El río de fuego en el Amazonas

El río de fuego en el Amazonas

¿Qué les dejaremos a las futuras generaciones si solo nos preocupamos por conseguir dinero y placer momentáneo?

Por: Camilo Andrés Beltrán Córdoba
agosto 23, 2019
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
El río de fuego en el Amazonas

¿Es en serio que nos importa tan poco el planeta Tierra, nuestro hogar, que nos lo da todo, nos provee, nos alimenta, nos arrulla con sus silencios nocturnos, nos ensordece con el bullicio de los pájaros felices de sentir el amanecer y el atardecer, nos enloquece con sus paisajes y nos invita a explorar sus misterios desconocidos?

¿Es en verdad que nos creemos tan superiores a la naturaleza? ¿Ya no es suficiente acaso? ¿No es suficiente ya saber que sí podemos secar un nevado, una laguna e incluso un río? ¿No es suficiente ya saber que sí podemos deforestar un bosque, un páramo y secar aún más un desierto? ¿No es suficiente ya saber que sí podemos desaparecer especies enteras de animales y verlas solo en libros o en calcomanías de un álbum? ¿No es suficiente ya de tanto desenfrenado y absurdo poderío frente a la naturaleza que cada día que pasa en lugar de recuperarse y fortalecerse, está más desgastada, quebrada, asfixiada…más muerta que viva?

¿Qué les dejaremos a las futuras generaciones si solo nos preocupamos y ocupamos en la inmediatez de las ganancias, los ingresos, los negocios que nos darán mucho dinero y placer momentáneo? ¿Y la vida qué? El dinero, los negocios, los ingresos, las ganancias, ¿acaso nos la devolverá?

Que un señor presidente sea cual sea, de donde sea, en lugar de decir "carajo, debo hacer algo urgente porque se nos está quemando la selva más vital de la tierra"  y convocar a los otros presidentes y regiones y gobiernos, sea cuales sean, para que le colaboren a sofocar ese fuego desproporcionado —ahí sí cada quien con sus cientos o miles de ejércitos transportándose en lo que sea, armados con aguas de todos los rincones del mundo para apagar las llamas y rescatar y salvar la selva—, salga con que son los ambientalistas los que quieren dañar la imagen de su gobierno, que son las ONG las que provocan los incendios, demuestra que es alguien inhumano, despiadado, inmoral, facilista, incoherente… cruel.

Claro que importan las causales del fuego, de hecho pueden ser muchas las razones, pero son mis actos para mitigarlo los que valen; alarma que la prensa mundial hasta semanas después de comenzado el incendio se pronuncié y le importe estos hechos hasta hoy, porque el silencio prolongado nos deja también mucho qué pensar. ¿Para qué existen los medios masivos de comunicación si no cumplen bien su misión? ¿Por qué nos jugamos la vida?

No solo muere el verde de los árboles, su oxígeno, nuestro aire, muere también lo cristalino del agua, mueren los plumajes y pieles de los animales, mueren los colores y tradiciones de los nativos que en esa selva majestuosa habitan; muere también un pedazo de cada uno de nosotros, porque si somos de la tierra es porque estamos todos conectados.

Que el mismo señor presidente permita el desarrollo económico: minería, agricultura, ganadería y quién sabe qué más en una selva a la que hay que dejar tranquila porque a ninguno de nosotros ha hecho daño, y que ninguno de los otros presidentes diga ni haga nada acerca de ello, es un verdadero y el peor acto terrorista cometido en la historia.

Qué tristeza más profunda, qué vergüenza tan gigante llamarse hoy día ser humano, que ante una ideología diferente y un determinado poder gubernamental sí llevo tropas, tropas y tropas de hombres para que maten y amedrenten a otros hombres, pero en cambio sea tan indiferente, cómodo e inútil para desplegar tropas, tropas y más tropas de auténticos héroes hombres a salvar un pedazo importante del único planeta en todo el sistema solar que alberga vida.

Les escribo esto, compatriotas del mundo, cegado en lágrimas, como si la selva gente del mundo, como si la selva fuera a mi madre, a mi padre, a mis hermanos y demás familiares queridos a los que estuvieran torturando, aniquilando, quemando; lloro como si fuera a mí mismo al que estuvieran mutilando pedazo por pedazo, que dolor tan enorme darse cuenta que a nadie o a muy pocos les importa lo que está pasando en el Amazonas, mí Amazonas, tú Amazonas, porque a los señores presidentes del mundo se les olvidó que el Amazonas no es solo de Brasil, Perú, Bolivia, Colombia o Sudamérica, sino de toda la humanidad.

No se dan cuenta que sin el Amazonas —no en vano la llaman el pulmón del planeta, de todos, no solo de una región— la tierra sería como un literal infierno de pavimento sin color, porque la frescura de sus aguas no se compara a nada, la belleza de su frondosidad no se compara a nada, la diversidad de sus animales, plantas, aborígenes no se compara a nada, el profundo silencio que alberga no se compara a nada y el amor, respeto, tolerancia, bienestar y calidad de vida que nos regala cada minuto de su existencia no tiene precio, pero sí tiene un premio y es el de la paz. A diferencia del violento tsunami, de la intensa erupción de un volcán, de la terrorífica avalancha, de la estruendosa tormenta, del desgarrador rayo, del destructor huracán, la selva es paz, es vida para todos.

Yo tan solo espero no ser el único que quiere una tierra llena de vida, oportunidades, equilibrio y armonía, la verdad no quiero otro Marte en el sistema solar, ni otro Venus, ni otro Mercurio, ni otro nada, ¡no! Me niego a ese desenlace mortal. Yo quiero conservar mi Tierra, amar, cuidar, proteger mi planeta. Solo hay uno conocido hasta el momento en todas las galaxias que posee vida y somos nosotros, los otros animales y la naturaleza en general esa gran vida, no la desperdiciemos más. Paremos con tanta superioridad, tanta arrogancia, tanto deseo irracional e infrahumano de querer doblegar a la naturaleza, de ponerla a nuestros pies, a nuestra merced. Cuidemos de ella, cuidemos de nosotros, por favor basta ya de tanta insolente indiferencia.

Yo como nunca quiero que mis futuros hijos y los hijos de mis hijos ¡vivan!, ¡vean animales reales y no sus huesos, o peor animales virtuales!, ¡apoyen a sus hermanos indígenas, no los repriman, juzguen o maten!, ¡respiren aire y no gases!, ¡tomen agua y no oro!, ¡convivan, ayuden, cuiden, amen la tierra y todo lo que habita en ella, no la extingan, desprecien y desaparezcan como ahora está sucediendo! ¿Y usted qué está haciendo por la vida amazónica?

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