La visita de los gitanos a Macondo trayendo los nuevos inventos del exterior siempre generaba una correría y cambiaba la vida de todo el pueblo; en el siglo XXI la política exterior colombiana sigue esperando a que lleguen las noticias del exterior para poder pensar qué hacer.
Estamos en un momento de transición, el mundo unipolar estadounidense ha cedido hacia nuevos centros de poder y nuestra política exterior se limita a lo que se ha hecho durante toda la historia republicana: ser arrastrados tardíamente por la tendencia de moda de la potencia hegemónica más cercana. Así, el buen Laureano Gómez tenía tendencias fascistas después de caído el fascismo, Colombia fue neoliberal a inicios de los 90 cuando los Estados Unidos y Reino Unido llevaban 10 años siéndolo y 20 años después de caída la Unión Soviética, el uribismo asusta a todos con un fantasma llamado comunismo.
La estrategia política exterior colombiana se reduce a hacer alguna declaración post factum de los eventos internacionales, así la política internacional colombiana se limita a ser un buen público, dispuesto a aplaudir o abuchear en lugar de estar en la arena mundial.
Las grandes decisiones geopolíticas de los últimos 20 años de Colombia fueron las siguientes:
- Ser parte integral en la guerra internacional contra el terrorismo como parte del fortalecimiento táctico de las Fuerzas Militares Colombianas en razón del conflicto contra las FARC.
- Buscar vías alternas a las armas para resolver el conflicto interno cuando al Administración Obama redirigió la lucha contra el terrorismo.
Es decir, la situación mundial decide la política interna, lo cual es perfectamente normal porque Colombia hace parte de la comunidad internacional y no quiere decir que sea necesario nadar contra la corriente, sino todo lo contrario, estar preparado para enfrentar las nuevas realidades que se presentan en la arena mundial, sin embargo, poco o nada se hace por tratar de vincular a Colombia en los procesos políticos mundiales actuales.
Las relaciones internacionales colombianas se reducen a pactos de comercio en el mejor de los casos (prueba de ello fue la reciente visita del Primer Ministro Israelí, Benjamín Netanyahu), lo cual tiene un gran valor dentro de la lógica del libre comercio, pero no es suficiente. Para la muestra la recientemente reelecta Merkel en Alemania con excelentes y envidiables resultados en la economía interna alemana también produjo por mantener un criterio economicista de la política que la Unión Europea dejara de ser un actor decisivo en la gobernanza global y solo se encargue de los problemas regionales, como la inmigración y la crisis económicas de los países miembros.
Todo lo anterior no quiere decir que se proponga voltear la espalda a la órbita de influencias del espectro colombiano; lo que se necesita es hacer política exterior de alto vuelo, empezar a tejer relaciones con el mundo multipolar, es necesario entender que los Estados Unidos han dado un viraje y el libre comercio no es la única forma como ahora se entienden las relaciones bilaterales con ellos, hay que ir mucho más allá, es necesario estar a la vanguardia de que es lo que está sucediendo y entender que existe un mundo que se está reorganizando y encontrar un espacio en él dependerá de cómo se tejan las relaciones de poder de Colombia con los actores reales del ajedrez mundial.
No será buscando un paraguas en potencias lejanas y alejarse de los Estados Unidos como tradicionalmente hizo la izquierda latinoamericana con la URRS, es generando vínculos educativos, culturales, tecnológicos, pero sobretodo entendiendo y estudiando cuales son los intereses influencias, tendencias y estrategias de las más grandes naciones. La política exterior colombiana puede hacer eso, jugar a muchas bandas y dejar de ser pasiva o por el contrario el coco del castrochavismo llegará en la horrible noche en donde indudablemente necesitaremos del caudillo que nos salve y así seguiremos en Macondo, esperando que los gitanos vengan a contarnos cómo es el mundo, mientras este ya ha decido como organizarse.