El reto de reinventarnos, una rutina en desesperación

El reto de reinventarnos, una rutina en desesperación

Sin lugar a dudas, el confinamiento ha traído infinidad de desafíos, no solo a nivel personal sino colectivo. El sector educativo no ha estado exento. Una perspectiva

Por: Yanela Martínez Flórez *
junio 16, 2020
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El reto de reinventarnos, una rutina en desesperación

“Es todo un reto, ya que nunca lo había hecho y no es lo mismo dar clases presenciales a virtuales”, dijo Vanessa Díaz Álvarez, estudiante de Trabajo Social de tercer semestre.

“El aprendizaje es diferente. Sin embargo, entendiendo la situación por la que pasa el país me siento conforme dándolas porque sé que es lo mejor para prevenirnos y pienso que se pasa más rápido la situación”, agrega, con la certeza de que cuidándonos y aceptando la situación se puede salir.

Las clases virtuales han sido un gran reto para todos los estudiantes, algunos las esperan con ansias, mientras otros no desean levantarse a recibirlas, ya que a veces no todos tienen las herramientas para poder acceder a dicho encuentro académico. Sin embargo, eso no ha sido un obstáculo, por el contrario, ha sido una oportunidad para dar buen provecho a la tecnología, aunque a su vez no deja de ser estresante y angustioso.

“Para todos ha sido un cambio muy grande ya que no es la misma metodología, pero debe ser tomado como el momento de cambiar la monotonía y sacar las cosas buenas de esta crisis, no es fácil recibir estas clases virtuales, porque tal vez la pereza nos gana, pero hay que verle el lado positivo como lo es estar en casa con la familia”, opina Katy Velilla, compañera de carrera, de octavo semestre.

Pero el drama no solo lo viven los estudiantes, también los profesores están inmersos en esta realidad. Ellos hacen un esfuerzo para seguir impartiendo el conocimiento a pesar de las adversidades. Y es que el confinamiento ha hecho más difícil que los estudiantes que se encuentran en zonas rurales reciban sus suplementos intelectuales como lo hacían antes.

Quienes esperan que sus docentes envíen a tiempo las guías de trabajo. Es el caso de Sandra Flórez, profesora y madre de familia, a quien le ha tocado de vivir un viacrucis por cuenta de las clases virtuales. “Mi trabajo ha sido más difícil, ya que trabajo en una zona rural y allá no hay internet, hago las guías en horas específicas, a veces afanada ya que debo cumplir con entregárselas al rector semanalmente para que sean distribuidas en la vereda”, argumenta mientras cose algunos tapabocas para cumplir con los protocolos de bioseguridad.

Muchos agradecemos por recibirlas, ya que es de gran ayuda para entretenernos en el encerramiento, como el caso de Gloria Rivero, estudiante de Fisioterapia que le ha sacado todo el lado positivo a este aislamiento.

“Esta herramienta es muy buena y útil porque son alternativas que nos facilitan la comunicación entre docentes y compañeros y además nos ayudan a resolver situaciones académicas y de alguna u otra forma nos mantienen ocupados, después de todo no es tan malo estar todo el tiempo en casa, es más podemos organizar nuestro propio desorden, ese que muchas veces le sacábamos el cuerpo [jajajaja]”.

En el caso de Mariana Bechara, compañera de estudio, “han sido una buena herramienta y una buena oportunidad para continuar con nuestros estudios, para poder tener una cierta rutina durante este aislamiento preventivo, porque, por ejemplo, cuando estábamos en semana santa que no teníamos las clases virtuales ni podíamos salir los días se volvieron muy monótonos y me parece que las clases y los trabajos que me han dejado han sido un entretenimiento para afrontar todo lo que está pasando”.

Y toda esta situación ha generado incertidumbre en los estudiantes. “Ha sido abrumador, estresante, por lo que fue un cambio muy drástico que se presentó de la noche a la mañana y estoy ansiosa al pensar si matriculo el otro semestre porque, aunque los profesores y la universidad nos han cumplido, el aprendizaje no es el mismo”, termina Marian con un tono muy angustioso y pensativo.

