La gente que por años ha vivido en libertad en el campo colombiano, nunca había tenido que vivir el encerramiento por causa de una pandemia que los afecta. En territorios cafeteros en donde hoy se está recogiendo la cosecha de mitaca, aparentemente la vida continúa, pues si se deja desperdiciar esta oportunidad habrá muchas familias campesinas que sufrirán de hambre y engrosaran las filas de los más pobres del país.
A pesar del miedo y la dificultad, la gente del campo asiste al trabajo; unos como jornaleros; otros como minifundistas dueños de algunas maticas de café. También existen los migrantes venezolanos que ayudan en la labor y se refugiaron en estas zonas para buscar una forma de vida.
La cosecha cafetera, obliga a violar todas las formas de contención del covid- 19. Se ven muchos desplazándose por los pueblos grandes y pequeños, creando desorden y desconfianza en las gentes. Por ejemplo en San Sebastián de Mariquita ciudad de paso, el desfile de viajeros a pie, es evidente.
En los momentos de descanso todos quieren divertirse y no respetan las órdenes presidenciales, ni municipales, porque quizás existen pocos policías para controlar el desorden y la falta de solidaridad de unos y de otros. Todos olvidan que el fantasma del coronavirus entra a los pulmones y mata.
Las riñas de gallos, dicen los noticieros, provocan abusos de autoridad, en Veredas de Palocabildo y otras, en donde se quejan por destrucción de motocicletas, muerte de gallos, golpes en puertas para entrar. Otros hablan, de pedidas de dinero para devolver armas decomisadas o pedir perdones. Los astutos violadores temen al comparendo, desaparecen y ya no hay flagrancia así que no pasa nada más. Los generales harán presencia para investigar.
La gente consiente, y que quiere cuidar a sus familias, también deben entender que las autoridades están en la obligación de exigir que se cuiden. Controlan que el coronavirus no destruya la vida de muchos confiados que se creen capaces de pelear, pero no analizan que en los pueblos los hospitales están olvidados por los gobiernos, y no son refugio para sanar a nadie, porque este mal ni tiene vacunas, ni drogas para matarlo.
La droga es la misma población, que debe encerrarse un tiempo, mientras pasa la crisis para volver a empezar; ¡cuídense porque no se conoce el futuro!