Precisamente en estos momentos amargos que vive la humanidad, nuestro planeta de punta a punta y desde todos sus puntos cardinales está siendo reseteado por un virus muy contagioso.
Y justo desde que comenzó esta pandemia global, empezaron a rodar por todo internet las conspiraciones de todo pelambre; pero no me voy a referir a interpretarlas, sino a tratar de encontrar mejores razones para justificar esta tragedia.
Un computador se apaga y se resetea cuando surge un daño que no lo deja funcionar. El reseteo consiste en borrar toda la información almacenada y que no quede guardado ni mú para proseguir a arreglarlo.
El planeta prácticamente se apagó desde hace ya tres semanas, que viene siendo como un siglo, porque algo se dañó, se rompió... ¿Y qué fue?
Pues el daño fue en la salud de los que la habitamos, por culpa no de un virus tecnológico sino un virus orgánico, de los de verdad, de los que matan gente.
Las ciudades cerraron sus puertas y apagaron sus luces, por lo que la Tierra dejó de estar abierta las veinticuatro horas los siete días de la semana, para convertirse en una especie de carro varado, por decirlo de alguna forma.
Ya sabemos que un computador lo resetea un técnico que repara estos aparatos, pero... ¿quién está reseteando el planeta? Técnicamente lo está haciendo solo, sin ayuda de nadie o de nada.
La respuesta es tan simple como aterradora: nuestro planeta mismo nos puso a todos de cabeza, algo así como que nos encerró a todos en una jaula, y nosotros adentro y asustados. Nuestro único mundo que conocemos, desde hace pocos días empezó a cambiar nuestras necesidades, prioridades, posibilidades y aunque no lo crea, nuestras creencias; y después de esta pandemia llamada SARRS-CoV-2, las cosas ya no volverán a ser como antes.
La Tierra en estos momentos está generando en toda su dimensión, diámetro y longitud, unos cambios impresionantes en su naturaleza misma, en su aire, agua y cielo; en sus recursos, en su fauna y flora.
Nuestro planeta está cambiando en sus habitantes una nueva percepción, conciencia y urgencia en cambiar muchas cosas, pues algunas no deberían seguir funcionando como lo hacían antes.
Con esta catástrofe mundial vendrá una catarsis que provocará un nuevo orden mundial donde los gobiernos deberán hacer enormes reformas de toda clase y las megacorporaciones tendrán que adaptarse a las nuevas reglas.
La economía, las prioridades sociales, ambientales y científicas tendrán que revaluarse de una forma en que quepamos todos.
Este reseteo debería significar en códigos binarios arrancar de cero para que podamos ser viables como habitantes de este planeta.
Por estos días escuchamos mucho decir que esta crisis por el virus es lo más grave sucedido desde la segunda guerra mundial.
Así es, pero también debemos recordar que después de la destrucción llegó el florecimiento y renacimiento.
Sí, a partir de la segunda guerra mundial – realmente sucedió en Europa-, resplandecieron enormes y esplendorosas ciudades; como también la industria, la cultura, el arte, la musica, la ciencia y el turismo, y más recientemente, la tecnología.
Donde hubo cenizas y muerte nació de nuevo la vida.
Para no ir tan lejos, Armenia fue destruida por un terremoto, y hoy es una hermosa y próspera ciudad.
Pero... ¿Y si no sucede así?
Claro todo debe estar sobre la mesa. Lo bueno que puede dejar el después de esta pandemia como también lo mal que nos podría ir después de ella, y aquí hay dos escenarios.
Uno, donde los ciudadanos del mundo- incluyendo nuestro propio país-, tendremos que forzar a nuestros gobiernos a implementar esos cambios extremos que urge el planeta y la vida; dos, ver delante de nuestros ojos que con esta pandemia no hubo lección aprendida ni gobiernos y corporaciones arrepentidas, sino lo contrario, volvieron más codiciosas, más poderosas y dispuestas a volvernos mierda la vida a todos.
