Las remesas de dinero siempre han existido, sin embargo, hasta comienzos del siglo XXI las economías estatales comenzaron a contabilizarlas en sus estados financieros. De hecho, para algunos las remesas son un lucrativo negocio. Ahora bien, el Fondo Monetario Internacional (FMI) las define como el “dinero enviado a casa por trabajadores migrantes y huéspedes empleados en países extranjeros” y la ONU como "fondos privados transferidos a través de canales privados”.
Por el mundo están dispersos aproximadamente 258 millones de migrantes, de los cuales 200 millones son trabajadores con o sin permiso de trabajo; la mitad mujeres, que van a desempeñar labores, difíciles y peligrosas, que por lo general no las hacen los habitantes de las naciones a donde arriban legal o subrepticiamente.
Desde 40 países a más de 125 países, algunos de ingreso bajo y mediano, en 2019 más de 200 millones de trabajadores migrantes enviaron a unos 800 millones de familiares la cifra récord de 554.000 millones de dólares; que se destinarían el 75 por ciento a manera de “salvavidas” para satisfacer necesidades inmediatas en asuntos de alimentación, educación y salud. Ese dinero producto del trabajo del migrante se calcula que es tres veces mayor a lo que destinan los gobiernos en sus presupuestos a ayudas sociales “y supera a la inversión extranjera directa”. En 2019, a donde se remitieron más remesas de dinero fue a la India, China, México, Filipinas y la República Árabe de Egipto. (Banco Mundial).
En los últimos diez años, esos envíos de dinero aumentaron un 51%; en beneficio también de los intermediarios financieros que, aprovechando su posición, fijan tarifas comerciales excesivas; por lo que varias naciones se han unido para que esas transacciones que casi siempre se hacen en efectivo y que en promedio no sobrepasan los 200 o 300 dólares americanos mensuales, sean consideradas como un servicio público esencial, y entre otras medidas facilitadores se reduzcan a más de la mitad las tasas de transacción, hasta llegar al cero; incluso se establezcan beneficios tributarios para los que despachan las remesas, como devolución de taxes en los EE. UU. En esos propósitos están involucrados banca privada, operadores de envío de dinero, organismos estatales de regulación financiera y la sociedad civil. Las personas que viven en zonas rurales y las indocumentadas a quienes les giran dinero desde el exterior encuentran dificultades a veces insuperables para cobrar.
A semejanza de la mayoría de sectores, “la pandemia mundial ha puesto de manifiesto las vulnerabilidades del sistema mundial de remesas", dijo Gilbert F. Houngbo, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola; por la pérdida de millones de empleos que ocupaban los migrantes. La ONU proyecta que las remesas globales a los países en desarrollo disminuirán en $110.000 millones en 2020, y no volverán a los niveles previos a la pandemia por muchos años después. En América Latina y el Caribe la caída de remesas en 2020 será de un 19,3%, según el Banco Mundial. En 2019, la llegada de remesas a esta región creció el 7,4 %.
Con la disminución de las remesas en 2020 se pone en juego el cumplimiento de algunos Objetivos de Desarrollo Sostenible, como reducir la pobreza (ODS 1) y el hambre (ODS 2), promover el acceso a la sanidad (ODS 3) y la educación (ODS 4) y para el empoderamiento de las mujeres (ODS 5). Para el 2021 se estima que las remesas disminuirán en un 14%.