Han pasado quince lunas frías, cinco estrellas fugaces y un sol en llamas desde que escribimos la primera hoja suelta de lo que hoy es la revista El Salmón, pese a las limitaciones económicas, esa hojita circuló masivamente en los escenarios políticos y culturales de la ciudad musical de Colombia.
El primer mensaje salmón, llevaba por título “Frente a la osadía militar, defender la vida y luchar por la dignidad”; era un homenaje a Camilo Alberto Zuluaga, estudiante de Ciencias Sociales de la Universidad del Tolima, asesinado -y no de muerte natural- cuando viajaba rumbo al sur oriente del Tolima a defender los derechos humanos de los campesinos.
En ese entonces Colombia ya se había ganado, con sobrados méritos, el título de ser el primer gran cementerio de América Latina. La violación a los derechos humanos no paraba y la violencia política contra toda protesta social la hacían sobrada ganadora de este título, era el caldo caliente en donde nadábamos los salmones que por entonces éramos unos inocentes alevinos rosados.
Desde la estación esperanza color salmón emitíamos señales de vida sobre los hechos culturales de la región, hablábamos de rock, de rap y de una cosa llamada punk, la música era nuestra manera de espantar a los pájaros de la muerte; pero no todo era música en El Salmón, también denunciábamos los infortunados acontecimientos que dejaba el conflicto social y armado en el país y en el Tolima.
El asesinato de civiles indefensos, persecución y señalamiento contra activistas políticos, desplazamientos forzados a campesinos por parte de los ‘pájaromilitares’ era el caldo caliente de cada día y El Salmón, como medio independiente, denunciaba todo tipo de atropellos, acompañaba las marchas campesinas, secundaba el movimiento universitario, creaba el primer cascarón del naciente movimiento ambiental. Siempre estábamos allí y allá, nadábamos contra la corriente, así no nos invitaran.
Hace 6 meses, 20 días, 9 horas y 7 minutos acuatizó en el ágora salmón un «mensaje en la botella» enviado desde el correo [email protected] declarando como objetivo militar a El Salmón. Al comienzo lo enviamos al correo no deseado para que acompañara todas las amenazas de querer volver con las ex y los insultos de los ex amigos del rector, pero luego nos dimos cuenta que dichas amenazas también habían llegado a todos los colectivos que en Colombia hacen prensa independiente.
Y tocó volver a mirar el correo no deseado, aquel 4-D, los pajarracos amenazaron con “callar a plomo” al Salmón Urbano; no nos sabíamos tan importantes, nos amenazaban por ser auspiciadores y financiadores de grupos in-sur-gentes, además daban un plazo perentorio para que los salmones nadáramos fuera del país, como si alguna vez hubiéramos estado adentro del país. Después del primero de enero debíamos abandonar la pecera e irnos río abajo.
No solamente éramos nosotros, estas amenazas llegaron a 17 periodistas y a 14 medios de comunicación, lo que para los amantes de la muerte representaba cerrar con broche de oro el año 2014, amenazando a Raimundo y a todo el mundo alternativo. Suficiente teníamos en El Salmón con la censura institucional por parte de la dirección universitaria que no daba la cara para explicar por qué le negaba al Salmón el presupuesto para nadar en tinta. La censura y la amenaza se dan la mano en el baile de la muerte.
El 2014 fue un año lleno de amenazas, censuras y muertes contra la prensa, según el informe de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP). De las 488 amenazas, 291 fueron de autoría paramilitar y se espera que para este año los mensajes, las amenazas, los correos no deseados, los sobrevuelos de las águilas, las ex censuras institucionales y las muertes no naturales sigan aumentando.
Ante ese dantesco panorama, entendemos que las amenazas selectivas o múltiples no son hechos aislados ni atemporales, sino que obedecen a la estrategia de la seguridad «demoníaca» orquestada desde las estaciones y los cuarteles de los enemigos de la paz, los mismos que gracias a la contemplación pasiva de los entes investigadores, se dieron el lujo de cometer 626 agresiones contra líderes y defensores de DDHH. Según el informe anual la Divina Comedia (2014) del programa Somos Defensores, estas agresiones se manifestaron así: amenazas (488 casos), asesinatos (55 casos), atentados (41 casos), detenciones arbitrarias (23 casos), desapariciones (1 caso), uso arbitrario del sistema penal (8 casos) y hurtos de información (10 casos).
Detrás de las frías estadísticas hay seres de carne y hueso, peces con aletas y espinas que ahora flotan en el río de la muerte, cuando los cafres disparan contra un dirigente social o un defensor de derechos humanos, tal como cobardemente lo hicieron en la humanidad de Carlos Pedraza el 21 de enero de 2015. Están empezando a cumplir sus promesas. Los ‘parapájaros’ de la muerte no sólo cometen un acto cruel, inhumano y decadente contra un inocente que lucha por un mundo mejor, sino que apagan una vida, una luz, una esperanza y le apuntan al corazón mismo del inconformismo social y de las movilizaciones ciudadanas, es la criminalización de los movimientos sociales y populares, es terrorismo de Estado. El agua de la pecera está caliente.
Para seguir luchando contra los molinos de viento, en las noches de lunas frías y de soles en llamas invocaremos a las criaturas del inframundo, a los fantasmas de otros mundos, a los hechiceros y náufragos, a los camilos que nos esperan al final del rio para que se unan al conjuro social que pretende ahuyentar la maligna presencia de las “aves de la muerte”. Ya saben, si ven un espantapájaros hablando con las estrellas fugaces en la noche, somos nosotros que seguimos en la lucha contra la osadía paramilitar, defendiendo la vida y la dignidad como cuando éramos un hojita color salmón que el viento nunca se llevó.