El seductor y la quitamaridos (Fábulas de ¡HOLA!)
Opinión

El seductor y la quitamaridos (Fábulas de ¡HOLA!)

Por:
diciembre 24, 2015
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A qué no se acuerdan quién y cuándo soltó esta parrafada:

… No debe llamarnos la atención que los casos más notables de conquista de grandes públicos por órganos de prensa los alcancen hoy no las publicaciones serias, las que buscan el rigor, la verdad y la objetividad en la descripción de la actualidad, sino las llamadas ‘revistas del corazón’… ¿Qué decir de un fenómeno como el de ¡Hola!? Esa revista, que ahora se publica no solo en español, sino en once idiomas, es ávidamente leída por millones de lectores en el mundo entero que, está demostrado, la pasan muy bien con las noticias sobre cómo se casan, descasan, recasan, visten, desvisten, se pelean, se amistan y dispensan sus millones, sus caprichos, disgustos y malos gustos los ricos, triunfadores y famosos de este valle de lágrimas. Yo vivía en Londres, en 1989, cuando apareció la versión inglesa de ¡Hola!, Hello!, y he visto con mis propios ojos la vertiginosa rapidez con que aquella criatura periodística española conquistó a la tierra de Shakespeare. No es exagerado decir que ¡Hola! y congéneres son los productos periodísticos más genuinos de la civilización del espectáculo.

Hola-lá. Dolor de barriga el que le va a dar cuando tenga que comerse una a una estas palabras con patatas, como dicen en la tierra que cultiva por igual tubérculos y famosos. Cualquier día aparecerá un acucioso “intelectual” para recordarle que en el 2012 (sus hormonas todavía no cotizaban en bolsa), en la página 55 de La civilización del espectáculo (Alfaguara) incluyó semejante diatriba contra la biblia de la gente linda, la cual, en ese entonces, era obvio que no le despertaba la loca pasión otoñal que le despierta ahora.

Menos mal, la Kardashian ibérica —que no necesita de un reality para darse a conocer porque para vivir como reina del famoseo cuenta con revista semanal— nunca tiene tiempo para leer bobadas. Vive a tope. Nadie sabe de las sesiones de acicalamiento que una exponente genuina de la civilización del espectáculo requiere para permanecer vigente.

Puf, debe respirar tranquilo el Mario.

(Ah, lo olvidaba, el autor del escrito de marras es Mario Vargas Llosa quien, después de ganar premios toda la vida, arriesga pasar a la historia como el penúltimo juguete de las “revistas del corazón” que tanto incomodaban su intelligentzia).

En realidad, a nadie tendría por qué importarle una infidelidad más del señor Vargas, ni una conquista más de la señora Preysler, cada quien es libre de elegir qué hacer y con quién. Solo que si los interesados fijan precio a los “cachos”, se comportan como adolescentes mayores (ella está estirada), negocian exclusivas de su amorío de verano y no tienen la más mínima consideración con la esposa burlada, el asunto pasa a ser de propiedad pública.

Para bien y para mal, el morbo tiene dos caras. Para enriquecerse (920.000 dólares por la chiva no caen nada mal a los cuervos, digo, a los tórtolos. Y 25.000 euros por declarar que su madre merece ser feliz, tampoco caen mal a las niñas de doña Isabel) y para estar en el ojo del huracán.

Tartufos. Él, que en Estocolmo (2010), con voz quebrada y pucherito manifestaba: “El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta  las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico…”. (Ups, manías, neurosis, rabietas… Tranquilos, ahí estará ¡HOLA! para comprarle la ruptura al “ícono social”).

Tartufa ella que calcula cada paso que da —es  un secreto a voces que nada es gratuito en el entorno Presley—, mientras derrocha naturalidad y estilo frente a las cámaras.

Y tartufa la revista ¡HOLA! que con esa obsesión que tiene de hacer de la realidad un ponqué (una quitamaridos lo es por más pastillaje que se le eche encima), ignorando la dolorosa sorpresa de Patricia Llosa —“acabamos de celebrar en Nueva York los 50 años de casados” —, acomodaba la versión de que Vargas Llosa y su exesposa “llevan una relación fantástica”; se ufanaba de la repercusión de la exclusiva, “desconocida, casi sin precedentes”; y anotaba que “ajenos al revuelo mediático que han causado —juajuá, la risa es mía—, Isabel y Mario, la pareja más extraordinaria que se podía esperar e imaginar, demuestran con su actitud que no se van a esconder”. Sobre todo si les llenan los bolsillos por no hacerlo.

Vergonzoso lo que mueve este tipo de periodismo. ¿Periodismo?

COPETE DE CREMA: Curiosidad final ¿Cuál será la moraleja de esta fábula? Que lo averigüe Vargas, si el cuerpo le aguanta el ajetreo. A mí me da jartera.

Publicada originalmente: 16 jul 2015

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