Opinar en política no puede derivar en confrontación, sencillamente porque no vamos a pasarnos todo el tiempo a la defensiva, como si viviéramos en una trinchera donde llueven granadas de todo calibre, lanzadas por los jueces del Sanedrín, quienes las cargan con puro odio y virulencia.
Como militar en uso de mi retiro, es la segunda ocasión en la que ejerzo mi derecho al voto y sentí mucha alegría al llegar a las urnas. En servicio activo los militares y policías no votamos, y es una sana medida porque de lo contrario, portando las armas de la República, nos meteríamos en disyuntivas innecesarias, que quebrantan la cohesión, al abrir la controversia dentro de las filas.
Pero al retirarnos, los militares opinamos y hasta controvertimos sobre política..., entonces nos sometemos a la estigmatización de nuestros propios compañeros, porque la polarización nos ha socavado a tal punto, que cuando pronunciamos algo distinto a lo que queremos oír de política, se produce inmenso escozor.
Ese tipo de rechazo también se experimenta en muchos espacios de la vida civil y más pesa, cuando nos sumergimos en el delirio de la izquierda y la derecha; las ideologías terminan por enceguecernos, atrapándonos en el túnel de los miedos, las mentiras, las confrontaciones y las exageraciones.
La sociedad no puede seguir atizando ni sofocando tantas disputas, porque se enferma en el incendio de las pasiones; quizás para atenuar los ánimos, podríamos guardar con el debido celo y secreto, nuestras preferencias políticas; ayuda mucho también que los medios de comunicación terminen los sesgos en favor o en contra de cualquier candidato y por supuesto, que los propios candidatos hagan el mayor esfuerzo en NO atacar a sus rivales.
Cualquiera de los actuales candidatos, estará siempre bajo el juicio inflexible de quienes pertenecen al consejo supremo del Sanedrín; ese tribunal los clava en el madero sin contemplaciones y se caracteriza porque promueve ofender, odiar, a cualquier rival, pero también exagera el culto sobre la personalidad de su predilecto; los juicios de valor a los que nos acostumbramos por simpleza, terminan por satanizar a los candidatos y sus propuestas.
Los grandes miedos: en este momento político del país, el mayor temor que asiste a la gran mayoría de los colombianos es la posibilidad que Gustavo Petro, llegue al poder; pese al buen desempeño como congresista al desnudar las fuerzas del paramilitarismo en la política, es por causa de su propia estigmatización, que desde el Sanedrín se arroja fuego suficiente para que se revise su pasado reciente y no se olvide nunca, su afinidad con la práctica de un socialismo duro, desastroso, vengativo y populista.
Sobre el mismo contexto los jueces del lapidario Sanedrín, ponen a Iván Duque en la peligrosa extrema derecha y desde el pretorio se cuecen los más horrendos odios hacia el expresidente Álvaro Uribe, tanto que personifican al candidato como su ungido, otorgándole facultades para perpetuar la guerra y con el específico encargo de destrozar los acuerdos alcanzados con las guerrillas de las Farc, opacándole cualquier luz propia.
La extrema polarización tampoco ha permitido poner a las Farc, en su justo momento. Pese a las imperfecciones del acuerdo suscrito con el gobierno, y la controversia que suscita la Justicia Especial para la Paz, las Farc, han desarmado un número considerable de sus efectivos y por tanto, bajó sustancialmente la intensidad del conflicto. Las Farc están entrando en política y eso es bueno para la democracia colombiana; les queda un arduo camino y es deber del Estado preservar su ejercicio mientras se haga con decoro.
Ir a votar el próximo 27 de mayo, debe producir mucha alegría; votar permite validar nuestras convicciones, nuestras creencias y el amor que sentimos por Colombia. La democracia es para disfrutarla y en Colombia existen libertades, por eso podremos votar por quien nos plazca.
Propongo hacer el siguiente ejercicio conciliatorio: primero, poner en su justa medida los miedos que sentimos frente a cualquier candidato o movimiento político, incluyendo al nuevo movimiento político Farc; segundo, hacer el compromiso de no atacar a ninguno de los candidatos que aspiran a la presidencia en redes sociales o cualquier espacio público; tercero, acabar con el insulto y las acusaciones como método para desprestigiar o ganar adeptos.
Antes de tomar su propia decisión, escudríñelos con suma atención a todos; piense que es usted quien les dará un nuevo empleo; documéntese muy bien, estúdielos nuevamente, revise sus propuestas y hasta sus costumbres, su comportamiento en familia y en sociedad, sus antecedentes, sus capacidades y ejecutorias; revise todos los detalles.
Y no le haga caso al Sanedrín... ellos solo saben lapidar con pedradas, pero al final de la contienda ganará el que la mayoría escoja y ese triunfo debe otorgarle al ganador, suficiente legitimidad y un amplio margen de gobernabilidad.
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