Una tarde de septiembre de 2015 corría como pólvora un rumor por las calles de Florencia, Caldas. Se decía que un grupo de jóvenes ‘raros’ habían llegado a reclutar chicos de la zona para dedicarse a tirar vicio y otras cosas malas.
Este rumor revivió la zozobra que por esas mismas calles causó el secuestro al cual se vieron sometidos por las FARC durante nueve años, periodo durante el cual fueron totalmente olvidados por el Estado, hasta que a mediados del 2006 entró al pueblo el Ejército Colombiano. En menos de dos días el chisme alcanzó los oídos de doña Doris del Carmen Flórez, pero al siguiente día Marcela Y Lina, un par de jóvenes que viven al frente de su casa, aplicando la estrategia de vencer el “rumor con el humor” la visitaron para invitarle a una reunión donde podría conocer ese grupo de jóvenes reclutadores.
Doña Doris de 64 años, aún se encontraba deprimida por la muerte de su esposo, compañero de feliz convivencia por 27 años al que había perdido en manos de una larga enfermedad. Era el segundo esposo que perdía, el primero fue en manos de la enfermedad social llamada ‘delincuencia común’.
Pero el entusiasmo de Marcela y Lina, la motivaron para ir a ver qué era lo que hacían esos jóvenes estruendosos con pintas raras, tatuajes y cabellos coloridos de los cuales se hablaba y pensó: “A mí no me interesa lo que están diciendo por ahí. Si yo veo lo que están haciendo y me gusta y veo que no va a ser un mal pa’ la comunidad, sino que antes la va a beneficiar, yo voy a llegar allá donde ellos están, no me voy a quedar aquí encerrada”.
Fue esa actitud lo que le permitió acercarse al grupo de jóvenes, y por sí misma darse cuenta de lo que sucedía: el grupo que causó zozobra con su llegada y del cual se generó el rumor, se trataba de La Legión del Afecto, un proyecto del DPS convencido de las capacidades de los jóvenes para construir país a través de sus propios lenguajes artísticos.
Le bastaron unos pocos días para ver “que ellos con eso no estaban haciendo nada malo. Están es distrayendo a la gente del campo, ¿que la gente del campo cuándo llega una cosa de estas donde ellos? Estos muchachos les llegan al corazón a la gente, los buscan donde estén, y eso es muy bonito… Así los otros jóvenes van a tener la mente ocupada en cosas buenas, que no perjudiquen a nadie.”
Como en Florencia, en la mayoría de los territorios en los que hace presencia La Legión del Afecto, ha habido un primer momento de zozobra, porque son territorios donde se ha sufrido con mayor fuerza los embates de la muerte. Territorios donde la gente está atrapada por las secuelas de la confrontación por el poder entre la guerrilla, los paramilitares, la Fuerza Pública y las bandas criminales. Incluso llega a lugares donde aún los campesinos no han podido retornar a sus veredas, donde se desplazó a toda la población como en El Congal, Caldas y El Triunfo, Caquetá, o donde la violencia sigue siendo tan cotidiana y fresca como en Villas de Aranjuez, Cartagena, Llano Verde, Cali e incluso en el ambiente tan pesado de Turbo, Antioquia.
Desde que doña Doris se permitió a sí misma pasar por encima del rumor del miedo y la mala intención, pudo ver con sus propios ojos ese trabajo. Empezó a asistir a todas las reuniones, y pocas semanas después, fue invitada a abrir el ritual que a modo de reparación simbólica que efectuó La Legión en Santa Marta, Caldas para las personas que habían perdido seres queridos y sus hogares durante las confrontaciones entre guerrilleros y paramilitares en Florencia. Ella representó el espíritu del perdón y el buen olvido, vestida con una túnica azul, encendió el fuego en el centro de un círculo, en el cual se fueron quemando mensajes que hablaban de la pena que tanta muerte les había ocasionado.
Con los corazones generosos sucede que no se guardan las cosas buenas para sí mismos, por eso en cuanto confirmó que todas las cosas malas que se decían del grupo de jóvenes eran fruto del miedo natural que tenía la población, por los actos de violencia que habían soportado, invitó a que la acompañara a su mejor amiga, Nagely Marcela Grajales una niña de once años con la cual asiste a las diversas actividades culturales que se desarrollan en el pueblo.
Nagely vive a cuatro cuadras, y estuvo presente todo el tiempo de la entrevista, aportando palabras que se le escapaban a doña Doris o asintiendo en silencio mientras atenta escuchaba la conversación. “yo ando siempre con ella, porque ella es muy chistosa. Cuando vamos caminando por ahí, nos mantenemos abrazadas.”
Quienes las ven caminando juntas por las calles del pueblo, podrían pensar que se trata de una abuela cariñosa que cuida de su nieta, pero en realidad son un claro ejemplo del cariño y los muchos buenos frutos que pueden darse, cuando celebramos nuestras diferencias y entendemos que desde sus propias formas de habitar el mundo, tanto los viejos, como los niños y los jóvenes, tienen en sus manos la fuerza para reconstruir este país.