30, encendió su imaginación y, de paso, demarcó lo que siempre sería: un escritor.
Sus papás querían que fuera ingeniero. Estaban seguros que, la rebeldía de su hijo, se debía a un trastorno mental. Nadie, en sus cinco sentidos, podría elegir la vida azarosa del poeta a la estabilidad caudalosa de la ingienería. A los 17 años Pedro y Lygia determinaron hacerle una canallada a su hijo: meterlo en un manicomio. La excusa que dio su siquiatra fue la siguiente: “inmadurez, rebeldía, incapacidad para adaptarse a la sociedad, irritabilidad y actitudes radicales y extremistas”. Durante un año soportó el lexotanil y los electroshock con una valentía y una fortaleza asombrosas para alguien tan joven.
Del manicomio saldría más rebelde. El joven Coelho decidió escribir canciones contra la dictadura. Raúl Seixas, considerado el padre del rock brasilero, convenció a su amigo Coelho para que le escribiera algunas de sus canciones más importantes. Una de esas canciones es un clásico absoluto en Brasil. Se llama Sociedad Alternativa, fue lanzada en 1974 en el disco Gita. Causó tanto revuelo que el régimen decidió encarcelar a Seixas y a Coelho. Fueron seis meses horribles que aún recuerda el escritor como una de las cosas más terribles que le pasó en su vida "La verdad es que fueron los peores días de mi vida. Yo salí de la prisión, pero la prisión se quedó en mí”.
Fueron años oscuros, cuando lo dejaron libre se fue a vivir a Londres y se casó con una de sus viejas amigas, Cristina Oiticica con quien se casaría en 1982. Paulo Coelho se destapó en 1988. El Alquimista, su obra maestra, no sólo lo reivindicó con su arte sino que lo volvió en un autor megamillonario. Esa obra ha sido traducida a 81 idiomas. Desde entonces ha vendido más de 65 millones de copias alrededor del mundo y lo convirtió en uno de los referentes mundiales de ese género que él ayudó a fundar y que se llama Autoayuda.
Paulo Coelho es sinónimo de plata. De mucha plata. Sus libros han vendido, escuchen bien, 165 millones de copias. Tiene mansiones suntuosas en Dubai, Rio de Janeiro, París, los Pirineos y en Ginebra que es donde vive. Su fortuna asciende a 535 millones de dólares. Con lógica pambeleana dice “gracias Dios soy rico” Tiene 25 millones seguidores en Facebook y nueve en Twitter. En Instagram ya tiene 12 millones y, ocasionalmente, como si fuera un gran gurú, atiende las consultas de sus seguidores que le siguen como si fuera un tótem.
En tiempos aciagos como la pandemia, Paulo Coelho se ha convertido en uno de los más acérrimos contradictores de Bolsonaro y la manera como ha tratado el virus, casi que negándolo. Ya vacunado y a sus 75 años Coelho no para de escribir. Es la única forma que tiene para exorcizar sus demonios.
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