Los resultados de la primera vuelta electoral han puesto a los colombianos ante un escenario inédito en la historia de nuestra democracia. Los dos finalistas representan un perfil muy particular, que nos obliga a entender a fondo los calificativos de populista y autócrata, que claramente se les puede aplicar por sus antecedentes y declaraciones públicas.
Los 14.5 millones de colombianos que votaron por ellos pidiendo “un cambio” no creo que hayan tenido en cuenta la verdadera dimensión de las consecuencias de su decisión, cuando ya existían claros antecedentes en la región que resolvieron ignorar. El ejemplo de Venezuela y Nicaragua, y los casos más recientes de Perú y Chile son muy dicientes.
No hay duda de que Colombia necesita muchos cambios qué hay que hacer, pero sin desconocer los avances que hemos tenido como sociedad, ni acabar con nuestra democracia. Cierto, está no es perfecta, pero como decía Churchill “es el sistema menos malo” de los existentes.
El problema tiene que ver con cuáles son esos cambios que son posibles esperar, sin destruir los avances logrados, dadas las restricciones financieras e institucionales existentes y del entorno internacional... Pero es aún más importante, conocer el perfil, la experiencia y los antecedentes de quienes los están proponiendo para llevarlos a cabo como presidente de Colombia. El cambio por el cambio puede conducir a un salto al vacío.
En 1998 en Venezuela llegó Chávez al poder ofreciendo “un cambio”. Hoy, el resultado es que en este país hay una dictadura, y más de 6 millones de venezolanos tuvieron que “cambiar de país”.
En el libro que acabo de estudiar: El engaño populista, de Axel Keizer y Gloria Álvarez, encontré unos aportes muy iluminantes para entender mejor la mentalidad de quienes aspiran gobernar a nuestro país y el peligro en que nos metimos como sociedad. Me encantaría ser más optimista, pero el perfil y los antecedentes de estos dos candidatos, no me lo permite. Veamos el porqué.
Sobre valoración del Estado y desprecio por la libertad del individuo
El populista es un autócrata que promueve en sus seguidores una actitud muy compleja de dependencia y de expectativas incumplibles que los lleva a hipotecar su libertad. Esperan que el Caudillo haga un cambio milagroso pero sin asumir corresposabilidad. El populista se vuelve el Estado al que le transfieren un gran poder para controlar sus vidas.
El populista usa su carisma para ofrecer soluciones simples a problemas muy complejos para llegar al poder y quedarse con él. Crea una relación casi “religiosa” con sus fans quienes pierden la capacidad de cuestionar a su líder con objetividad. Este representa “al pueblo” y quienes se le opongan son los enemigos de sus representados. En el proceso mueve las emociones del odio como factor de lucha de clases, donde hay los “buenos” y los otros son los “enemigos”.
La identidad del populista define al partido que lo sigue, y este a su vez se identifica con el Estado. Este líder mesiánico busca refundar la patria promoviendo una nueva constitución que facilite sus propósitos, eliminando o debilitando las instituciones que le estorban. Utiliza los grupos de paramilitares, como hizo Chávez en Venezuela, los servicios de inteligencia y otras herramientas, para controlar la sociedad.
Para el populista, el Estado es donde debe de residir el verdadero poder con un total desprecio por el concepto de la libertad y de las instituciones que la deben proteger. Y lo más grave, no tiene en cuenta su capacidad, para responder a las expectativas generadas en medio de un entorno tan complejo.
Pero eso no importa, el interés era llegar al poder mintiendo y “hechizando” a sus fans para lucrarse de él, como lo muestran los casos de Nicaragua, Salvador, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil y ahora el Perú. El costo de esta mentalidad para la sociedad es la pérdida del derecho y la libertad individual
Complejo de ser víctima de otros
En la mentalidad populista siempre hay afuera un culpable de todos los males del “pueblo” al que se dice representar. Hay una incapacidad total de asumir la responsabilidad cuando las cosas no salen bien. Le vende a sus seguidores su papel de víctimas, lo que le permite mostrarse como su salvador. Construye una narrativa donde el capitalismo y las ideas liberales se presentan al pueblo como las culpables de la situación y de obstáculos para el cambio anhelado que piden pero que no entienden.
