El salvavidas de Carrasquilla que no le sirve al medio millón de familias cafeteras

El salvavidas de Carrasquilla que no le sirve al medio millón de familias cafeteras

En este año todo se les han juntado: mal clima, el insecto devorador de “la chamusquina” y los ruinosos precios y el gobierno sigue empantanado sin proponer salidas

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marzo 10, 2019
El salvavidas de Carrasquilla que no le sirve al medio millón de familias cafeteras

Al sur del Huila, en Oporapa, Bonifacio Ortiz Molina, un cafetero que por 25 años lideró la Asociación San Roque, y “con cariño” cultiva un café de muy alta calidad, no puede ocultar la zozobra por las dificultades que están pasando. Como él, medio millón de familias dedicadas al cultivo del producto que fue el ícono de las exportaciones de Colombia. En una amarga reedición de la crisis de septiembre del año pasado, el precio internacional ha caído por debajo del dólar por libra y el precio interno de los $700.000 por carga.

Cuando la cartera de los cafeteros con el Banco Agrario ya totaliza ¡$1,2 billones!, las perspectivas de un aumento del precio internacional no dan lugar al optimismo. Esta vez no han sido los especuladores los que han hecho literalmente su agosto en la Bolsa de Nueva York, como el año pasado, al decir de quienes conocen al detalle sus movimientos. Esta vez, la inexorable ley de la oferta y la demanda es la que está en contra. La Organización Internacional del Café estima en su informe de enero 2019 que la cosecha del año octubre 2018-septiembre 2019 será de 167,47 millones de sacos de 60 kilos y el consumo no irá más allá de 165,18 millones, con un exceso de 2,29 millones que se repite por segundo año consecutivo, porque el año pasado el superávit fue de 3,27 millones.

La enorme cosecha de Vietnam favorecida por el buen clima del sudeste asiático, como la de Indonesia, los repuntes de Centroamérica, la gran cosecha de Brasil que viene de un excepcional 61,7 millones de sacos en su año valle del ciclo bianual -este podría ser un poco menor, tal vez 55 millones- y Colombia que recogerá 14,2 millones frente a 13,8 del año pasado hacen que las cifras sean notables por el lado de la oferta. Por el lado de consumo el crecimiento del 2,1 % impulsado por la recuperación económica de los países desarrollados el año pasado, no ofrece ahora las mismas perspectivas. Por eso los precios están de capa caída. Si los de los arábicos lavados, como los colombianos han llegado a 0,96 dólares por libra en Nueva York, las robustas han visto hasta 0,75 en Le Havre, y 0,70 en Londres.

La nueva crisis está por resolverse. En la de hace seis meses, el propio presidente Duque salió al paso con un subsidio de $100.000 millones llamado “incentivo gubernamental para la equidad cafetera (Igec)”, que se resumía en un apoyo de $25.000 por carga cuando el precio en el mercado interno bajara de $700.000. Pero esos 100.000 millones casi que quedaron intactos porque el precio internacional se recuperó en octubre y la tasa de cambio se puso por encima de $3.000 por dólar. “Fue una falsa expectativa”, comenta Bonifacio. En ese punto lo que está sobre la mesa es que el piso mínimo se quedó muy corto porque los costos de producción son de $760.000 por carga.

Y entre crisis y crisis lo que pasó fue el desarrollo de la idea de un fondo de estabilización de precios que ya va por segundo debate en el Congreso con autoría del presidente del Senado Ernesto Macías y apoyado por la izquierda con Antonio Navarro Wolf como ponente. A ese fondo se habían destinado los 95.000 millones que quedaron de Igec, porque los cafeteros no quieren poner un peso en él además de la contribución cafetera, y el gobierno no lo puede financiar del presupuesto nacional. El ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, echó mano de esos recursos para pasárselos a los cafeteros y relanzar el salvavidas fallido de la vez pasada. Cosa que no podrá hacer de inmediato, porque para ponerlos sobre la mesa habrá que salvar obstáculos legales dado que esa platica había ido a otro destino, al capital semilla de ese fondo.

Aparte de apagar el incendio de esta crisis, queda mucho por resolver. Más de una solución se ha puesto sobre el tapete. Allí están los esfuerzos de siempre por tratar de hacer un frente unido con otros productores como Brasil, Perú, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Ecuador y Nicaragua para coordinar la oferta.

Más novedosa resulta la propuesta el gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros, Roberto Vélez de desvincular el precio del café colombiano de la bolsa de Nueva York y llegar a uno que represente los costos de producción más una rentabilidad. En otras palabras, que Colombia y los productores de cafés suaves lavados van a buscar diferentes mecanismos para la cotización de sus cafés. Al parecer ya hay una decena de países de Centro y Sudamérica (Brasil no, la mayor parte de su producción es de robusta) con algunos africanos dispuestos a hacerlo.

Qué tan viable es la propuesta es lo que está por verse. Para empezar, el mismo Vélez ha manifestado que ella debe discutirse con los cafeteros y ser respaldada por ellos. Se ha abierto el debate y hay diferentes posturas, entre ellas la de quienes sostienen que prescindir de la bolsa es dificilísimo, la de quienes resaltan que se trataría de generar opciones de contratos para vender los colombianos como café especial, y quienes señalan que la idea puede ser interesante pero que hoy en día casi el 80 % de las exportaciones colombianas las hacen exportadores privados.

Un punto clave en el análisis de esta encrucijada cafetera es la falta de oferta de cafés de valor agregado. En el caso de los especiales el quidestá en buscar donde situarse si el precio es más alto y la producción es más pequeña. La producción de estos cafés de alta calidad conlleva un esfuerzo enorme de los productores. Como comentaba un conocedor de vieja data de la caficultura “he visto en el Nariño a los cafeteros colgados con lazos de sus plantaciones para recoger la cosecha de las montañas empinadas donde siembran sus cafés especiales con sus callosas manos”. Muy diferente a la recolección mecanizada de los cafés robusta vietnamitas, por ejemplo, de mucha menor calidad en terrenos diferentes. Ese es otro punto de discusión porque en Colombia se ha generado mucho interés en el cultivo de robustas, una opción que tiene algunos adeptos y bastantes detractores.

En medio del debate, los caficultores siguen aguantando el chaparrón. El del cambio de clima, que siembra el desconcierto en el manejo de los cultivos, el de una plaga más poderosa que la roya: “la chamusquina”, un insecto que devora el cogollo y los cojines florales de los cafetos en las partes altas de la zona cafetera del sur del Huila, y el de los precios de ruina, que si no fuera por la mística cafetera, más de uno quisiera  “tirar la toalla”. Quizá Bonifacio resuma todo cuando dice “lo que pedimos es que nos paguen lo que valen nuestros cafés".

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