El Santos que pasará a la historia

El Santos que pasará a la historia

"La consolidación de la paz le definirá su lugar, y en tal medida, el atajo del Congreso para refrendar los acuerdos, ha sido una pésima decisión"

Por: Natalia Springer
diciembre 16, 2016
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El Santos que pasará a la historia

El presidente Santos, buen conocedor de la historia y especial admirador de la política y las muy difíciles decisiones que tuvieron que enfrentar los poderes aliados durante la Segunda Guerra Mundial, sabe seguramente que el asunto del referendo puede echar por tierra seis años de negociaciones y su lugar en la historia, y de paso, la posibilidad de consolidar la paz en Colombia.

 

Obviemos la discusión jurídica, que sobra en este país de leguleyadas en donde para todo hay una ley y su respectiva trampa. El problema aquí no es jurídico, es eminentemente político, y se deriva de esta cuestión: ¿Sobre quién recae la responsabilidad de garantizar la validez y la puesta en marcha de los acuerdos?. La respuesta es solo una: el pueblo. De allí que sea necesario consultarle. El costo de la implementación de la paz a todo nivel es tan alto, que ese cheque no lo puede firmar ningún presidente, ningún Congreso. Ese costo recae y solo puede pagarlo el pueblo mismo. Y en tal caso, el Congreso de ninguna manera puede asumir el mandato para autorizar la refrendación de un acuerdo que responde a una reforma que compromete el núcleo de la Constitución, especialmente cuando el acuerdo original ha sido ya rechazado en las urnas.

 

El riesgo más alto que corre el presidente al optar por la refrendación del Congreso es que le tocará arrastrar esa implementación hasta la agonía, porque sus enemigos van a atarla a la reforma tributaria y en eso son mayoría, hasta que ese referendo se surta, porque las próximas elecciones presidenciales, no quepa duda, se van a convertir en el escenario para volver a llevar a las urnas la validez del acuerdo de paz con la promesa de desmontarlo. Para entonces, los entusiasmos de la paz habrán sido reemplazados por la realpolitik y los hechos del posconflicto, que nunca, nunca tienen buen pronóstico. Pero eso lo sabe el presidente Santos, que como ministro de Defensa vio la progresión del mismo proceso con los paramilitares que rápidamente fueron abandonados por los mismos garantes políticos que les prometieron una paz rápida y fácil.

Muy seguramente es interés del presidente Santos pasar a la historia como el hombre que logró consolidar la paz en Colombia, y no como el depositario de otro Premio Nobel de la Paz a las buenas intenciones, que los hay bastantes, como el que se concedió al proceso frustrado entre palestinos e israelíes. Este, no la firma del acuerdo, es el momento en el que se definirá su lugar en la historia, y en tal medida, el atajo del Congreso ha sido una pésima decisión.

 

En el ocaso de su mandato, con el sol a sus espaldas, está claro que los enemigos políticos del presidente Santos decidieron no sumarse a la paz en un rápido cálculo electoral que los pone a la ofensiva y en posición de ventaja de cara a la próxima elección. El Presidente no tiene alternativa, tendrá que probarse como estadista y convertir ese voto del Congreso en un gran frente político común que se comprometa a sacarlo adelante, y para eso, tendrá que dejar el premio y volver personalmente a la calle, a las regiones, al diálogo con las víctimas, a frentear a los sectores que no se convencen porque han sufrido, porque no creen en la paz y porque no quieren perdonar, y que han sido capturados por la propaganda del miedo. Tiene un año para lograrlo, pero no se le ve estrategia ni estrategas.

 

Solo arrebatándole las bases sociales a sus enemigos, podrá garantizar la transición al posconflicto. Y he aquí donde los hechos de la Segunda Guerra resultan relevantes para esta reflexión: el director de la campaña del No contra el acuerdo de paz, se complacía en afirmar que su estrategia se fundamentó en el principio con el que Goebbels montó toda la propaganda de los nazis: “cuando tu cuentas una gran mentira y la repites lo suficiente, al final, la gente termina por creerte”[1]. Muy exitosa la estrategia, sin duda, pero lo que no hay que olvidar, señor Presidente, es que los nazis perdieron la guerra.

@nataliaspringer

 

 

 

[1] Traducción libre “Wenn man eine grosse Lüge erzältz und sie oft genug wiederholt, dann werden die Leute sie am Ende glauben”

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