Aplaudo con vehemencia la decisión de la Corte Constitucional de ampliar el derecho fundamental a morir dignamente. Se alivia y se elimina la agonía de quienes eran obligados a continuar en situaciones extremas de sufrimiento y dolor, y que debían depender de la decisión de otro ser con respecto a la continuidad de su propia existencia. El requerimiento propio triunfa por encima de creencias ajenas.
Me maravilla la capacidad del ser humano de “acomodar” las filosofías y situaciones a su antojo. Los religiosos afirman que el creador le ha dado al hombre libre albedrío y, sin embargo, a su conveniencia limita decisiones que solo le incumben al individuo y no a la sociedad.
A lo largo de la historia los dilemas filosóficos y religiosos han sido manipulados como parte de la dominación de unos pocos sobre muchos. No es la vida el quid del asunto, algunas restricciones son una excusa más para manipular al ser humano mediante miedos y prohibiciones con fines no propiamente de alta moralidad.
Recuerdo una pauta publicitaria con la siguiente advertencia: “Tu libertad termina donde comienza la de tu hermano...”. Es esa la filosofía que debemos aplicar a todos nuestros actos.
La libertad de pensamiento religioso y filosófico debe ser eso: libertad.
¡El derecho sobre tu vida es tuyo solamente, no de tus padres, ni de tus hijos, ni de la iglesia, ni del gobierno!
¡Habrá que estudiar cómo se manejaría la eutanasia en los casos donde no exista requerimiento propio y sean los familiares quienes soliciten el procedimiento para un ser querido en situaciones extremas pero, ojo, puede haber herencia anticipada de por medio!