El resultado del plebiscito chileno tiene que ver con toda América Latina y, mucho, con Colombia. Quizás nos está diciendo que la realidad es mucho más compleja que la que quisieran aquellos que creen que el mundo es blanco o negro, derecha o izquierda, sí o no, que cualquiera que sea la postura propia, la otra, la del contrario, debe ser derrotada de manera contundente.
Las reacciones en nuestra casa han sido, en parte, demostrativas del talante que simplifica, del todo o nada.
El presidente de Colombia, una persona de gran inteligencia y experiencia, se dejó llevar por la emoción, ojalá momentánea, de descalificar a más del 61 % de los votantes partidarios del Rechazo. Escribió en un trino algo lamentable: “Revivió Pinochet” .
En forma recíproca, representantes de la derecha colombiana consideran que el pueblo chileno votó en contra de los “modernos degenerados que destruyeron a Chile”, que Colombia también puede “como en Chile, derrotar al comunismo disfrazado de buenas intenciones” (María Fernanda Cabal). Mal, mal, por lado y lado.
Varios comentarios al respecto:
La inteligencia emocional política sí asistió al presidente de Chile. Gabriel Boric fue cauteloso y respetuoso al reaccionar frente a los resultados. Reconociendo la derrota, llamó a la autocrítica, reconoció que el pueblo chileno era más exigente de lo que se creía y convocó a la unidad, amén de manifestar su respeto por los votantes del rechazo.
Lo que la mayoría del pueblo chileno votó, en realidad, fue su negativa al texto de la constitución propuesta por la asamblea que sesionó durante un año, convocada, justamente, porque la mayoría de los electores, a partir de la propuesta del presidente Piñera, votó por un cambio a la constitución de Pinochet (79 %). Preguntas hay muchas, incluyendo la de los costos fiscales de su eventual aplicación.
La constitución chilena ha tenido más de 50 enmiendas desde 1980, la mayor parte de ellas aprobadas durante los períodos de gobiernos que sucedieron la dictadura. No es, pues, simplemente, el acogimiento a la línea Pinochet lo que reflejan los resultados de ayer.
Pese a grandes diferencias, Chile y Colombia han ido de la mano en algunos asuntos.
Chile tiene un ingreso per cápita muy superior al nuestro: Colombia, con dos veces y media más población que Chile y un producto interno bruto que en el 2021 fue ligeramente superior al colombiano.
Ambos países son miembros de la OCDE, al lado de Costa Rica y México, los únicos de América Latina que pertenecen a ese club de alto ingreso.
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Pese a las calificaciones que Chile y Colombia han recibido en “desarrollo institucional”, y de sus tasas de crecimiento económico, también han compartido una pésima nota en los indicadores de distribución del ingreso
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Pese a las calificaciones que Chile y Colombia han recibido en el ámbito de lo que podríamos llamar “desarrollo institucional”, y de sus tasas de crecimiento económico durante lustros, ejemplares en la región, también han compartido una pésima nota en los indicadores de distribución del ingreso. Han registrado los peores resultados del famoso índice de Gini: un alto porcentaje de la población percibe una pequeña tajada del ingreso nacional y, viceversa, pocos se llevan la mitad de la torta. La inequidad en uno y otro país es rampante.
De ahí que, otra similitud, fuese la ocurrencia de los estallidos sociales. El chileno, que sacó a millones a la calle en el 2019 y el colombiano, repartido en varias dosis, la de noviembre del 2019 y la más reciente, la del paro del primer semestre del 2021.
Los chilenos quieren una nueva constitución, aunque no la presentada por la asamblea de 155 miembros elegida para ello y que sesionó durante un año. El tema está, en consecuencia, vivo.
Los resultados de las elecciones en Colombia también apuntan a que la mayoría de los colombianos quiere cambios y aspira a mayor equidad.
Es prematuro decirlo: las prioridades de los ciudadanos cambian de manera permanente. Los resultados del plebiscito de ayer van de la mano de la evaluación de los primeros seis meses del nuevo gobierno encabezado por Boric, en déficit de popularidad. Hay aspectos adicionales como la inseguridad creciente, la presencia del crimen organizado internacional en Chile, las formas en que la economía chilena, en trance de inflación y altas tasas de interés, podría reactivarse de manera efectiva, que contribuyeron a desgastar la afinidad por el borrador de la constitución.
En Colombia hay también preguntas acerca de los cómo: cuál es el rol de las empresas, cómo no desincentivar la inversión, cómo gestionar de forma acertada las políticas públicas redistributivas, entre otras. Pero, principalmente, hay un mensaje: las soluciones se construyen entre todos.
