Recordar el caso de omisión de datos relacionados con el covid-19 por parte del Ministerio de Salud de Brasil y, posteriormente, señalado por Amnistía Internacional en junio de 2020, es importante para tener ejemplo del ocultamiento de información teniendo la responsabilidad de transmitirla para evitar afectar a la sociedad.
Esconder datos de esa índole provocó retrasos en el proceso para afrontar la crisis, teniendo en cuenta que la recopilación y la divulgación de dichos datos era vital para fortalecer las políticas de emergencia en el país. Gracias a la determinación de Amnistía Internacional Brasil, esto pudo ser encaminado en pro de garantizar un mejor control de la pandemia.
No obstante, en este caso particular al tratarse de información de interés público, no debió ocultarse. Tal como menciona Morales León en el capítulo ‘El secreto profesional’ de su libro Ética del comunicador profesional, la omisión que incurre en la afectación a terceras personas conlleva a una responsabilidad moral.
Además de una sólida preparación en ética, las autoridades, organizaciones, organismos de control y todo el que tenga la responsabilidad de transmitir información al público (no solo los profesionales en comunicación) están en la obligación moral de considerar qué debe transmitirse y qué debe ocultarse, y la diferencia entre ocultar y omitir juega un rol importante. La primera es una reserva intencional, como presuntamente ocurría con los datos de cifras covid en Brasil, y la segunda es reserva involuntaria.
Y aunque tal como lo indica el autor, el efecto tras ocultación y omisión es el mismo: se dejó de informar, siempre deberá existir ese criterio ético para dejar de transmitir información que afecta a una comunidad o público específico y para divulgar información que, en lugar de provocar daños, aporta a un mejor desarrollo en la sociedad.