Con la llegada de los trasmallos -grandes redes de pesca-, el oficio artesanal del pescador dejó de ser atractivo. Los paramilitares empezaron a hacerle préstamos a los pescadores y estos a pagarles un porcentaje sobre el producido del día. Con el tiempo, la pesca desmedida llevó a la escasez de los bocachicos que antes bajaban abundantemente por las aguas del río Magdalena. Hoy los pescadores han vuelto al anzuelo pero son pocas las canoas que salen a probar suerte porque, como dicen todos: “el río se quedó sin peces”.
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