Desde poco antes que se decretara la cuarentena en el país por causa de la pandemia, muchos rectores de universidades optaron por apoyar la prevención y convertir la modalidad de clases presencial a virtual, lo cual para todos es algo completamente nuevo.
Hace no mucho leí una nota de un estudiante de segundo semestre que decía que era mejor esperar a que todo pasara y retomar las clases en vez de continuar con esta chambonerí". En parte comprendo a lo que surge su queja, pues quién en su sano juicio querría pagar millones en universidades como Andes, Javeriana, Uninorte, etc, para recibir unos vídeos de un profesor o ver unas clases virtuales que se caen debido a la congestión de servidores.
Sin embargo, a partir de aquí difiero completamente de todo. La modalidad de clases virtuales a todos nos ha tomado por sorpresa, eso es cierto. Además, como estudiante de matemáticas entiendo lo incómodo que es, sobre todo porque en mi carrera en muchos casos acostumbrábamos a generar espacios de discusión en la construcción de la clase. No obstante, quejarse y preferir dejar el semestre tirado no suena como una opción muy empática.
Reitero, esto es algo nuevo para todos, tanto profesores, como estudiantes e incluso rectores. Pero antes de esbozar una crítica es importante mirar todos los afectados. Si nos situamos en el lugar de los profesores, es un trabajo arduo, pues una gran parte de toda la estructura que tenían planeada para el semestre debió ser cambiada para apegarse a las clases virtuales. Y eso no es todo, tratar de explicar una clase de manera remota no es una tarea fácil.
Ante la adversidad que representa esta pandemia es importante aportar, incluso más de lo que consideramos posible, para la mejoría de nuestra vida académica y, sobre todo, para el pronto retorno a la naturalidad de la misma. Para ello es importante aprender a ver desde la perspectiva de los otros implicados.