Si existió alguna vez un restaurante con lujo desbordado, acaso rococó, en Barranquilla, fue L’ Enoteca. Este negocio lo montó el empresario Giorgio Sale, de la entraña de la organización delictiva llamada la Ndrangheta cuya historia arrancó en Calabria, norte de Italia, hace 500 años y cuyas dos familias más importantes en la actualidad son los Morabito y los Mancuso. Salvatore le entregó a Sale 3.000 millones de pesos para montar algo fastuoso, que hiciera empalidecer por modestia a cualquiera de los restaurantes que hasta ese momento existieran en Barranquilla. El lugar quedaba en una dirección ya mítica: el Alto Prado (calle 81 con carrera 52)
Sale se gastó en el 2002, 800 mil euros para comprar todos los aparatos de cocina, así como las fastuosas mesas que, cada una, era considerada una antigüedad, una pieza de artesanía única que Sale escogió y trajo de almacenes en Praga. Cada copa de cristal de bohemia costaba 300 mil pesos de esa época y todo, menos los alimentos perecederos, era importado. En octubre del 2004 la inversión de Mancuso se había elevado a los 5.600 millones de pesos. Mancuso desconfiaba de Sale, por eso llamó a alguien de confianza, como el médico veterinario Celso Salazar quien viajó expresamente a Barranquilla a ver que Sale no estuviera tumbando al comandante paramilitar. Con absoluto rigor se dio cuenta que cada mantel costaba 400 dólares y había sido expresamente traído de Turquía.
La inauguración fue todo lo pomposo que un tipo como Sale necesitaba. Su apartamento en Roma daba de frente al Vaticano. Era un hombre que vestía de Armani. Por eso invitó a lo más granado de la sociedad colombiana para que degustara de los vinos, de los platos que costaban 150 dólares. El restaurante fue un suceso y era una razón de peso para viajar a Barranquilla a conocerlo. Pronto le fue tan bien a Sale que montó sucursal en Cartagena. En las fotos de sociales de las revistas más prestigiosas del país L'Enoteca se convertía en el escenario preferido. Fiel a su nombre L'Enoteca presentaba una imperial cava de vinos a precios astronómicos.
El negocio prosperaba por si mismo. La razón principal era lavar dinero pero Sale sabia invertir. Tanto fue así que en el 2005 abrió en Barranquilla, Cartagena, Medellín, Cali y Bogotá. Allí se encontraba, a precio regalado, los últimos diseños italianos además de una muy buena oferta de jamones, prosciutto y aceitunas.
Todo se derrumbó para Giorgio Sale el 22 de noviembre del 2006 cuando L’Enoteca fue allanada por la policía y, dos semanas después, se comprobaba que Giorgio Sale y sus hijos pertenecían a la ‘Ndrangheta. Sus sucursales en Cartagena y Barranquilla y el almacén Made in Italy que estaba en Bogotá fueron incautados por estupefacientes. Por las grabaciones que tenía la Fiscalía se comprobó la vinculación de la mafia calabresa. Sale fue capturado en el 2006, pagó cuatro años de cárcel en Italia y luego regresó a Colombia en donde estuvo en la Picota hasta que en el 2012 se le otorgó casa por cárcel. Tenia una casa en Tuluá y allí murió en el 2015. De toda su fortuna no le quedó nada.
