Si hay algo claro que se ha podido vislumbrar en la actualidad en Colombia es cómo la manipulación mediática juega un papel protuberante en la construcción de imaginarios y cómo estos mismos son representados por una exposición de imágenes editadas que son determinantes para crear una visión sesgada de la realidad.
En algunos casos existen pruebas determinantes que demuestran de dónde parten los intereses por situar una noticia de una manera más relevante que otra. Por una parte, porque se quieren ocultar otras realidades. Por otra, porque interesa magnificar una situación como es el caso de la protesta y movilización ciudadana en donde el estado colombiano busca disuadir la crítica social, polarizando y desinformando a la propia ciudadanía.
Un actor fundamental en el condicionamiento de la realidad en Colombia son los grandes medios de comunicación, los cuales previo pago terminan siendo objetores de la información real y pasan a ser agentes que influyen en el ejercicio de la violencia cultural, esta misma causante entre otras problemáticas de la polarización, exclusión social, aporofobia y xenofobia que se vive actualmente en la sociedad colombiana. Tal como a día de hoy sucede con las movilizaciones estudiantiles, en donde se omite de informar a la audiencia sobre la causa de la protesta, a cambio del morbo que suscitan los enfrentamientos aislados entre autoridades y algunos manifestantes.
Sobre el origen de la protesta estudiantil es preciso reflexionar que esta misma se instala en el incumplimiento de los acuerdos establecidos en diciembre del 2018 por parte del gobierno. No obstante, existe una deficiencia estructural en el sistema educativo colombiano que se representa en la falta de garantías en el acceso democrático e igualitario y en la carencia de recursos que permitan crear diseños curriculares conexos a la idea de situar a la escuela-universidad pública como el eje reflexivo, constructor de paz y transformador de las desigualdades sociales que se viven en los territorios.
En los últimos días es coherente reconocer el ejercicio crítico que han demostrado miles de estudiantes, dado que previa concientización de su propia realidad han salido a la calle para denunciar, sensibilizar, exigir respeto, cumplimiento y voluntad política hacia la educación pública.
Por último, para que al sistema educativo en Colombia pase a ser un proyecto real este mismo tendrá que transformarse y esto no se dará por sí solo, para que esto realmente ocurra es necesaria la movilización, corresponsabilidad y coautoría de un actor determinante: la sociedad civil colombiana.