La escena es la siguiente: una soleada tarde de marzo cuatro importantes empresarios se reúnen con el excandidato presidencial Federico “Fico” Gutiérrez. Los empresarios, muy sincronizados en sus intereses, le tienen una única petición: “arreglar la casa”. Para los empresarios, la victoria de Daniel Quintero en las elecciones de octubre de 2019 solo tiene a Fico como directo responsable, pues si el entonces alcalde no hubiera insistido en llevar hasta el final la aspiración de Santiago Gómez, el ganador hubiera sido Alfredo Ramos y Quintero no pasaría de ser un concejal molesto.
Ahora, Fico tiene la oportunidad, tras la debacle de su aspiración presidencial, de “arreglar la casa” y de paso hundir a Quintero. Eso es lo que seguramente esperan sus cuatro amigos empresarios, buena parte de la derecha paisa y una porción de la ciudadanía que sueña con ver a Quintero tras las rejas.
A eso se busca reducir la próxima contienda por La Alpujarra, a una disputa entre Fico y Quintero que, con muchos intereses políticos y empresariales de por medio, solo encubre la confrontación entre dos visiones contrapuestas de ciudad.
Por un lado, Federico Gutiérrez encarna un modelo de gobernanza tradicional que le resultó bastante funcional a las élites empresariales hasta la irrupción de Quintero. Es un tipo de gobierno transaccional donde un sector empresarial muy reducido y poderoso se abroga un importante control sobre lo público. Por muchos años fue una dinámica que no se cuestionó porque se normalizó como parte de la “identidad paisa”; sin embargo, tras la llegada de Quintero -una auténtica sorpresa para esa élite tradicional- se alteró ese y así se “desordenó la casa”.
Por otro lado, Quintero encarna un modelo de ciudad que cruza los intereses de un empresariado emergente, políticos tradicionales -que juegan a varias bandas- y una camada de profesionales incondicionales de extracción popular que representan una naciente élite que se mueve entre lo tecnocrático y lo político. A lo que se agrega una visión de ciudad que busca conectar el desarrollo del Distrito con discursos de avanzada como los relativos a la Cuarta Revolución Industrial o la “ecociudad”; eso sí, empleando prácticas de la política más tradicional y clientelista.
Sin embargo, el modelo de ciudad que propone Quintero no resulta sostenible en el tiempo. Primero, porque se apoya en sectores políticos tradicionales con tendencia a cambiarse de bando (gobiernistas de primera línea); segundo, porque la naciente élite representada en los profesionales incondicionales solo implica una minoría de seguidores y acólitos del denominado credo “quinterista”; y tercero y más grave, porque perdió respaldo popular y no se solidificó en una base social lo suficientemente amplia que le garantice continuidad en cada ciclo electoral.
Así Quintero eche mano del método Fico (el cual cuestionó a boca llena como candidato en 2019), movilizando toda la maquinaria del Distrito a favor del candidato Juan Carlos Upegui, tiene claro que no le alcanzará porque no goza de fervor popular y su modelo de ciudad no conectó con una amplia base social o si acaso introdujo nuevos símbolos a la narrativa de la ciudad (lo del Valle del Software no pegó), antes deformó algunos muy establecidos, pues ya se volvió lugar común afirmar que Medellín es una ciudad sucia (¿dónde quedó la tacita de plata?) y asediada por la polarización.
Volviendo a Fico, es claro que su único camino se reduce volver a competir por el poder local, y si gana (lo más probable), deberá actualizar un modelo de ciudad que ya demostró sus deficiencias; es decir, “arreglar la casa” pero no tan a la medida de los empresarios que le marcan línea, ya que se expondría a la emergencia de un nuevo Quintero.
Por lo demás, también tendría la oportunidad de investigar todos los entramados de Quintero y sus aliados, y si encuentra indicios de corrupción, denunciarlo. Aunque Quintero, tras el parcial fracaso de su administración, seguramente empacará maletas y aterrizará en Bogotá. Nadie duda que tiene la mirada puesta en el 2026. A lo que Fico se podría interponer, ¿cómo? Ya veremos.