El río Quilichao y la degradación de su cuenca (Parte I)

El río Quilichao y la degradación de su cuenca (Parte I)

Incremento de la población, construcción de viviendas a orillas del río y sus afluentes, sobrepastoreo y otros factores han afectado la cuenca

Por: Leandro Felipe Solarte Nates
abril 20, 2023
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El río Quilichao y la degradación de su cuenca (Parte I)

Para un niño de cuatro años, -cuya primera infancia y difusos recuerdos habían transcurrido en fría casa alquilada al frente de la Ermita, en la lluviosa Popayán de finales de los 50-; el traslado a Santander de Quilichao, además de la mareada dentro de la flota Magdalena durante el viaje de cuatro horas por la antigua carretera destapada, fue un impacto traumático que empezó a reverdecer, cuando a los pocos días, en los primeros recorridos, a dos cuadras de la casa, descubrimos las cristalinas aguas del río Quilichao, sombreado de inmensos samanes, ceibas y carboneros, en cuyas ramas brincaban ardillas y cantaban coloridos pájaros, ensordecidos por el coro de las chicharras, y en cuyos charcos, superficialmente, nadaban arañas, libélulas y sobre las arenas del fondo, danzaban los renacuajos, cardúmenes de sardinas, sabaletas, guabinos y al fondo, aferrados con sus ventosas bucales a las piedras, se distinguían los roños, cuales tiburones en miniatura de férrea caparazón.

El encanto con el río y su entorno creció cuando descubrí que sus aguas no eran tan frías como las de Popayán, y qué en los numerosos charcos -con los mismos pantaloncitos cortos que íbamos a la escuela y secaban rápido asoleándonos sobre grandes piedras o el pasto-, podíamos chapalear nuestros pinitos de nadadores, antes de atrevernos a saltar, meses después, dos cuadras al sur, hasta el charco de los Chorros, con su famoso remolino, y la Piscina grande, donde bordeando las orillas se aprendía a flotar con el estilo “perrito, antes de poder nadar, armonizando el movimiento de los brazos con la patada y  avanzar en medio de la “cosecha de cucarrones y  cucarachas de agua”, que por temporadas, aparecían desde su nacimiento en las faldas del cerro Munchique, cuando no se había extendido la tala de sus bosques para comercializar la madera.

Algunos contaban que de noche bajaban nutrias y en las orillas encontrábamos cangrejos de agua dulce.

Cuando el tren estaba en su apogeo, a orilla del río, frente a la casa de Progenio Vargas y sus hermanos, los gitanos solían instalar carpas, al llegar por temporadas a vender sus vajillas, caballos con las mataduras pintadas mientras las gitanas de largas y floreadas batas, salían al parque y la galería a buscar clientes para leerles la suerte en las palmas de sus manos.

A medida que crecimos, el río Quilichao fue fundamental en nuestras vidas de niños y adolescentes, pues en las calles aledañas jugábamos fútbol, en sus aguas aprendimos a pescar, nadar, en su entorno recibimos las primeras lecciones prácticas de biología, que con sus láminas en blanco y negro nos dictaban los profesores, mientras en los corrillos esquineros y alrededor de las bancas del parque, los mayores contaban los pormenores de sus primeras experiencias sexuales entre las sombras nocturnas y las raíces de samanes y ceibas crecidas a sus orillas.

También, recuerdo qué, terminados los ejercicios, trotes y partidos de fútbol o de baloncesto, al final de las jornadas de educación física en el INSTECNICO, coordinadas por el profesor Prieto, el lugar del baño obligatorio era la piscina, donde dejábamos los restos nadando. https://www.proclamadelcauca.com/la-piscina-de-quilichao-cronica/

En los intensos inviernos sus aguas también se desbordaban sobre calles adyacentes del parque Bolívar, en varias ocasiones arrastrando bancas de concreto destruyendo la precaria dotación del laboratorio de química y física, que en el sótano del colegio Instituto Técnico, había improvisado el profesor y después rector, Jorge I. Rivas. Empezando los 70, por la curva cercana al charco de Casumbo, recuerdo que arrasó la casa familiar del hoy médico Fernando Cardona y también inundó y tumbó paredes de algunas casas edificadas cerca a sus orillas.

La relación idílica con el río de la infancia cedió paso a las urgencias de la adolescencia y un sentimiento de paraíso perdido prosperó en mi mente al constatar las marcadas diferencia de caudal que experimentaban sus aguas desbordadas durante los inviernos y casi desaparecidas en los prolongados veranos, condenándonos a largos racionamientos, pues su caudal era insuficiente para abastecer el único tanque del acueducto municipal pesimamente administrado por EMPOCAUCA, ya entonces controlada por el joven representante a la Cámara Aurelio Iragorri Hormaza.

También fue notoria la merma de peces, pues no se volvieron a ver los cardúmenes en los charcos y los renacuajos desaparecieron.

Voces críticas empezaron a clamar para que fuera detenida la tala del bosque acelerada durante los 60 en el cerro Munchique, donde nacen los principales afluentes tanto del Quilichao, como del Quinamayó y el Chiquito, de Caloto.

En algunos escritos publicados en revistas y volantes ya habían llamado la atención sobre los efectos negativos de la tala del bosque de la cuenca, el arquitecto Armando Velasco Zúñiga, decano de la Facultad de Arquitectura de Univalle y el agrónomo Rafael Tello.

