Desde hace dos décadas mi vida académica transita entre las universidades. Ahora, después de observar y reflexionar sobre el vertiginoso avance mundial, creo que estas instituciones, como el máximo órgano pensante de una sociedad, no están aportando cambios sustanciales para mejorar la situación social. Basta ver nuestra enorme dependencia tecnológica, además de la inequidad y las brechas económicas.
Ahora bien, como respuesta a estos y muchos otros problemas, en 2015 se plantearon los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La idea, impulsada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), era alcanzar estas 17 metas globales en 2030: hambre cero, fin a la pobreza, producción responsable, calidad educativa, equidad de género, innovación, redes, trabajo decente, vida acuática, paz, salud para todos, no contaminación, etc.
Al respecto, cabe preguntarnos: ¿lograremos concretar estos ambiciosos objetivos al 2030? Lo dudo. Sin embargo, no está de más hacer el esfuerzo por una vida mejor. Además, para nuestra suerte, contamos con las universidades. Estas instituciones deben trabajar desde todos los frentes y no limitarse solo a la responsabilidad social y el cuidado del medio ambiente como lo vienen haciendo. Deben centrarse en investigar, crear y brindar fórmulas para producir y exportar, y de este modo mejorar nuestras vidas y salir del marasmo de las dependencias.
Siendo conscientes, a 7 años de vencer la fecha del logro de estos objetivos, estamos lejos de cumplir. Viendo nuestro contexto, creo que las universidades, en vez de competir entre ellas para captar más estudiantes, deben asumir e incluir los ODS como filosofía institucional en sus mallas curriculares y generar líneas de investigación en el campo de la inteligencia artificial y robótica. De no hacerlo, nos veremos más relegados en el concierto mundial.
Siguiendo las megatendencias de las tecnologías, es importante que las universidades, sobre todo en los posgrados, impulsen investigaciones experimentales que conlleven a la transformación y producción de conocimiento e innovación tecnológica; más allá de estar inundando las revistas científicas con irrelevantes investigaciones descriptivas y bibliométricas, como lo vienen haciendo ahora.
En esta línea, para lograr los ODS, es crucial que las universidades tejan redes y vínculos con diversas instituciones de países desarrollados y otros centros reputados de investigación. Todo con el objetivo de buscar la transferencia tecnológica, tan necesaria para lograr transformar nuestras materias primas en productos manufacturados.
Asimismo, son las universidades quienes deben liderear el logro de los ODS y para ello es crucial trabajar con las municipalidades y gobiernos regionales de todo el país. La universidad detecta un problema o necesidad como la construcción de una carretera. Luego, investiga y plantea el proyecto de ejecución al gobierno regional. Finalmente, este último financia dicha labor. De esta manera se concreta un trabajo de sociedad y se forja una alianza estratégica institucional, claves para el logro del desarrollo sostenido.
Finalmente, los Objetivos del Desarrollo Sostenible involucran directamente a las universidades como órganos pensantes. Son estas las que deben liderar, ejecutar e implantar en sus mallas curriculares la idea de investigación para la transformación y por la búsqueda de una vida mejor. De no hacerlo, habremos echado a perder la oportunidad de lograr un desarrollo sostenido como país.
