“Una sociedad está muerta cuando ya no le importan sus muertos”, Juan Antonio García Amado, catedrático facultad de Derecho, Universidad de León, España.
La historia mundial ha sido el fiel reflejo de una lucha constante entre fuertes y débiles, dejando como consecuencia la amplia brecha de desigualdad, intolerancia, conflictos internos y corrupción. Sin lugar a dudas, hablar de derechos humanos bajo un contexto colombiano implicaría en primera medida mutar a la idea que muy seguramente por pensar en ello una nueva vida estará en riesgo. Es escalofriante pensar que en la década de los años 30 y 40 existió un gran colombiano llamado Jorge Eliécer Gaitán que empezó formalmente a denunciar las graves violaciones a los derechos humanos en Colombia, fue tan osado que en uno de sus debates más celebres como congresista de la república se atrevió a decirle al gobierno ultraconservador de Miguel Abadía Méndez que la tierra era para quién la trabajara.
Colombia hace parte de los pocos países del mundo en donde exponencialmente mueren líderes sociales y defensores de derechos humanos, la sociedad debería preguntarse: ¿por qué nos están matando? La política colombiana tiene una característica principalísima de privilegios y linajes, para acceder a un alto cargo del Estado colombiano deben hacer alusión a los sistemas de elección de las sociedades monárquicas y feudales de Europa, un apellido puede marcar la diferencia. Al retrotraer la tendencia atornillada y eterna de los líderes que siempre han direccionado los horizontes del país nos da a entender que pensar y actuar diferente a ese poder atornillado y anquilosado es una seria y contundente declaración de guerra, invocar las garantías judiciales nacionales e internacionales que tienen todos los ciudadanos por el simple hecho de nacer es el primer requisito para poder acceder al paredón interminable de la muerte.
Si Colombia no defiende la vida no vale la pena defender los demás derechos. Los derechos humanos y en especial el contenido en el artículo 4 de la Convención Americana Sobre de Derechos Humanos facultan y empoderan al ciudadano para poder cumplir un proyecto de vida acorde a sus aspiraciones. Expondría brillantemente el exjuez brasileño de la Corte IDH Antonio Augusto Cancado Trindade que la dignidad humana no es más que aquel entramado de derechos humanos que brindan los Estados para satisfacer y cumplir a cabalidad un proyecto de vida.
Preocupa enormemente una Colombia indolente hacia la muerte de nuestros líderes sociales, pareciera erigirse como deporte nacional la desaparición y el asesinato de ciudadanos que valientemente defienden la vida como eje principal de cualquier sociedad, romantizar la muerte de aquellos que defienden causas sociales alienta significativamente el quebrantamiento de un país bajo un mayor grado de igualdad. La historia contemplará y recordará con orgullo a los ciudadanos que día a día se la juegan por mutar de la Colombia de la sangre y las balas a la nación de las oportunidades y la educación. Recordemos al ilustre Horace Mann y su máxima: “Averguénzate de morir antes de haber conseguido alguna victoria para la humanidad”.