Por lo tanto, el reto de reinventarnos, ese que al principio lo veían difícil de adaptarse, ha enseñedado que, para salir de esta situación, la responsabilidad es de cada quien quedándose en casa. Por esta razón, muchos estudiantes, padres de familias y docentes no quieren volver a las aulas, aunque saben que no es el mismo aprendizaje, pero como dicen muchos “mejor que pierdan un año escolar, a que se pierda la vida”.

Y es de entender que las instituciones, especialmente las de zonas rurales, no cuentan con una buena infraestructura que permita cumplir con todos los protocolos de bioseguridad y herramientas como un buen internet, la consecuencia va a ser tanto la salud como la vida de los estudiantes, docentes y de las personas con quien ellos vivan. 

La rutina en casa

En estos tiempos, muchos han invertido su tiempo en crear y hacer cosas, para no sentirse aburridos, sobre todo los influencers que a través de sus redes sociales han subido videos, ya sea bailando, cocinando, haciendo ejercicios, concursos y challenges (que se utilizan en las redes sociales para definir una tendencia viral donde se le invita a la gente a hacer el reto).

Pero en mi caso ha sido diferente, he estado más pendiente de los noticieros y de lo que tengo que hacer en la casa y los compromisos de la universidad para terminar temprano y despejar la mente en algo que me entretenga.

Mi rutina diaria en este aislamiento preventivo no solo ha sido afrontar el reto de las clases virtuales sino también el de los quehaceres en la casa. Comienza con un horario tan estricto que pareciera estar en un régimen militar, quizás estoy exagerando, pero realmente fue el que me tocó, sin embargo, ha funcionado para no perder el hilo que llevaba anteriormente con respecto a mis estudios.

En este tiempo es donde le ayudo a mi mamá en casa, después que termino mis clases, pero si les confieso algo, no es tan agradable para mí. Lo hago por dos motivos: porque mi mamá dice “que todos tenemos que ayudar y hay que aprender de todo en la vida, porque uno nunca sabe dónde va a parar”, incluso nos hizo un horario a mi hermano y a mí, el segundo motivo es porque aprendiendo esto me permitirá defenderme más adelante cuando viva sola o haya formado mi propia familia.

Mi tiempo lo invierto no solo en ayudar a mi mamá, sino también en realizar los compromisos que tengo de la universidad y para distraerme un poco me pongo a ver televisión, chatear, escuchar música, dormir, algunas veces juego parqués con mi familia, y voy y vengo desde mi casa a las casas de mis tíos que están muy cerca de la mía.

Los días de la semana solo son diferentes, los viernes y fines de semana porque es ahí donde me puedo dar el “lujo” de levantarme un poco más tarde. La verdad es que la diversión es poca, ¿porque qué tanto se puede hacer en este encierro? Lo único que se nos ocurre es inventar, yo no lo hago, pero mi familia sí y ellos saben cómo hacerlo, entonces, ellos hacen mis días diferentes porque recreo una historia con cada ocurrencia que dicen y hacen en estos momentos de crisis y logran sacarme una carcajada.

Pero debo ser sincera, y es que, aunque he tenido este tipo de entretenimientos, hay días en que le digo llorando y renegando a mi mamá que estoy aburrida, más todavía cuando quitan la luz en San Marcos, porque el calor es desesperante, y porque en vacaciones no salíamos a otra ciudad o a playa; pero sí íbamos al parque, hacíamos visitas familiares como también acudíamos a la iglesia; incluso he extrañado estar en Montería e ir a la universidad, escuchar a mis compañeros y sentir el frío intenso del aire acondicionado por el que siempre me quejo, siento nostalgia a cada rato.

Este aislamiento quedará en mi memoria como el acontecimiento que nos hizo a todos iguales ante la vulnerabilidad y fragilidad ante el virus. Ya no hay prisa, ahora tenemos todo el tiempo del mundo hasta para aburrirnos y cuando todo esto pase, como dice la canción que se volvió el símbolo de este confinamiento, “volveremos a juntarnos, volveremos a abrazarnos, romperemos ese metro de distancia y ya no habrá una pantalla entre nosotros”.

Y para terminar, las clases virtuales las recordaremos como la estrategia que nos permitió seguir estudiando.

* Estudiante de Comunicación Social Universidad del Sinú - Elías Bechara Zainúm.

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