A mediados de los 70, cuando la ecología empezó a despertar interés en la juventud, estudiantes de la universidad del Valle y Cauca y dirigentes locales se unieron para crear el Grupo Ecológico de Santander, GES, que asesorados por el profesor Aníbal Patiño, iniciaron un completo recorrido y estudio de la cuenca del río Quilichao, documentando y fotografiando la tala del bosque, la contaminación de los cauces y la calidad del agua suministrada por EMPOCAUCA desde el acueducto.

Para la recolección de datos en este estudio interdisciplinario, el maestro Aníbal Patiño movilizó a sus alumnos en las facultades de Biología, Ingeniería Sanitaria e Ing. Química de Univalle, facilitando sus laboratorios para procesar las muestras.

Después de dos años de trabajo, entre aspectos destacables, los estudios encontraron que urgía la detención de la tala en el cerro Munchique y las cuencas Media y Baja del río Quilichao, donde se debería respetar la franja de 30 metros sin construcciones, para evitar la pérdida de caudal en veranos y las tragedias durante inundaciones en invierno. Sobre la desaparición de peces y otras especies asociadas e interdependientes que abundaban en el área de influencia de los afluentes de la región, se relacionó, además del uso de dinamita y barbasco en la pesca, con la progresiva utilización de agroquímicos en la agricultura, cuyos residuos arrastrados por las aguas lluvias envenenan las aguas. Las muestras de laboratorio tomadas antes y después de la bocatoma del acueducto, y en las redes de distribución, evidenciaron alta contaminación fecal con niveles altos de la bacteria E.Colli, en las aguas que EMPOCAUCA distribuía por las redes del acueducto.

Para difundir los hallazgos fundamentales de los estudios realizados, el GES, conformado por los estudiantes de la universidad del Valle: Rodrigo Velosa Caicedo y Stella Peña, de Biología, Fernando Delgado Potes de Ingeniería Sanitaria,  Germán Tafur de Ing. Química,, Iván Velasco, de Sociología,  Jaime López y Delfín Grueso, de Historia. Jorge E. Sterling de Literatura,  Fernando y Alfonso Cardona de Medicina y  Sociología, Henry Mosquera; Oscar Rivera, Alberto Bermudez,  Carlos Julio Carabalí y Oscar Cabrera, estudiantes de Zootecnia y Agronomía de la U, Nacional, de Palmira, Stella Pillimur, estudiante de Ing electrónica de Unicauca y Mary Martínez, la secretaria, de entre otros, en 1977 elaboró un sonoviso con diapositivas, cuya musicalización y locución, corrió a cargo  del entonces estudiante de Licenciatura en Música de Univalle, Miguel Ángel Caballero V.

Sirvió para despertar conciencia sobre la necesidad de rescatar la cuenca del río Quilichao, la presentación del sonoviso en diferentes colegios, entidades gubernamentales, barrios y en la vereda El Guayabal, con la ayuda de la federación de Cafeteros que prestó el vehículo con proyector.

Por lo general cada presentación del audiovisual iba acompañada de foros y conferencias en los que estuvieron Aníbal Patiño, reconocidos docentes universitarios y ecologistas de la región. Esta labor sirvió para que las autoridades y dirigentes municipales reconocieran la magnitud del problema ambiental, el riesgoso manejo de las crecientes en una cuenca tan corta y pendiente, (cerca de 20 kms), que en la población de Santander desciende hasta la piscina, recorre parte del casco urbano y explaya en el valle geográfico antes de desembocar al Quinamayó; y lo relacionado con el tratamiento y disposición de sus aguas para abastecer la población.

Un resultado positivo del trabajo del Grupo Ecológico de Santander, GES, se logró durante la alcaldía de Eliecer Mosquera Brand, cuando con dineros del Fondo de Fomento Forestal, le compraron la finca La Montañita, y otros predios de Fermín Cuellas para un total de 700 Has ubicadas en la cuenca alta del cerro Munchique, destinándolas a la regeneración del bosque  nativo, nombrando un guardabosques y solicitando  a la CVC, mayor control a la tala, transporte y comercialización de madera en la zona montañosa. Posteriormente fueron adquiridos otros predios a particulares, y al conformarse los resguardos indígenas de Canoas y Munchique-Los Tigres, establecieron convenios para coordinar el uso adecuado del bosque.

En cuanto al acueducto, cuyo mal servicio había sido uno de los motivos para movilizar a la ciudadanía en el primer Paro Cívico que en 1973 se organizó en Quilichao, la comunidad continuó presionando a la empresa para que mejorara el tratamiento y distribución de las aguas y sentaron las bases para que fuera municipalizada cuando Luciano Echeverry, ganó la elección popular y con el respaldo del Concejo Municipal, creó EMQUILICHAO.

Sin embargo, el incremento de la población, la construcción de viviendas a orillas del río y sus afluentes, la construcción de vías sin adecuado manejo ambiental, el sobrepastoreo, prácticas agrícolas antitécnicas y otros factores inducidos por la población circundante han afectado la cuenca.

“El régimen del río perdió su regularidad porque la cuenca que le sirve de cuna perdió su equilibrio ecológico”, fueron las palabras textuales con las que el maestro Aníbal Patiño cerró el sonoviso presentado en 1977, recuerda el hoy profesor de Biología en la universidad de los Llanos, Rodrigo Velosa, uno de los motores del antiguo GES.

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