El libre mercado es el responsable de la miseria
Una consecuencia del punto anterior, ha sido la distorsión del “neoliberalismo”, que se presenta como un concepto “inmoral” que se satanizó. A pesar de que bien entendido, se refiere al papel que juega el libre mercado en el desarrollo de la sociedad. En el caso de Alemania significó “la economía social de mercado”, a la que se le atribuye el milagro alemán después de la II Guerra.
El populista, al combatir el papel del mercado, hace un ataque directo contra la libertad personal, para abrirle las puertas a una mucho mayor presencia y dependencia del Estado en la sociedad. Esta es una fórmula ya probada de los populistas autoritarios para quedarse con el poder.
Y a pesar del fracaso socialista que iba en contra del papel del mercado, las ideas que lo sustentan siguen vigentes para los populistas que tienen un respaldo popular. ¿Por qué? Esto se debe a un gran vacío de una narrativa que defienda el capitalismo liberal que sustenta las democracias exitosas contemporáneas. Esta ha sido la oportunidad para una narrativa populista que ataca la democracia, ignora los avances y magnifica las imperfecciones de este sistema.
Al atacar la libertad individual, tema central en un sistema democrático porque sustenta la motivación a emprender, el populista demuestra un desprecio por la capacidad y el ingenio del ser humano. Pero también, ignora olímpicamente los hechos que muestra la historia del desarrollo económico y social. Claro, el trastocar la realidad, es parte de la estrategia populista tan de boga en estos tiempos turbulentos.
Cuando hacia 1760 se comienzan unos cambios profundos en Inglaterra y Holanda, y comienza la Era de la Industrialización, nace el capitalismo. El conocimiento especializado, junto con una cultura de intercambio productivo, aparece un sistema económico que sacó a millones de personas de la pobreza extrema. Y esa es una realidad que los populistas pretenden ignorar, el sistema que quieren acabar, a costa de coartar la libertad individual y el derecho de propiedad que son protegidos por la democracia liberal.
Como bien los el pensador Sala I Martín, lo que al final está en juego, y que el populismo pretende acabar bajo la etiqueta del “neoliberalismo”, es algo muy fundamental:
"Las libertades económicas, que no son más que libertades personales para poder emprender, adquirir bienes y venderlos, trabajar, contratar, despedir y tener propiedades sin que estas sean amenazadas, así como para vivir y trabajar en libre competencia, en ausencia de privilegios arbitrarios entregados a grupos de interés, con una moneda estable, un comercio abierto, unos impuestos moderados, un gobierno limitado y responsable y unas regulaciones razonables".
Como lo muestra el Instituto Fraser de Canadá con su Índice de Libertad Económica, hay una correlación directa entre un mayor índice en este campo que se da en una economía de mercado libre y el nivel de desarrollo de los países. Los ejemplos de Singapur (1), Nueva Zelandia (2), Australia(3) , Suiza(4), Irlanda (5) , así lo demuestran. En el los niveles bajos de una lista de 180 países, se encuentran los casos de Venezuela (177), Bolivia (172) y Argentina (148), cuyas sociedades han experimentado el impacto devastador del populismo sin control.
Importante resaltar que en el Índice en el 2021, Chile (19), Colombia (49) y Perú (50) eran los mejores de la región. Lo interesante es que un año después, los tres resolvieron saltar al vacío para abrirle el espacio al populismo y un ataque frontal a la libertad económica. Los resultados de sus vecinos en la cola del Índice no fueron suficientes alicientes para tomar colectivamente una mejor decisión. ¡¡¡Increíble!!!
En el próximo blog seguiré ampliando estas reflexiones sobre el populismo y los autócratas que lo representan, tema que se convierte en una necesidad a la luz de los resultados electorales en Colombia. Como bien lo resalta The Economist esta semana: “A presidential run-off between an ex-guerrilla and a TikTok populist puts a stable country at risk”
Tomado del blog: Ciudadano Global: http://ciudadanoglobalfm.blogspot.com/